Ensayo sobre la lucidez

Guadalupe Loaeza

No cabe duda que José Saramago (1922-2010) es una referencia indispensable para todo tipo de temas. A él le podemos interrogar acerca de la justicia, de los derechos humanos, del amor, del tiempo, de la naturaleza humana y hasta de la democracia.

En días como los que vivimos, la voz de Saramago es fundamental, porque en sus novelas se imaginaba escenarios posibles de la realidad, se imaginaba otras realidades para poder juzgar mejor el mundo que tenemos.

Este maravilloso novelista portugués era tan generoso que se ofrecía para hacer prólogos, recibir periodistas en su casa, pero, sobre todo, para visitar a los pobres, los indígenas y los excluidos de todo el mundo. Entre sus admiradores se encuentran la izquierda y los movimientos sociales. Pero también tenía sus enemigos, entre ellos se encontraba la Iglesia y el gobierno de Portugal, pues no tuvo concesiones a la hora de escribir.

Los jóvenes de hoy, los que están en el movimiento Yo Soy 132, también se encuentran entre sus seguidores. De ahí que en muchas calles de la ciudad se encuentren pintadas algunas de sus frases: “Vivimos en un mundo que no debate sobre la democracia, que hoy está en estado de putrefacción”; “la derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva”; “dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre y eso es lo que realmente somos”.

Puede decirse que muchas de las novelas de Saramago son fantásticas, pero todas ellas esconden una verdad política. En esta ocasión, nos referiremos a Ensayo sobre la lucidez, publicada en 2004 y traducida por su esposa, la inteligentísima periodista española Pilar del Río.

En esta novela escrita en sólo 11 meses, se imagina que el día de las elecciones los habitantes de una ciudad anulan todos sus votos. Puede decirse que Ensayo sobre la lucidez es el complemento de Ensayo sobre la ceguera (1995).

De hecho, ambas novelas ocurren en la misma ciudad, sólo que en la primera todos los habitantes quedan ciegos, con excepción de una mujer, la esposa del médico, que nunca pierde la vista. Estos personajes de pronto empiezan a ver toda la realidad blanca, como si estuviera nublada por algo “lechoso” que poco a poco los empieza a volver ajenos a su humanidad y a volverlos poco solidarios entre sí. Como decía Saramago: “Lo que de veras está ausente en esta novela es la razón”.

En Ensayo sobre la lucidez, muchos habitantes deciden anular su voto. El gobierno se alarma tanto que decide repetir las elecciones, pero el resultado es todavía peor, porque en el segundo intento, el 83 por ciento de los electores anula su voto. Así que el gobierno de esta ciudad imagina un complot y comienza a buscar culpables. Ese gobierno no comprende que ese voto en blanco pueda ser espontáneo, sino que a fuerzas busca un culpable.

¿Qué es lo que pretende Saramago con esta historia?, ¿por qué toda una ciudad decide no elegir? Leamos lo que escribió el novelista al respecto: “Intento ir a la raíz de las cosas. La democracia no se puede limitar a la simple sustitución de un gobierno por otro. Tenemos una democracia formal, necesitamos una democracia sustancial”. Sí, lo que más preocupaba a Saramago era la ausencia de una democracia real. Para él tenemos el enorme riesgo de vivir una democracia falsa, que nada más consiste en contar votos.

“El término democracia se ha desgastado”, decía con todo el pesimismo del mundo. Era un pesimista, pero si alguien nos proporciona confianza es él, por su inteligencia y su lucidez. Y, sobre todo, porque muy pocos escritores tienen esa perspicacia para cuestionar las verdades de todos los días.

Cuando Saramago presentó este libro, sus críticos se alarmaron y escribieron que se trataba de una “aberración política”. Sin embargo, las palabras del Premio Nobel fueron muy contundentes: “La democracia está secuestrada por el poder económico multinacional. En mi novela dejo en claro la corrupción que ataca a la democracia y la manipulación que padecen los medios de comunicación”.

Sí, la novela de Saramago es una metáfora de cómo el pueblo puede poner nervioso a su gobierno. Estoy segura que escribió este libro para decir a los gobiernos que toda su eficacia depende de que tengan el respaldo de los habitantes.

¿Qué diría Saramago de las elecciones del pasado primero de julio en México, qué escribiría sobre la compra del voto? ¿Qué diría de la iniquidad entre las campañas de los diferentes partidos políticos? ¿Y qué habría pensado sobre el crecimiento de la izquierda en los pasados comicios?