Marco Antonio Aguilar Cortés
Enrique Peña Nieto ha ganado la elección para ser presidente de México a partir del primero de diciembre de este 2012, y asumirá el cargo, por 6 años, teniendo desde ahora, frente a sí, una larga lista de problemas severos de toda naturaleza.
El primero de esos conflictos corresponde a esta etapa poselectoral, ya que mientras la autoridad federal en la materia califica a Peña Nieto de candidato ganador, Andrés Manuel López Obrador pasa, de candidato del PRD con sus coaliciones, a juez electoral de su propia contienda, resolviendo, unilateralmente, que todo el proceso federal fue un gran fraude de tipo cibernético, por la inequidad y por los caudales de dinero gastados.
Al grupo Yo Soy 132, que inició como una natural protesta estudiantil, ahora lo manipularán como un movimiento provocador dispuesto a poner los muertos, a efecto de incendiar el país.
López Obrador ha emitido varios mensajes al pueblo de México desde que conoció su derrota, y tanto él como sus operadores tratan de enardecer a sus compañeros de viaje, los que corean: “¡Presidente!, ¡presidente!; si hay imposición habrá revolución”.
El candidato del PRD viene repitiendo, con rostro contraído y palabra pausada: “Hay información que nosotros tenemos que indica otra cosa de lo que se dice oficialmente. Vamos a esperar los resultados definitivos, pero ya sabemos que no hubo la equidad que establece la Constitución en este proceso. Es del dominio público el dinero a raudales que gastó Peña Nieto. Todavía no está dicha la última palabra. De todo corazón a quienes me hayan apoyado, quiero decirles que vamos a estar a la altura de las circunstancias, que voy a representarlos como lo merecen los ciudadanos que han confiado en nosotros. No vamos a actuar de ninguna manera en forma irresponsable…”
Es del conocimiento de todos que tanto Josefina Vázquez Mota como Gabriel Quadri de la Torre, cada uno por separado, aceptaron expresa y públicamente que no ganaron y, de manera tácita, reconocieron como triunfador de la contienda a Enrique Peña Nieto, candidato del PRI.
López Obrador, a contrapelo de los demás, califica el proceso electoral de fraudulento, después de haberlo aceptado como válido expresamente con su firma, de manera pública y ante el Instituto Federal Electoral.
Al no ganar, resuelve que “no hubo la equidad que establece la Constitución en este proceso; y que es del dominio público el dinero a raudales gastado”.
Respecto a la “equidad”, debemos señalar que en términos absolutos no existe en toda la realidad de la vida humana; y en el caso concreto de que se trata, esa inequidad relativa en muchos momentos operó a favor de Andrés Manuel. No puede ni debe olvidarse que él inició su campaña desde que se autoerigió como “presidente legítimo” en el 2006, y la concluyó apenas hace algunos días. Cosa que no aconteció con los demás candidatos presidenciales en esta jornada del 2012.
Y sobre al “dinero a raudales” que se gastó en esta contienda electiva que recién termina, todos obraron como derrochadores, manirrotos y profusos, con el dinero de un pueblo necesitado de empleo y urgido de seguridad y justicia; y más gastador fue Andrés Manuel, con tanto acarreo para llenar plazas durante el largo tiempo de su campaña, en más de 4 mil municipios, según su propio decir.
Es cierto que nunca está dicha la última palabra; además, habrá que esperar los términos legales, y el duro pataleo poselectoral. Pero lo que resulta claro es que se ha esfumado el candidato del amor, y sólo existe el obrador del desmadre.
