Tendrá que volver a empezar

 

Lo absurdo depende tanto del mundo como del hombre.

  Alberto Camus

José Fonseca

“Sudor, esfuerzo, y corazón sangrante, / fruto estéril de inútiles esfuerzos.” Así describe el poeta Francisco Alvarez Hidalgo la inacabable tarea del mitológico Sísifo, condenado a empujar por toda la eternidad una enorme roca hacia la cima de la montaña, sólo para que a poco de alcanzarla le roca caiga otra vez al pie de la montaña.

Al aumentar recientemente la intensidad de la ofensiva de las bandas del crimen organizado contra policías, militares y contra la sociedad, pareciera que México está condenado a padecer la condena del mítico Sísifo.

El 11 de diciembre de 2006, el recién instalado presidente de la república Felipe Calderón anunció una ofensiva contra las bandas criminales que asolaban Michoacán. Después supimos que el entonces gobernador michoacano Lázaro Cárdenas Batel le había pedido al presidente el auxilio de las fuerzas federales.

Cinco semanas después, el 22 de enero de 2007, el presidente Calderón anunció “una cruzada contra el crimen organizado”, aunque en posteriores discursos la calificó como una guerra.

El poderío de las bandas criminales, según supimos después, obligó al presidente Calderón a ordenar a las fuerzas armadas a colaborar con las autoridades civiles, federales y estatales, para combatirlas.

Esa declarada guerra descubrió para el gobierno y para los mexicanos la magnitud de la amenaza que representa el crimen organizado, fortalecido después de un sexenio omiso como el de Vicente Fox, quien no sólo desmanteló las estructuras de seguridad que habían empezado a reconstruirse durante el sexenio de su antecesor Ernesto Zedillo, sino que hasta se dio el lujo de reducir en diez por ciento el gasto en seguridad.

El reto era —y es— formidable, y el presidente Calderón lo enfrentó como mejor supo.

Esa guerra contra el crimen organizado ha costado más de cincuenta mil vidas, ha dividido a la sociedad mexicana, aunque debe aclararse que no siempre por las mejores razones, pues algunos critican la política de seguridad calderonista por razones político electorales.

Como sea, a un lustro del inicio de la guerra contra el crimen organizado y más de cincuenta mil muertos después, el gobierno calderonista ha tenido que destinar 15 mil policías y militares a combatir a las bandas criminales que han atacado varias poblaciones, sí, de Michoacán, allá donde todo empezó en diciembre de 2006.

Quizá, como dicen, la estrategia no ha sido la adecuada para la realidad mexicana, toda vez que fue concebida por el establishment de Estados Unidos, siempre dispuestos a empujar su agenda geopolítica.

Que más de cinco años después del inicio de esa guerra, la violencia se haga presente no sólo en Michoacán, sino también a entidades vecinas del Bajío.

Habrá expertos que entiendan lo que ocurre, pero para los ciudadanos de a pie, parece que el próximo presidente tiene que volver a empezar, como el mitológico Sísifo.

jfonseca@cafepolitico.com