Su lucha, a favor de la transparencia y en contra de la corrupción
Marco Antonio Aguilar Cortés
Desde un balcón de la embajada de Ecuador en Londres, el asilado Julian Assange dirigió un mensaje que ha dado la vuelta al mundo. Algunos gobiernos de naciones prepotentes quisieran verlo en la cárcel, silenciado para siempre, pero él y su Wikileaks abordan otra vez los mejores espacios de los medios masivos de comunicación.
Wikileaks, sin tener ninguna relación oficial con Wikipedia, siguió su modelo formal con el propósito de publicitar cibernéticamente documentos secretos de los países poderosos del mundo, y sus empresas transnacionales, sin su consentimiento, obteniendo estos escritos de personas que desean conservarse en el anonimato.
Eso que no parece del todo legal, conforme a los preceptos jurídicos que rigen a la mayoría de los pueblos del planeta, las personas físicas que han constituido Wikileaks lo valoran como algo ético, al considerar que cooperan eficazmente con todos aquellos que luchan en contra de las inmoralidades de los gobiernos hegemónicos y de las empresas imperiales.
Julian, fundador y cabeza visible de Wikileaks, ha señalado que en su poder se encuentran cerca de un millón y medio de documentos provenientes de infinidad de fuentes; y lo poco que ha publicado de ese acervo causó trastornos políticos, nacional e internacionalmente, más allá del simple escándalo.
Assange dice que lucha contra de la corrupción, y a favor de la transparencia, porque dentro de lo mundializado que se encuentra la vida actual es necesaria una democracia estable para todos.
Pero no toda esa comunidad global califica bien a Wikileaks ni a Assange y, por ello, mientras un país como Ecuador le otorga asilo en su embajada, la Gran Bretaña y Estados Unidos no le reconocen ese derecho.
El gobierno británico le niega terminantemente el salvoconducto para salir de Inglaterra, sitiando amenazante con su policía armada la embajada que asila.
Y el presidente ecuatoriano Rafael Correa unifica a casi todas las naciones latinoamericanas, obteniendo que la OEA apruebe una resolución para analizar el principio de inviolabilidad de las sedes diplomáticas bajo el espíritu de la Convención de Viena en 1961; mientras, Rusia y otros países del orbe exigen el respeto al derecho de asilo, particularmente en este caso.
Al tiempo que Suecia reclama como supuesto delincuente a Assange, el reconocido jurista español Baltasar Garzón encabeza la defensa del australiano creador de Wikileaks, quien con sus publicaciones indiscretas le bajó los pantalones a los actuales poderosos de la Tierra.
En lo inmediato, es claro que el derecho de asilo procede a favor de Julian Assange. No aceptarlo así, les ocasionará a los violadores de este derecho humano un desgaste severo.
Por ejemplo, al gobierno de México lo pone como lazo de cochino: “incapaz, corrupto, flojo, mentiroso”, y otras lindezas parecidas, dignas de un “buen vecino”.
