No fue protagonista, ni arribista, ni narcisista

Guadalupe Loaeza

Sinceramente no lo creo. Es más, ni lo necesita. Así como está su imagen, creo que está muy bien. ¿Por qué necesitaría cambiarla? A mi manera de ver, hacerlo sería un error porque dejaría de ser ella. ¿A qué corresponde exactamente la imagen en una figura pública?

La primera vez que leí el término ima-go-lo-gía fue en el libro La inmortalidad de Milan Kundera. En él se refiere a los profesionales de la imagen, a los imagólogos. Mismos que existían desde hace muchos años. Hasta el mismo Hitler tuvo su ima-gó-lo-go personal, quien se ponía ante él y le enseñaba pacientemente los gestos que debía hacer durante sus discursos para fascinar a las masas. El dictador no sabía mover las manos. Fue gracias a su imagólogo que aprendió a utilizarlas para reafirmar las palabras de sus discursos y así poder convencer a las multitudes. Si entonces éste hubiera incurrido en una indiscreción y le hubiera comentado a algún periodista, que era gracias a él que Hitler sabía cómo valerse de sus gestos para que sus conceptos llegaran a la gente con más eficacia, seguramente no habría sobrevivido más de medio día.

Según Kundera, actualmente, el imagólogo no sólo no oculta su actividad, sino que con frecuencia habla en lugar de sus hombres de Estado, le explica al público lo que les ha enseñado y lo que ha logrado que olvidaran; cómo deberán de comportarse, de acuerdo con sus instrucciones; qué fórmulas utilizarán y qué corbata deberán llevar puesta.

No hay duda, la imagología ha conquistado en las últimas décadas una victoria histórica sobre la ideología. El autor de La insoportable levedad del ser afirma que la imagología es más fuerte que la realidad.

Tiene razón Kundera, no dudo que la imagen sea cada vez más importante, especialmente en los últimos años. Si algo le reprochaban sus detractores a la candidata socialista a la Presidencia de la República francesa, Ségolène Royal, era la reconstrucción de su apariencia física. Como François Mitterrand, ella también tuvo que limarse los colmillos, ponerse jacquets y corregirse el mentón. Eso demuestra lo frívola que es, decían.

Por su parte, a Nicolas Sarkozy siempre le recriminaban el hecho de que invierta demasiado dinero en sus trajes, en sus coches y en sus relojes. Se viste igual que sus amigos millonarios, comentaban no sin sarcasmo. Pero si algo consolidó el ex presidente de Francia fue proyectar, precisamente, una imagen de mandatario moderno preocupado por su silueta; de ahí que diariamente hiciera jogging.

Pero por lo que se refiere a Margarita Zavala, en honor a la verdad, siento que no requiere ningún tipo de construcción para verse más como primera dama. No lo necesita.

Me encontraba con Sofía y al ver ésta una fotografía de Margarita Zavala, vestida de la manera más sencilla, mi amiga exclamó: “Ay, Margarita se arregla como la típica ex alumna del Asunción, súper clásica, es de lo más conservadora. Ella siempre está muy en su lugar, siempre tiene el mismo peinado, pero sobre todo, la misma actitud de informal, hasta podría decir que de cool. Nadie podría negar que es de lo más low profile”.

“Y si sacan noticias de ella en el periódico —agregó mi amiga— no es porque ella busque las cámaras, son las cámaras las que la buscan y hasta con morbo, con ganas, exclusivamente, de encontrarle el prietito en el arroz. Mira, si algo le admiro a Margarita es que no sea nada protagonista, ni arribista, ni narcisista. Ella sí que a leguas se ve que no es nada gastadora. Que nunca lo ha sido”.

“En cambio, Mar-ti-ta, híjole —no paraba Sofía— ésa sí que era consumista compulsiva. Esa sí que cambió de look 180 grados. ¿Te acuerdas cuando se quitó el fleco y cómo de un buen día para otro apareció en las fotografías llena de botox? Yo, cada vez que la veía en la prensa, gritaba para mis adentros: «¡botox, por botox, arruga por arruga!» Ella sí que no salía de las boutiques como Chanel, Frattina y otras más que están en Presidente Masaryk. Me acuerdo que cuando se publicó el reportaje de la revista Quién respecto a las posibles primeras damas en la elección presidencial de 2006, la más sencilla y auténtica de las tres era precisamente Margarita. Claro que como esposa del presidente, es obvio que quiera cuidar su imagen. Está en su derecho”.

Continuaba Sofía con sus opiniones sobre Margarita:

“Además, a Margarita le importan otras cosas, no te olvides que es una profesional, es una abogada, que ha sido diputada federal a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Tiene una maestría, creo que en derecho. Dentro del PAN siempre fue muy apoyadora de las mujeres. Bueno, pero independientemente de su ideología, lo bueno es que ella no ha estorbado a su marido. Tengo la impresión de que le queda muy claro que la gente no votó por ella, sino por su marido. Te apuesto lo que quieras que Margarita sí sabe quién es la escritora india, Rabina Gran Tagora. Y otra cosa que tiene nuestra primera dama a su favor, es que afortunadamente sus hijos están todavía muy-muy pequeños como para hacer negocios chuecos… You know what I mean”.

¡Ah, cómo estaba animada Sofía cuando descubrió la fotografía por eso no dejaba de hablar y de hablar y de hablar.

Bien dice la frase que donde no hay publicidad resplandece la verdad.