Entrevista a Elena Azaola Garrido/Investigadora del CIESAS

Irma Ortiz

Una de las raíces de la violencia que hoy padecemos tiene que ver con las insuficientes políticas, sociales y económicas para reducir las desigualdades.

Hace falta una mayor articulación de estas políticas con las de seguridad que permitan un amplio consenso social, señala la especialista en seguridad Elena Azaola Garrido, psicoanalista, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología Social, quien publicó recientemente un estudio en la revista Nexos, titulado “Violencia de hoy, violencias de siempre”, donde explora los factores sociales que han permitido el incremento de la violencia en nuestro país.

Frente a las expectativas que representa un nuevo gobierno y que enfrentará serios desafíos en la materia, Azaola Garrido —autora de más de unos 75 trabajos entre libros y artículos que giran en torno a problemáticas como la violencia, seguridad y derechos humanos— habla a Siempre! sobre este artículo y propone al virtual ganador de los comicios del primero de julio centrarse en políticas de seguridad distintas —no monotemáticas cuya única meta sea acabar con el crimen organizado— que realmente fortalezcan la condición social de nuestro país.

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A veces estamos tan abrumados por las cifras de violencia que nos avasallan día con día, que no nos da tiempo suficiente para reflexionar en cómo puede haber llegado la violencia a nuestro país en esta dimensión y profundidad de daños.

La violencia es un fenómeno complejo, hay muchas causas que deben mirarse con cuidado y entender que no todo puede ser explicado por el crecimiento de la criminalidad, su crecimiento debe ser entendido y comprendido.

Históricamente, México ha sido una sociedad donde el homicidio ha tenido altas tasas, que habían venido cayendo a lo largo del siglo XX, desde 77 por 100 mil habitantes. Al terminar la Revolución hasta 2005-2007 ya teníamos una tasa de 11 homicidios por 100 mil habitantes y nos colocaba en una tasa media a nivel de la región en América Latina. Hay países más violentos, hay con menos violencia y México estaba en los de en medio.

Sin embargo, de 2007 para acá, hay una regresión, vuelven a crecer las cifras de la violencia de manera muy impactante. La criminalidad casi no se mueve de esa manera tan abrupta, los cambios vienen siguiendo una línea y en nuestro país ha habido tasas muy pronunciadas.

Eso hizo que México cayera a nivel de la región, de estar entre países de violencia media a ser parte de las naciones de Latinoamérica con violencia alta, como Brasil, Colombia, Perú y más pronunciadas en El Salvador, Honduras y Guatemala.

 

Razones sociales

Entre las razones sociales que explican esta situación, propongo una mirada a cuestiones que hemos dejado correr a lo largo de mucho tiempo y que no han sido debidamente atendidas como el admitir, permitir y tolerar un alto nivel de violencia hacia los niños. Violencia que ocurre en las escuelas, la violencia de género; los feminicidios dicen mucho de lo que son las parejas, las familias en México y de cómo esta violencia escala a niveles tan graves como los feminicidios.

La tesis es que igual que como hay estudios donde se dice que un niño que maltrata es capaz de matar, por ejemplo que tortura animales, aquí hay que tener mucho cuidado. No está claro por qué ese niño manifiesta un síntoma que debe ser una llamada de atención, que busca que se le atienda y si eso no sucede, mañana escalará a niveles más altos de violencia.

Para que alguien mate de la forma en que se hace en el país, desmembrando, colgando cuerpos, quemando, destazando, baleando, es porque esas personas antes tuvieron que haber pasado por cosas muy terribles en su vida, que los han deshumanizado. Cuando la gente comienza a hacer esto y no tiene un límite, escala. La primera vez que lo hace puede ser que se sienta muy mal; la segunda, menos; la tercera y la cuarta ya es capaz de hacer cualquier cosa.

Sin embargo, también nos habla de la incapacidad de nuestras instituciones de policía y de procuración de justicia para hacer investigaciones adecuadas de crímenes y de responsabilizar a los culpables. Existe una corrupción enorme, una ineficiencia tremenda, una seria incapacidad.

 

Una crisis tras otra

Tenemos un sistema de justicia sumamente ineficiente, es una colección de factores que, sumados, se potencian. Atravesamos de una crisis económica a otra, una crisis política tras otra; ahora por una crisis de seguridad que también va escalando y desafortunadamente vemos que las medidas que se adoptaron durante el presente régimen, no lograron las metas propuestas.

Dijeron que las políticas de seguridad estaban encaminadas a detener esta situación, incluso la propaganda decía “para que las drogas no lleguen a tus hijos”. Si vemos lo que ocurrió en el sexenio, el consumo de drogas de los jóvenes creció. No es que las drogas no llegaran a tus hijos, llegaron más y hubo más niños y jóvenes que comenzaron a consumir drogas.

Hablaban de detener el tráfico de drogas y sabemos que las drogas siguen cruzando nuestra frontera, trayendo capitales enormes para los grupos delictivos, capitales que no está claro o no todos tenemos claro cómo circulan en nuestra economía. ¿Quién vigila que no permeen en la economía? Más bien da la impresión de que existen muchos intereses involucrados y una participación importante por parte de la clase política, por acción o por omisión en estos problemas.

Durante cuánto tiempo no se reformaron a fondo las instituciones de policía, las procuradurías. Hay reformas de nombre, superficiales y no de fondo, bien orientadas.

Donde quiero poner el acento es en todas estas cuestiones donde también el Estado ha fallado. No ha tenido programas apropiados para atender la violencia en la familia, en los niños y un caso emblemático es Ciudad Juárez.

Si uno analiza cuántas escuelas para jóvenes hay, la calidad de los servicios urbanos; cómo son esas maquiladoras que se establecieron, explotando a mujeres muy pobres que venían de otros lados de la república, sin protección. Ellas son las que también han sido víctimas de violencia, de feminicidios.

¿Dónde estaban los gobiernos que permitieron que esas industrias se asentaran, que no hubiera servicios apropiados, que no hubiera clínicas de salud, escuelas?

Hay que ampliar la mirada, por que eso ha generado en la gente desconfianza, resentimiento, baja respecto a las normas. También la gente se decepciona cuando ve que las autoridades son corruptas, que las autoridades se enriquecen y que no cumplen con sus funciones, se genera un sismo.

 

Desigualdad más violencia

Citaba en el estudio, una de las cosas que ha sido demostrada por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, donde dice que cuando tenemos en un solo país tasas de desarrollo equivalentes a los más altos niveles de países desarrollados junto con tasas de ingreso y de desarrollo que se asemejan a las más pobres del mundo, es como si tenemos a naciones como Suiza y el Congo conviviendo en un solo país ¿qué es lo que genera?

Sabemos que la desigualdad tiene una asociación directa con la violencia. Lo que genera en la gente es la sensación de que no hay reglas justas, no hay normas parejas para todos. ¿Cómo es posible que los otros acumulen de la manera que acumulan y cómo es posible que alguien, incluso quien tiene un trabajo honorable, no puede vivir dignamente con los ingresos que tiene?

Esa sensación de que no hay reglas del juego iguales para todos; que los que quieren evaden la justicia y que ésta no se aplica igual para todos, es lo que genera la desconfianza, el cinismo. En el fondo de las cosas, donde está el nudo de la cuestión y debe trabajarse para poder remontar el tema de la violencia, es en la cuestión de la condición social.

Hay déficit importantes en la desigualdad, los hay de muchos tipos en el ámbito educativo, que es otro de los grandes problemas, el empleo, la economía. Si se hubiera apostado mucho más por políticas económicas y sociales durante el actual régimen, se hubiera logrado más en términos de seguridad, no entendida sólo para combatir el crimen organizado.

Condición social

Si tenemos comunidades divididas, donde la gente no puede confiar en sus vecinos, ni los conoce, desconfía de todo mundo, cada quien jala para su santo, cada quien ve cómo se defiende, y así, no vamos a salir adelante.

No ha habido esa mirada de cómo construir juntos una sociedad, cómo edificar juntos una institución como la que queremos de procuradurías, de policías y otros organismos que nos defiendan.

Hacia allá es donde debemos lanzar la mirada y ser capaces de organizarnos; ser capaz la sociedad para exigir a un nuevo gobierno qué es lo que queremos, cómo lo queremos y aquí sí ha habido un avance positivo. Existe una sociedad más organizada, que aunque nos falta mucho, hay muchos más ciudadanos demandando.

Pero no debemos seguir empantanados, sólo hablando de violencia sino de las maneras de salir de ella. Hay experiencias valiosas de otros países que deben estudiase y adoptarse o adaptarse y así construir una sociedad nueva, que es a lo que debemos dedicarnos.

Cómo pacificar un país

Hay experiencias importantes en otras naciones que salen de situaciones de guerra o de conflictos internos, que tienen procesos de reconstrucción de paz, donde hay mucho que aprender. ¿Cómo se logra pacificar un país, cómo se logra perdonar a veces heridas tan profundas?, es el tema de la Ley de Víctimas y resulta muy lamentable que el jefe del Ejecutivo, a último momento, trate de desestimar esta ley que fue un acuerdo unánime por parte del Congreso.

Esta sería una de las maneras de pacificar el país, conocer esos daños, asumir la responsabilidad y que el Estado reconozca el derecho que las personas tienen a la justicia, a la verdad y a la reparación de los daños. El gobierno ha salvado su responsabilidad diciendo por qué el Estado tiene que asumirlo si son daños que ha provocado la delincuencia.

No son sólo daños provocados por la delincuencia, hay también agravios provocados por agentes del Estado. Aun suponiendo que fueran daños provocados por la delincuencia, es responsabilidad del Estado, porque es su obligación brindar seguridad a todos y si no la ha proporcionado tiene que asumir de responsabilidad que le toca. Tiene que perseguir a los delincuentes, pero con la ley en la mano, no eliminarlos como ha sido la política de este sexenio.

Lamento mucho que el presidente electo esté señalando que va continuar la política de seguridad, ésta debe ser ampliamente revisada, debe haber un giro importante para no colocar a los delincuentes como enemigos, como si no pertenecieran a la comunidad, para eso se manda a los militares, que no pertenecen a esa población, son delincuentes, pero pertenecen a nuestra sociedad. A ellos hay que perseguirlos con la justicia y con las leyes en la mano, no matarlos, no eliminarlos, como si fueran enemigos que pertenecen a otra comunidad política, sólo así podrán irse sanando las heridas y restablecer nuevamente lazos.

Espero que el nuevo gobierno emprenda realmente políticas distintas, las revise a fondo y sobre todo piense en la importancia de dar otra clase de respuestas a la sociedad, que fortalezcan la condición social en lugar de debilitarla y romperla.

Es muy importante para el nuevo régimen pensar en una mejor articulación y no centrarse en políticas de seguridad prácticamente monotemáticas. No hay un solo gobierno en el mundo que se haya propuesto como meta viable, asequible, trascendente, eliminar el crimen organizado, el tráfico de drogas.

Un gobierno tiene que tener por encima de cualquier cosa la protección de la vida de sus ciudadanos, el desarrollo del país, esas son las metas que deben buscarse, no la seguridad y menos de la manera que se le entendió en este gobierno.