Patricia Gutiérrez-Otero
En este clima electoral es difícil evitar hablar de las elecciones. Incluso la gente que, como yo, es apartidista, con tendencias más bien anarquistas, pensando el anarquismo como utopía movilizadora hacia un ideal de ser humano capaz de dominarse a sí mismo para convivir en sociedad, sin la necesidad de autoridades, castigos, represiones, no puede no sentirse implicada en este bullicio y tampoco puede dejar de tomar partido. Es el momento en que la ciudadanía organizada tiene la oportunidad de transformar este país en una verdadera democracia y sacarla de las manos de élites que no la han soltado. La oligarquía con sus sueños de ser primer mundo, con sus saqueos constantes, con su corrupción y la impunidad que la acompaña está dominada por grandes intereses económicos que, aparentemente, según el destacado analista Alfredo Jalife, ya no son sólo “nacionales”: México es más que nunca el traspatio indispensable para Estados Unidos. Calderón nos siguió vendiendo, y si los mexicanos lo permitimos, el próximo gobierno le pondrá una estrellita a nuestra bandera nacional.
¿Quién sigue creyendo en el neoliberalismo en México? Los que se ven beneficiados por él. Los que presumen que tenemos grandes reservas nacionales. Los que quieren seguir privatizando bienes nacionales para afianzar su poderío y riqueza. Sin embargo, olvidan que el México profundo está profundamente molesto y que cuando golpea hace sangrar. Olvidan que hay una juventud que está más consciente de la situación y mucho más organizada gracias a las redes sociales donde circula información que no aparece en el gran duopolio de la comunicación, principal reclamo del movimiento #yosoy132: libertad de expresión, veracidad en la información, encuestas no arregladas al gusto del cliente… Los medios de comunicación tradicionales se han visto desbordados por lo que hace todavía dos décadas no se podía prever: el poder de información y movilización que se ha logrado gracias a la red. Han intentado cooptarla, lanzando a sus huestes para intervenir en ella. Pero las redes sociales se han mantenido, sostenidas por miles y miles de cibernautas, jóvenes y menos jóvenes, cuya molestia es grande ante el circo electoral. La responsabilidad de los que tenemos acceso a ella es bajar esa información entre aquellos que por carecer de Internet (aunque, ¡vivan los cibercafés!), que por rango de edad, por falta de tiempo, por analfabetismo no tienen acceso a ella. El maravilloso Rius ya ha sacado al menos dos caricaturas para que las fotocopiemos y distribuyamos.
Hablando de redes y analfabetismo. Quiero pedir al próximo presidente legítimo que, aun antes de soñar con que todos los mexicanos tengan acceso a Internet, lance una campaña de alfabetización como la que tuvo lugar en Nicaragua tras el triunfo de la revolución sandinista. Todos los que sabemos leer y escribir podemos alfabetizar. También quiero pedirle que tenga un asesor de alto nivel para asuntos de ecología, sostenibilidad, descrecimiento. No estoy segura que construir una carretera en la sierra de Chiapas sea una buena idea: destruirá el ecosistema y las estructuras de vida de las comunidades. Estamos en una crisis sistémica y necesitamos encontrar, con mucha imaginación, otra manera de vivir. El paradigma neoliberal nos ha destrozado.
Además, opinamos que se respeten los Acuerdos de San Andrés, se haga justicia en el caso de la guardería abc, se sigan salvando las tierras de Wirikuta, se atiendan a las víctimas de la guerra contra el narco, se ponga un freno a los monopolios en México…
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