Alberto Híjar

 Memoria y testimonio es el título de la exposición de fotografías de Pedro Valtierra también calificada de fotorreportaje. Incluye fotos, carteles, revistas y periódicos de los ochenta, tiempos en los que fundó la revista Cuarto Oscuro (1986) y llega hasta los tiempos de Fox y Calderón. La necesidad de dar a entender crímenes de Estado, desastres, guerras y movilizaciones populares, deja un resquicio para el buen humor concretado en una toma del Secretario de Gobernación Gómez Mont tras un pódium donde sonríe mientras una edecán agachada mete manos tras el mueble a la altura del bajo vientre del regordete funcionario. A diferencia de este registro intencionado, algunas secuencias aclaran el antes y después como en el caso de El Balazo en medio de una reunión de nicaragüenses evidentemente aterrorizados ante la mujer y el cadáver.

Hacer memoria es construir el aura del acontecimiento no por efímero insignificante. Los mineros de Real del Monte desnudos pero con cascos y botas, marcan una manera de manifestarse imposible de ignorar. Valtierra los fotografió en su primera acción luego repetida en la Cámara de Diputados. Los cuerpos nada atléticos hacen de la desnudez una denuncia que los dota del aura proletaria en desgracia. Separado de las series, hay un constante enfoque de la intensidad social que conecta las situaciones de guerra saharahui, en Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Chiapas al igual de la precariedad de los campamentos de refugiados en Haití o Centro América. Un alambre de púas donde posa su mano escorzada un campesino o deja ver a un niño triste, es suficiente para acentuar la desgracia atenuada por la ternura de la mujer con su gato bien abrazado mientras mira a la cámara.

Hay fotos en el umbral del esteticismo como las de los saharahuies como bellísimos rostros femeninos a medio cubrir por el velo o por la toma de los rastros geométricos de la arena en el desierto por donde pasa un tanque de guerra vigilado por un combatiente armado. La síntesis informativa cuenta con la dimensión estética, al igual que ocurre con las fotos reproducidas en carteles y portadas de revistas por su profunda elocuencia como la del guerrillero de ORPA camuflageado como árbol o la titulada Idalia en homenaje a la compañera descrita por Silvia Solórzano Foppa, la hija de la poeta Alaide Foppa desaparecida tanto como la dulce escritora que la fue a buscar a Guatemala. La adusta belleza de la fotografiada con su arma en el costado, cumple con esa ubicación en el umbral de la complacencia sentimental sin más, para dar a entender todo lo que implica ser joven, bella y revolucionaria en armas. Una sala con fotos a color incluye la amplificación de un grupo de mujeres indígenas con y sin capucha armadas con palos enhiestos en Chiapas. También amplificada, la celebre foto del soldado grandote empujado por la mujer de la base zapatista con sus compañeras que hacen lo mismo, sintetiza lo disparejo del choque entre un ejercito regular y uno crecido valiente en el pueblo.

 Las movilizaciones de maestros en México, la de la toma de posesión de Miguel de la Madrid con el cadáver de una paloma blanca en el primer plano, la furia contra el sátrapa haitiano Jean Claude Duvalier, el éxodo de cubanos por el Puerto de Mariel rumbo a Miami en alto contraste con los letreros de repudio y afirmación patriótica pintados a mano, se enriquece con el asombro ante el ciclista en marcha por el malecón de La Habana con su perro parado en el eje de la rueda de atrás y afianzado con sus patas delanteras a los hombros del conductor. La serie sobre los menonitas de Chihuahua logra comunicar la articulación entre el trabajo y la vida cotidiana que construye comunidades, algunas tan pobres como los tarahumaras o tan festivas como el pueblo de Tlacotalpan.

 El aura dramática es comunicada como represión contra el pueblo doliente en los funerales de Monseñor Oscar Arnulfo Romero o en la protesta contra el asesinato del querido medico Hugo Spadafora significado también por la foto de un anuncio de la película Nacidos para matar en una calle de Costa Rica. Ahora que ya no hay triunfos populares, es bueno recordar el júbilo por la huida de Somoza concretado en la toma de un combatiente feliz bañándose en la tina del dictador con un escolta alerta a su lado. Registrar las pintas jubilosas, incluir la revista desplegada con el título terrible de “Vamos a matar o morir” de la narración sobre Idalia, exige tener presente lo duro de las luchas libertarias.

   El terremoto del 85 con sus ruinas y sus héroes organizados para el rescate de sobrevivientes, es un hecho articulado a la vida en Tijuana y en las fronteras burladas por los migrantes desesperados, todo lo cual ha sido reconocido con el Premio Nacional de Periodismo en dos ocasiones y con premios más importantes y menos manipulados como el de Casa de las Américas de Cuba en 1983. Hay que ver la exposición de Pedro Valtierra en el Centro Cultural Tlatelolco a un lado de la Plaza de las Tres Culturas, en un sótano vecino a las salas dedicadas al 68. Atinada ubicación, excelente montaje para la memoria histórica.