Camilo José Cela Conde

Madrid.-Los avances técnicos han sido protagonistas a lo largo de medio siglo de cambios espectaculares en una ciencia, la arqueología, que se había entendido siempre como ligada poco más que a la aventura —aunque sólo sea por culpa de las películas de Indiana Jones. La puesta a punto de las técnicas de datación directa mediante el carbono 14 permitió obtener fechas convincentes allí donde antes sólo había especulación a veces temeraria. Ahora se añade la dimensión no temporal sino espacial. En un artículo publicado en los Proceedings of the National Academy of Sciences, con Arlen Chase, director del departamento de Antropología de la universidad de Central Florida (Estados Unidos), como primer firmante, se analiza el impacto que tiene en esa ciencia la técnica LiDAR (Light detection and ranging). Se trata de un láser que permite obtener imágenes tridimensionales y había sido empleado ya en multitud de aplicaciones, desde los modelos digitales del paisaje al escaneado superficial de necrópolis  —por referirnos al trabajo arqueológico. Pero lo que indican Chase y colaboradores supone un paso adelante en la medida en que el LiDAR permite penetrar en la selva obteniendo imágenes de lo que oculta la vegetación.
Cualquiera que haya visitado las zonas arqueológicas de Yucatán, México se habrá extrañado al comprobar cómo en una península completamente llana aparecen aquí y allá algunas curiosas elevaciones aisladas. No se trata de accidentes geológicos sino de templos que, con el paso del tiempo, han quedado devorados por la selva al extender ésta su manto. Los monumentos mayas de la zona de Mesoamérica ante los que nos extasiamos son sólo aquellos que han sido sometidos a una limpieza y, en ocasiones, restauración pero quedan numerosos otros reducidos a colinas que los árboles y los matorrales ocultan.

La técnica LiDAR ha sido utilizada ya con resultados espectaculares en el sur de México y en Belice; allí donde es mucho más difícil acceder a los restos arqueológicos. Las áreas de Caracol (Belice) y Angamuco (Michoacán) proporcionan gracias al láser un desbrozado que permite identificar zonas residenciales, mercados, templos, altares e incluso terrazas de cultivo, ofreciendo un panorama de lo que fue la ocupación en el milenio anterior al nacimiento de Jesucristo imposible de imaginar siquiera hace unos pocos años.

No resulta difícil decidir qué empresa fue más gigantesca, si la primera ocupación de la selva tropical de Mesoamérica gracias al cultivo del maíz y la domesticación de otras plantas y animales o los aparatos de ecolocalización que nos permiten recomponer aquellas transformaciones del paisaje. A mí, al menos, me parece mucho más crucial lo que se logró hace tres milenios sin conocer siquiera la innovación de la rueda. Y quien piense que aquellas civilizaciones se basaban en las matanzas crueles, debería echar un vistazo a lo que hacemos nosotros ahora, por ejemplo en Oriente Medio o en África.