Grupos radicales agreden y bloquean medios y autoservicios

Félix Fuentes

Antes, durante y después de las campañas políticas,  grupos radicales agreden a supuestos adversarios, e incluso bloquean medios informativos y tiendas de autoservicio sin que  ninguna autoridad los contenga. Se escudan en la libertad de expresión y en presuntas garantías individuales.

Los vándalos obedecen consignas de partidos políticos o del llamado Yo Soy 132. Insultan a quienes les da la gana, saquean negocios como sucedió a Soriana y han bloqueado accesos a  Televisa y Milenio.

Los guardianes del orden son meros espectadores porque, es evidente, tienen instrucciones de no intervenir, así se escupa y se amenace de muerte a periodistas. Carlos Marín fue una de las víctimas  de los “luchadores por la democracia”.

Es aceptable que en las disputas por el poder se enciendan los ánimos y los contendientes crucen insultos. En esto se distingue Andrés Manuel López Obrador, quien la ha emprendido contra el priísta Enrique Peña Nieto, a quien calificó de inmoral y cínico.

En cambio, López Obrador pasó por alto, durante los tres meses de campaña, cuanto ha sucedido en el sexenio de Felipe Calderón. Olvidó los brutales índices de inseguridad, como si hubiese contraído un compromiso para no mencionarlos, y tampoco mencionó las decenas de miles de muertos con motivo de la “guerra” al narcotráfico. Algunos medios informan que pasa de 70 mil el número de ejecutados.

Tampoco se refirió el belicoso tabasqueño a los 55 millones de pobres, ni al abandono del campo que agota a la producción agropecuaria. Menos hizo mención a las adquisiciones en el extranjero  de más del 50% de cuanto consumimos.

Se negó a mencionar López Obrador que, para la subsistencia nacional es preciso importar cuantiosas cantidades de maíz, frijol, trigo, sorgo y oleaginosas. A ello se debe la actual inflación galopante, mientras los mentirosos de la Secretaría de Hacienda y del Banco de México afirmen que todo es pasajero, de unas cuantas semanas.

Si acaso se declaró defensor del petróleo el candidato de las izquierdas, creyéndose el Lázaro Cárdenas de estos tiempos, pero sin profundizar en los altísimos índices de corrupción de Pemex y menos considerar la urgencia de capital privado para salvar a la empresa, quebrada durante los regímenes panistas de Vicente Fox y Calderón.

En su calidad de presunto líder social, López Obrador tampoco se ocupó del drama de los indocumentados, a quienes Calderón dejó las puertas abiertas del sureste y ser extorsionados por los tres niveles de gobierno  o  “fusilados” y enganchados por los cárteles de las drogas. ¿Y del EZLN? Cero también.

La violencia verbal del candidato perdedor se centró en el PRI. Hasta se olvidó del PRIAN, tan mencionado antes de las campañas, porque a su juicio el PAN y el PRI “son lo mismo”.

Después, López Obrador capitalizó  al  Yo Soy 132 y le agregó miles de pelafustanes —llamados así por Diego Fernández de Cevallos— para oponerse a la toma de posesión de Peña Nieto, lo cual no lograrán.

Al tabasqueño lo secunda el líder del PRD, Jesús Zambrano, quien llamó puercos y trompudos a los consejeros electorales del Estado de México  cuando todavía no era hecho el recuento por la alcaldía de Nezahualcóyotl. Ganada esa posición, se acabaron las palabrejas del exguerrillero de la Liga 23 de Septiembre.

La libertad de expresión es sagrada y debe respetarse, pero la gente ajena a la política no tiene por qué soportar desmanes de quienes son derrotados.

¿Por qué Marcelo Ebrard permite que en el Distrito Federal cometan toda clase de ilícitos las hordas de su amigo López Obrador?