Se posa la nave en la superficie del planeta rojo
Bernardo González Solano
No es ninguna novedad decir que desde que el ser humano caminó en dos pies sobre la tierra y alzó la vista al cielo su primera pregunta fue acerca de los puntos luminosos que advertía en el firmamento. ¿Estoy solo en el cosmos? ¿Hay vida en otros planetas? ¿Cuándo podré ir a otros mundos? Primero a la Luna, después a Marte y posteriormente a los más lejanos. La inquietud por saber cómo se formaron las galaxias activa la mente de los seres pensantes, al tiempo que el interés por desentrañar lo desconocido impulsa a la raza terrestre a acometer proezas que hasta hace poco tiempo se consideraban imposibles.
Ni un solo error
Después de infinidad de fracasos —en la Tierra y en el espacio—, el laboratorio científico marciano llamado Curiosity [Curiosidad] se posó el lunes 6 de agosto en la superficie del rojo planeta Marte, procedente de Cabo Cañaveral, Florida. La primera parte del sueño ya se hizo realidad. La segunda, que el hombre arribe a suelo marciano, quién lo sabrá y quién lo verá.
Para que Curiosity pudiera llegar al lejano planeta fue necesario que viajara durante ocho meses y once días, desde que empezó la travesía el 26 de noviembre de 2011, y recorriera 567 millones de kilómetros.
La National Aeronautis and Space Administration, la NASA, creada en 1958 por el presidente Dwight Eisenhower para centralizar las actividades aerospaciales de las fuerzas armadas y de empresas particulares en la patria del Tío Sam, dispuso de un presupuesto superior a los 2 mil 500 millones de dólares, para poder costear la operación.
Para fortuna de los técnicos, la sonda espacial MSL (Mars Space Laboratory: Laboratorio Espacial Marciano) viajó automáticamente cumpliendo el programa de vuelo dispuesto en sus ordenadores e hizo descender el robot Curiosity en el suelo del planeta rojo como si fuera la partitura de una sinfonía clásica, todos los acordes se ejecutaron a la perfección. Ni un solo error. Ni parece hechura humana.
Pocos minutos después de plantarse en el suelo de Marte, el Curiosity tomó las primeras fotografías del lugar de su arribo y las envió a la Tierra. Las fotos tardarían en llegar a la NASA 13.8 minutos, tiempo que se demoran las radioseñales en recorrer, a la velocidad de la luz, los 248 millones de kilómetros que separan ahora un planeta del otro.
Ahora, ya que es un hecho que el robot, del tamaño de un automóvil compacto, se encuentra en Marte, los técnicos del Jet Propulsion Laboratory, en California, comprobarán durante varios días el equipo para que en una semana o poco más empiece a rodar por Marte, cumpliendo la misión científica que se le asignó desde hace muchos meses. Se calcula que este laboratorio físico-químico realizará sus exploraciones en el cráter Gale, por lo menos durante dos años. Podrá alargar su funcionamiento siempre y cuando el equipo resista las temperaturas extremas del planeta. El objetivo de Curiosity no es el de investigar si hay vida en Marte, no está equipado para esto, sino para tratar de descubrir si el ambiente marciano pudo haber sido favorable al desarrollo de la vida microbiana.
Los riesgos de esta operación son muchos. Desde el ingreso del robot en la atmósfera de Marte y movilizarse en su territorio es complicado y más para este vehículo espacial de 900 kilogramos de peso. Por eso, John Grunsfeld, director de la NASA para misiones científicas explicó: “Posar el Curiosity en Marte es la misión más difícil jamás intentada por la NASA en la historia de la exploración robótica planetaria.
Planeta habitable
El éxito de la misión a Marte le cayó como anillo al dedo al presidente Barack Obama, sobre todo en tiempos electorales cuando busca su reelección. “Hoy, en el planeta Marte, Estados Unidos de América ha hecho historia. Este es un triunfo de la tecnología sin precedentes”. Estas palabras podrían comprometerlo para aumentar el presupuesto de la NASA que desde hace varios años se le regatean los medios económicos para proseguir con sus investigaciones en el espacio.
De una forma u otra, la clave no es la búsqueda de vida, como ya señalamos, sino estudiar la habitabilidad de Marte, si tiene las condiciones para la misma. Por lo mismo, Curiosity se montó en una sala hipoalergénica para seguir un protocolo de “protección de mundos”, con el objetivo de no contaminar el planeta rojo con vida terrestre.
En tanto, el Curiosity llegó al cráter Gale —que se llama así por Walter Frederick Gale (1865-1945), banquero y astrónomo australiano aficionado de fines del siglo XIX, asiduo observador de los planetas Marte, Jupiter y Saturno, uno de los astrónomos que divulgaron la creencia de que el planeta rojo tuvo vida—, situado ligeramente al sur del ecuador marciano y tiene cinco kilómetros de profundidad. Se le dieron las primeras medidas de radiación ultravioleta, clave para planear un futura misión tripulada a Marte. El objetivo es saber si “el cráter Gale fue o es habitable”.
Curiosity —nombre elegido por consulta popular—, se llama laboratorio espacial marciano porque es lo más parecido a un laboratorio que se ha mandado nunca tan lejos. Tiene diez instrumentos. Uno de ellos es REMS, una estación meteorológica de fabricación española que analizará la meteorología de Marte durante dos años. Los datos serán diarios. Además, cuenta con un Sam: analizador de muestras del planeta; Apxs: espectómetro de rayos X por radiación de partículas alfa; Mardi: cámara para el descenso; Rad: detector de radiación y Dan: detector de neutrones.
Las fuentes de alimentación del vehículo —que cuenta con seis ruedas y un ChemCam que dispara un rayo láser a una roca para detectar su tipo y composición— generan electricidad a través del calor producido por la radiactividad natural del plutonio, lo que le permite una vida útil de al menos un año marciano: 687 días terrestres.
Doug McCuistion, responsable del programa de exploración de Marte en la NASA, explica: “Curiosity es un paso más en el conocimiento de nuestro planeta vecino, pero no es una misión aislada, sino parte de un programa continuado”.
A largo plazo, aunque sin fecha, está el objetivo de traer a la Tierra muestras de Marte para hacer análisis exhaustivos. Y, más lejos aún, todavía cabe pensar en viajes de astronautas al planeta rojo, lo que haría necesario no sólo tecnología, sino además muchísimo dinero que por el momento no es posible conseguir.
Alta tecnología
El geólogo de la Escuela Normal de Lyon, Francia, Pierre Thomas, abundó: “Esta es la primera vez que se buscarán moléculas orgánicas en Marte. Esta misión es verdaderamente importante”.
De tal suerte, los técnicos de la NASA no ahorraron en tecnología. Diez y siete cámaras, algunas para color y en tercera dimensión, permitirán guiar el robot pero también señalar sitios interesantes. Algunas servirán de microscopios para estudiar los minerales, arcillas, sulfatos de hierro u otros carbonatos eventuales, Los cromatógrafos separarán los elementos químicos para analizarlos. Los rayos X sondearán la estructura de las rocas. Los espectómetros identificarán las diferentes moléculas. Un rayo láser vaporizará la materia para analizar la composición, elemento por elemento: hierro, oxígeno, ya conocidos, pero también, porque no, nitrógeno, fosfato o azufre, signos probables de que un día hubo vida en aquel planeta.
Detectores de la irradiación radiactiva igualmente permitirán saber un poco más sobre el medio ambiente y las condiciones… de futuras visitas humanas. En total, diez instrumentos científicos que en total pesan 80 kilogramos.
Como ya se dijo, en total el proyecto costó a la NASA 2 mil 500 millones de dólares y cerca de diez años de trabajo. Algunos países contribuyeron a la empresa. Por ejemplo, Francia aportó 40 millones de euros, principalmente para perfeccionar el rayo láser del ChemCam y los cromatógrafos de análisis de muestras SAM.
Según afirma Alain Gaboriaud, del Centro Nacional de Estudios Espaciales, responsable de las contribuciones francesas al proyecto, “esta es una misión particularmente compleja, los estadounidenses la desarrollaron justamente después de los programas Apollo como su continuación. En cierto momento, trabajaban más de mil personas en el Jet Propulsion Laboratory de la NASA”.
“Forzosamente estamos ansiosos. Hace más de diez años que trabajo en este proyecto. Toda una vida de investigador”, declara Sylvestre Maurice, del Instituto de Investigación en Astrofísica y Planetología de Toulouse, uno de los encargados del ChemCam, la aportación francesa.
Poco a poco…
Asimismo, como dice el planetólogo James Kasting, de la Universidad de Pensilvania, “Marte es el planeta más fascinante de nuestro Sistema Solar, aparte de la Tierra, precisamente porque tiene las mejores probabilidades de haber albergado vida en el pasado. Esa es la razón del interés de la NASA”.
En fin, como dice Luis Miguel Ariza en su excelente reportaje La Tierra invade Marte, publicado en la revista El País Semanal, hace ocho días, según Gilberto Levin, el científico responsable de uno de los experimentos —bautizado como el experimento de liberación marcada o LR—, afirma: “Si hay microorganismos marcianos, sería muy imprudente traerlos aquí. No sabemos si serán peligrosos. Demostramos que si encerrábamos suelo marciano en una caja durante dos meses, su actividad se esfumaba. Traer una muestra a la Tierra requiere al menos nueve meses de viaje. No sabemos qué temperatura o pH tendríamos que mantener. Lo más probable es que los microorganismos llegasen ya muertos, por lo que no sabríamos si hay o no vida en Marte”.
En fin, dicen los italianos “pian, piano, si va lontano”… poco a poco se va lejos.


