Cinco amenazas penden sobre los Juegos Olímpicos
Bernardo González Solano
El viernes 27 de julio —al 12 de agosto— se inaugurarían los XXX Juegos Olímpicos de la modernidad en Londres (la vetusta Londinium romana, nombre de origen celta que significa “por donde fluye el oro”, fundada alrededor del año 43 DC), la única ciudad que ha sido sede de las Olimpiadas en tres ocasiones: 1908, 1948 y en 2012.
Hace 104 años, los juegos de la capital del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte se consideraron los juegos del progreso, en los que aparecieron nuevas categorías y deportes: los relevos, las cinco y diez millas de marcha. En la natación, los 100, 400 y mil 500 metros libres, 100 metros de espalda, 200 braza y relevos masculinos. Y se incorporaron a la lista olímpica el hockey, el polo y el tenis.
Los de 1948 representaron la esperanza, la fuerza y la fe de un pueblo que seguía en pie pese a la lucha armada, la muerte de más de tres millones de sus ciudadanos —soldados y civiles— y la destrucción de muchas de sus ciudades durante la Segunda Guerra Mundial. Este país se sobrepuso a la histórica frase del legendario Winston Churchill cuando en la Cámara de los Comunes, en 1941, ocho meses después de haber comenzado la guerra contra la Alemania nazi, dijo: “I have nothing to offer but blood, toil, tears and sweaf” (“No tengo nada que ofrecer más que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”).
Historia olímpica
Sin embargo, en la urbe londinense también hay miedo. Miedo por varias razones, y no sólo porque los “guerreros santos” de la Jihad islámica puedan cometer una barbaridad. Septiembre negro no se olvida, como tampoco los atentados contra el Metro y otros transportes en la capital inglesa hace pocos años.
Ahora, la nueva Olimpia, se encuentra en varios dilemas: esforzándose entre los modernos estadios y los edificios para alojar a los atletas de 204 países participantes; con el júbilo y la expectación que generan estos juegos que nacieron en el años 776 AC y el 25 de noviembre de 1892, en la Sorbona, en París, Pierre de Coubertin pidió el restablecimiento de los Juegos Olímpicos que Teodosio I había suprimido en el año 393 DC.
En 1896, se realizaron las primeras Olimpiadas: 241 atletas (ninguna mujer) de 14 naciones compitieron en 43 pruebas de 9 deportes. Ahora, por primera vez en la historia olímpica, hay atletas femeninas en todas las delegaciones, incluidos los países árabes. Londres-Olimpia 2012 son los Juegos Olímpicos más femeninos de la historia porque suponen el 46% del total: 4,850 deportistas. Este número supera al 42% tan publicitado de la Olimpiada de Pekín, en 2008. En Londres competirán desde mujeres atletas a gimnastas, y también boxeadoras, porque el boxeo femenino ya se equipara al de los hombres. Cosas de los tiempos.
Mientras tanto, desde la Olimpiada de 1920, en Amberes, se ha mantenido como lema del Comité Olímpico Internacional, la frase latina Citius, altius, fortius (“mas rápido, más alto, más fuerte”), atribuida a Pierre de Coubertin, así como la expresión “lo esencial, es participar”. La verdad es que no fue autor ni de una ni de otra. Ambas fueron inspiradas por un sacerdote dominico, un hombre al servicio de Dios, Ethelbert Talbot, obispo de Pensilvania.
Una obsesión: la seguridad
Aparte de que el costo de todo el proyecto arquitectónico en Londres ha superado por un factor de cinco el presupuesto inicial y ascenderá a unos 13 mil millones de euros, hay otro tema que obsesiona a los ingleses: la obsesión por la seguridad marcó la candidatura olímpica que ganó la víspera de los atentados terroristas de la Jihad islámica en Londres el 7 de julio de 2005. Desde aquel fatídico día, como desde el 11-S de 2001, los londinenses como los neoyorquinos no han podido desterrar de sus sueños la pesadilla de los actos terroristas. En la Olimpiada del 2012, sucede algo similar.
Así, el gobierno inglés lo niega: “Será un evento deportivo con una gran operación de seguridad vinculada, y no una operación de seguridad con un gran evento deportivo al lado”, afirmaba el primer ministro, David Cameron, en marzo último.
Londres pretende mantener durante los Juegos Olímpicos 2012 “la principal característica de su estrategia de seguridad: la invisibilidad”. La obsesión en clara. No podía ser de otra manera. Los atentados de 2005, con un saldo de 52 víctimas mortales en Metros y autobuses londinenses, dejaron huella. Por esto, los organizadores no dudaron en duplicar el cálculo de necesidades a fines de 2011, a la luz de los resultados de las primeras pruebas reales de seguridad.
El presupuesto de seguridad en las 34 sedes olímpicas repartidas en el país pasó de 330 millones de euros a 640 millones. Y el ejército de agentes necesarios de 10 mil a 23 mil 700. La decisión puso en apuros a G4S —una de las mayores compañías de seguridad privada del mundo—, concesionaria de un contrato de 360 millones de euros para aportar el componente privado de la operación.
Policías y soldados
A pocos días de la inauguración, G4S reconoció que no tenía el tiempo suficiente para reclutar 13 mil 700 agentes privados, lo que obligó al gobierno a movilizar a 3 mil 500 soldados más. Con los 12 mil agentes policiacos que se calcula habrá en la calle todos los días de las competencias deportivas, al final serán 17 mil militares los que tomarán parte en el plan de seguridad de los Juegos Olímpicos, es decir lo doble del contingentes británico en Afganistán.
Alrededor de 11 mil soldados se encargarán de tareas que han irritado al Ejército, como el control de accesos y la revisión de bolsas y paquetes en las entradas. Hace cuatro años, en Pekín, se emplearon 100 mil soldados y policías, apoyados con más de 300 mil cámaras de seguridad.
Cinco amenazas
Elaboró el análisis de riesgo de los Juegos Olímpicos la dirección de terrorismo del Ministerio de Interior británico. El estudio identifica cinco amenazas: terrorismo, crimen organizado y conexiones criminales y económicas de las mafias internacionales en el Reino Unido; grupos extremistas locales; posibles desórdenes públicos y protestas callejeras de manifestantes anticapitalistas o de grupos radicales islámicos o xenófobos; e, incluso, grandes accidentes o desastres naturales.
En un reciente informe de Chatham House, titulado “Los juegos de la in(seguridad)”, escriben Barrie Houlihan y Richard Giulianotti: “El terrorismo está considerado firmemente como la amenaza más seria a la seguridad en los Juegos”.
La sutileza de la concepción de la seguridad en el Reino Unido es muy grande, y comienza en el manejo de las masas populares. El flujo de viajeros en las estaciones de tren y Metro se manejará con vallas y empleados. En muchas estaciones se entrará sólo por un acceso y se saldrá por otro. También se encuentra el eslabón “invisible” de la “fortaleza Londres”: las cámaras de seguridad de circuito cerrado. Se desconoce su número, pero más de 3 mil personas fueron así identificadas y procesadas por los disturbios del verano pasado.
El Gran Hermano vigila
El centro neurálgico del “big brother” londinense —George Orwell no estaba equivocado, sólo falta conocer al Winston Smith, el funcionario del Ministerio de la Verdad de la novela 1984— está en la sala de control del distrito de Westminster, en un edificio identificado en Picadilly Circus. Escáneres, tecnologías nuevas de reconocimiento facial y de matrículas y sistemas de detección de enfermedades amplían la telaraña de seguridad. Houlihan y Giulianotti hablan de “hiper-seguridad”, que describen como el desarrollo —tras la bomba en Atlanta 96 y el 11-S— de una cultura de extrema aversión al riesgo y de asignación de recursos en función, no de la probabilidad, sino de la posibilidad de una amenaza”.
En fin, los aspectos más visibles y disuasorios en esta Olimpiada serán los misiles de tipo Starstreak —capaces de derribar un helicóptero— instalados en azoteas del Este londinense, lo que motivó algunas demandas de vecinos descontentos con el hecho de tener una batería de cohetes en el techo de la casa. Además, cazas tipo Typhoon estarán en alerta permanente en la cercana base de Norfolk para interceptar cualquier amenaza.
Y, en el Támesis, el portaaviones HMS Ocean ofrecerá una de las estampas más disuasorias del operativo. El Ministerio del Interior explicó: “El componente militar en la seguridad olímpica es una práctica estándar”.
Y el profesor Stephen Graham, en su libro Ciudades asediadas, escribe: “La importancia simbólica y el prestigio de los Juegos para las ciudades y las empresas supone que nociones tradicionales de proporcionalidad han sido abandonadas”.
Para que nada quede a la casualidad, no lejos del estadio olímpico, en un rascacielos del distrito financiero de Canary Wharf, un batallón de 450 guardianes de la tecnología vela porque la celebración de los Juegos Olímpicos sea un éxito. Nada puede fallar.