Honestidad
En memoria del arquitecto Jorge Legorreta Gutiérrez.
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
Legado fundamental para la ética política se encuentran en los ensayos del insigne filósofo republicano español Adolfo Sánchez Vázquez, afincado en nuestro país y cuyos aportes se desvanecen en un delibrado olvido impulsado por el inmoral pragmatismo que gestó la incertidumbre que agobia a nuestra sociedad.
La búsqueda de respuestas sociales a los interrogantes y rechazos provocados por la consolidación de patrones de corrupción se ha expresado vigorosamente como factor del descrédito de la clase política mexicana.
Este sentimiento se sintetizó en la capital del país a través de la exigencia colectiva de honestidad como compromiso fundamental de parte de los candidatos a gobernar el Distrito Federal, fundamentalmente sus delegaciones.
Muchos capitalinos coinciden en señalar que desde 1997 en la ciudad de México se ha consolidado un régimen democrático que transformó a favor de la sociedad la relación entre gobernados y gobernantes, a pesar de los escollos —fundamentalmente presupuestales— a los que ha sido sometido el gobierno capitalino por los poderes Ejecutivo y Legislativo federal.
No obstante ello, los programas de inclusión y justicia social, así como los avances en conquista de derechos y libertades, entre ellos la protección a los grupos vulnerables, han hecho —junto a las obras de infraestructura— de la capital del país un verdadero espacio de vanguardia.
Sin embargo, inmorales prácticas de corrupción en vía pública, en el otorgamiento de usos de suelo, de licencias de construcción, de funcionamiento y de adquisiciones han ensombrecido los avances de los gobiernos de izquierda, contraviniendo el principio ético de honestidad contra la corrupción, que el doctor Sánchez Vázquez señaló como principio deontológico de las izquierdas, causando con ello un grave daño a la confianza que debe regir a la vinculación entre un gobierno de izquierda y sus gobernados.
Tras 15 años de opción de gobierno, la lucha en contra de la corrupción es, sin género de dudas, asignatura pendiente de las izquierdas y la exigencia vecinal y sectorial por cumplir con ese principio ético-político impregnó las campañas delegacionales en este 2012, a tal grado que todos los candidatos presentaron compromisos para satisfacer esta justa demanda social.
Mientras que el futuro delegado de la Cuauhtémoc, Alejandro Fernández, se comprometió —ante vecinos en el Parque México— a crear una comisión delegacional de buen gobierno y anticorrupción, el asambleísta y próximo delegado de Alvaro Obregón, Leonel Luna, propuso instaurar la figura de interventores ciudadanos, a fin de dar certeza vecinal y sectorial a las acciones de gobierno y otros jefes delegacionales.
Todas las propuestas son buenas, pero serán viables sólo sí los servidores públicos electos apliquen a su vida personal y pública, y a la de sus subalternos, el precepto romano —atribuido a Julio César— de no sólo ser honestos, sino además parecerlo.

