Entrevista a Manuel S. Garrido/Catedrático en la FFyL de la UNAM
Irma Ortiz
Luis Costa Bonino, el asesor uruguayo, experto en marketing electoral, hoy famoso luego de la reciente cena donde Adolfo Hellmund, miembro del que sería el gabinete de Andrés Manuel López Obrador, congregó a diversos empresarios del ramo de la construcción para solicitarles 6 millones de dólares para ganar la Presidencia de la República.
Alberto Aguirre, periodista del diario El Economista publicó que luego de sus exitosas experiencias en Guatemala y Paraguay, el presidente de la empresa de marketing político LCB Costa Bonino proponía en sus estrategias una receta infalible para convencer a los indecisos: generar una polémica, con el fin de reforzar las opiniones favorables al candidato que apoyaba.
El diario El Universal, quien publicó la primicia de “la cena”, dio amplias referencias a través de su corresponsal en Buenos Aires, José Vales, de la carrera del consultor político —quien por cierto asegura no asesorar al candidato perredista—, donde consigna los escándalos en los que ha estado involucrado el uruguayo.
Hoy resulta conveniente recordar declaraciones de Costa Bonino que fueron hechas en un foro realizado por el diario argentino La Nación donde se refería a los “golpes sociales” en América Latina que habían provocado la caída de presidencias constitucionales a partir de poderosos movimientos civiles.
“Utilicé el término golpe social para subrayar el contenido rupturista y antidemocrático de procesos que suponen la participación anómica, desbordada, generalmente violenta, de amplios sectores sociales orientados a desplazar del gobierno a autoridades políticas elegidas de manera legítima y democrática.”
Sustentaba que el fenómeno incluía siempre una historia de marginalidad y pobreza donde las masas son ideologizadas por sectores políticos extremos “muchas veces de distinto signo, pero siempre violentos y antidemocráticos”.
Apuntaba que el peligro de estos “golpes sociales” no es sólo que se vuelvan a repetir sino que en la región “se funden en sistemas políticos inestables y violentos, con democracias degradadas”.
Para conocer qué son los “golpes sociales”, Siempre! entrevistó al catedrático chileno de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM Manuel S. Garrido, con 40 años de vivir en México, quien también se refiere a la historia de Marco Enríquez Ominami —de quien se asegura también es asesor del candidato presidencial perredista— y al movimiento estudiantil chileno.
Semejanzas y diferencias
¿Existen similitudes entre el movimiento estudiantil chileno y el de la corriente Yo Soy 132?
El movimiento que se ha iniciado en México, que se está iniciando, me parece una corriente alentadora de momento. Respecto al movimiento estudiantil chileno, lo que veo es que éste está basado en una agenda social muy clara, en una agenda básicamente centrada en la educación y no es propiamente un movimiento partidario.
No es un movimiento que esté en contra de un partido o a favor de otra organización política o de otras personas, sino que tiene dos grandes objetivos: ponerle fin al lucro en la educación superior, y segundo, avanzar decididamente en la calidad de la educación. La trascendencia que tiene el movimiento estudiantil chileno ha derivado en que es un movimiento emanado de su agenda de reivindicaciones en lo que es educación, la educación media y la educación superior.
Donde los liderazgos están muy marcados.
Ese es un punto importante, ya que un punto que podría llamar a la reflexión es que en el caso del movimiento chileno, sus dirigentes tienen muy claro que las redes sociales constituyen un instrumento para la logística pero no desatienden lo que les parece lo principal: el liderazgo sustentado en actores responsables, con nombres y apellidos, sobre todo para sentarse a la mesa de negociaciones con los representantes de las instituciones de gobierno y poder llegar a acuerdos con respecto a la agenda que ellos han marcado.
En el caso del movimiento chileno, los dirigentes estudiantiles han comprendido que, sin estos liderazgos con sus nombres y apellidos, la apuesta por las redes sociales es como un salto al vacío, es como —si me permite la expresión— darle a un monstruo sin cabeza o al revés, a un monstruo con miles de cabezas.
Para ellos ha sido muy importante considerar las redes sociales como un instrumento que les permite hacer convocatorias, que sea un instrumento de logística, que no toca los contenidos del movimiento, que ésos se discuten en asambleas muy serias con liderazgos de todas las posiciones.
Se asegura que de tiempo atrás, en América Latina se vive un movimiento rupturista antes encabezado por las cúpulas militares y hoy sustituidos por grupos ciudadanos. ¿Qué son, en su opinión, los “golpes sociales”?
Esto viene determinado por una razón que me parece noble, que corresponde a la conciencia o a un despertar de las sociedades desde hace ya tiempo en vista de que ni el sector Estado, ni el sector gobierno le responden a la sociedad y por otro lado tampoco le responde lo que pudiéramos llamar el sector mercado; entonces surge esto que pudiéramos llamar el “tercer sector social”, algo que pudiéramos llamar como la sociedad en defensa propia en vista de que la clase política ni las instituciones del Estado le responden a las demandas sociales y obviamente el mercado tampoco le responde a las demandas sociales.
Los “golpes sociales” tienen que ver mucho con una sociedad desencantada, con una sociedad que busca resolver sus problemas, sus temas, acentuando un punto que me parece clave. Se llama el tercer sector porque ni tiene un afán de lucro ni tiene tampoco un afán de lucha por el poder político. Creo que tiene una agenda básicamente en función de sus reivindicaciones sociales, mayor bienestar, mayor salud, mayor educación, mejores servicios, generación de empleo, pero no están en búsqueda de posiciones de poder político.
Sin embargo, la expresión golpe social no es la más afortunada, porque me parece que lo equipara con el golpe militar, y es como una asonada desde la sociedad. No creo que los procesos democráticos respondan a lo que llamemos golpes sociales; improvisando un poco, sería el autoritarismo desde la sociedad.
Ver hacia el futuro
Existe mucha preocupación ahora que estamos en épocas electorales, donde arrecian las campañas de guerra sucia, que se habla de una importación de movimientos sociales incluso de izquierda, pero que también pueden importar fuertes cargas de violencia.
Desde un punto de vista académico, en mi caso desde la Universidad Nacional Autónoma de México, donde estamos estudiando este tipo de movimientos, observamos también que esto que usted llama “la izquierda” nos parece que debería dar pasos, al menos así ocurre en algunos lugares en los que la izquierda se esfuerza por mirar hacia delante y no precisamente por mirar hacia atrás.
Sobre todo porque una izquierda que mira hacia atrás inquieta mucho a la sociedad; una izquierda que mira hacia atrás se encuentra con un pasado de guerrillas, de lucha armada, de confrontaciones, de violencia, que obviamente inquieta mucho a las sociedades de hoy.
La importación de ideas progresistas o de izquierda debe ser con la vista puesta más en el mundo de hoy y hacia el futuro, no tanto hacia el pasado por estos contenidos que tiene la izquierda cuando se remite al pasado.
Y más cuando ya está vinculada a procesos electorales que están resultado tan ríspidos.
Más todavía, porque es una de las cosas que reclaman las sociedades de nuestro tiempo en América Latina, sobre todo donde la violencia ha sido muy consustancial a nuestra luchas políticas, de hecho está presente en la literatura todo el tiempo.
Las sociedades de hoy en América Latina lo que quieren es un ambiente de democracia, de tolerancia, un ambiente de pluralidad, un ambiente de lucha civilizada. Me parece que en este terreno la experiencia chilena es muy aleccionadora porque el golpe militar en Chile hace 40 años —perdóneme que me refiera a eso— se derivó justamente de un ambiente de intolerancia exacerbada, de lucha y de odios; de sectarismos y dogmatismos y, por supuesto, también, de parte de la izquierda chilena que estaba en el poder, que se cerró a todo y se radicalizó de tal manera, que fue ése uno de los factores, como dicen los estudiosos, que desencadenó el golpe militar.
Lo interesante es que 16 años de dictadura nos dejaron a los chilenos una gran lección, y la lección tras la caída de Augusto Pinochet fue muy clara: iniciar un gran proceso de diálogo y concertación para la democracia, tolerancia en una palabra y de aquí nació el Chile con instituciones sólidas, con pleno sentido de la realidad como es el Chile progresista del expresidente Ricardo Lagos o el Chile también progresista de Michelle Bachelet.
El odio y la intolerancia para los chilenos tenía que quedar atrás; yo creo que ahí están los resultados de una transición que fue capaz de superar esa confrontación.
Agenda social
En las elecciones que estamos viviendo preocupan mucho las campañas de odio. Sabemos que los jóvenes tienen razón en muchas de sus demandas, lo que preocupa es que estas demandas se utilicen electoralmente y sean canalizadas de otra manera.
Me ha parecido enormemente alentador y estimulante ver que los jóvenes de pronto tienen mucho interés de participar en la política y ese despertar resulta muy positivo, muy alentador.
El movimiento tendrá mucho que andar todavía para madurar, para irse consolidando; sobre todo, si quiere trascender no debería perder de vista, lo digo con mucho respeto, no debería perder de vista su agenda social.
Soy de los que piensa que el movimiento estudiantil que están haciendo muy promisoriamente se partidiza, y creo que está cavando anticipadamente su tumba.
En el trabajo de las estrategia electorales que llevan a cabo los partidos está presente la participación de los asesores extranjeros. Recientemente, en el caso de Andrés Manuel López Obrador llamó la atención uno de ellos, el uruguayo Luis Costa Bonino, y se habla de un chileno, Marco Enríquez Ominami, aunque luego éste señaló que no participaba con AMLO pero ¿cuál es la historia de este hombre?
Yo participé en Chile para la elección de 2010, hace un par de años, fui como observador y me pude dar cuenta del papel que desempeñó este joven Marco Enríquez Ominami que resultó a la postre muy negativo para la concertación chilena.
El levantó desde el interior de la concertación su candidatura presidencial por encima de los acuerdos con los demás aspirantes y partidos de este bloque que estaba en el gobierno.
Finalmente, aunque fueron pocos los votos que este joven obtuvo, pero fueron suficientes para que fuera derrotado el gobierno de Michelle Bachelet y ganara Sebastián Piñera.
El papel que jugó el joven Marco Enríquez Ominami resultó muy negativo, diría yo, para la coalición que fue capaz de llevar a cabo esa transición con resultados tan positivos, que son los que se conocen en el mundo entero.
En algunas informaciones se ha señalado que es experto en movilizaciones estudiantiles.
No, él no es un líder estudiantil. El es hijo de quien fuera un líder estudiantil muy importante en Chile, hace 40 años, fue el fundador del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, quien también desempeñó un papel digamos importante en el gobierno de Salvador Allende, en tanto buscó radicalizar el gobierno de Salvador Allende hacia la izquierda y terminó polarizando la sociedad.
En ese contexto surgió también el golpe militar. Este joven Miguel Enríquez, papá de Marco Enríquez Ominami, murió precisamente durante los días del golpe militar en un enfrentamiento armado con las fuerzas militares. El estaba por la lucha armada.
Sin embargo, Marco Enríquez tuvo un proyecto de cineasta, porque tengo la impresión de que tampoco ha terminado la carrera; no conozco cuáles son sus obras como cineasta, creo que no existe algo muy destacado. Más bien es un joven con un proyecto muy personal en materia política.
Hoy día si usted revisa lo que pasa en Chile, se dará cuenta de que es un proyecto en torno a él, un proyecto tan personal, tan mesiánico que no dudó en romper la coalición de la que formaba parte, pasando por encima de las aspiraciones de otros de sus compañeros. El movimiento estudiantil chileno está muy bien delineado, muy bien dirigido, sobre todo por un liderazgo que no tiene ninguna duda, que es el de Camila Vallejo.