División y dogmas
Teodoro Barajas Rodríguez
México es un país que representa una gran polifonía. No concibo un modelo único que sea o fuese imperante, si hablamos de un imperio éste debería ser el de las ideas no el de los dogmas, solo que cuando un asunto político eminentemente terrenal se eleva a categoría de dogma ya resulta ocioso discutir porque al final se impone el autoritarismo como manifestación que impide disentir.
En la actualidad vivimos la enésima división motivada por asuntos electorales que resguardan sendos intereses creados, la democracia es el gobierno del pueblo, la pulsación de la voluntad rubricada en las urnas para elegir autoridades, las inconformidades pueden y deben ventilarse en los órganos jurisdiccionales creados para tal fin, brindar certidumbre, garantizar legalidad.
Para la democracia es conveniente que las diferencias se manifiesten, por fortuna no vivimos bajo el sello de una dictadura que anule derechos aunque la libertad de expresión suele ser vulnerable en estadios como los que vivimos, ejemplos tenemos a pasto.
Estimo que no se puede caminar en franca retrogradación, ya los tiempos de la nostalgia antigua en los que el presidente de la república encarnaba al todopoderoso monarca bajo boato propio de los cesares romanos caducó, los paradigmas modernos aborrecen esas formalidades deformadas por el poder metaconstitucional. Ya no deben estilarse los moldes de los príncipes al más puro estilo maquiavélico.
El PRI no puede comportarse como en los años del antiguo régimen, ni el poder puede concentrarse en pocas manos, ya no debe haber margen para que resurja el fiel de la balanza ni más figuras fácticas que resolvían conflictos al invocar la mano dura como ocurrió en 1968, Acteal o Aguas Blancas.
Ni se debe permitir el mismo esquema dogmático de la economía neoliberal, esa terrible maquina expoliadora que todo lo vuelve pobreza, desigualdad e infierno.
La fina operación política estará próximamente en el Poder Legislativo, allí se afinarán las reformas estructurales que deben privilegiarse por encima del encono, el desdén y los colores, aunque es complicado anteponer el interés común por la ruta en la que vamos.
Por ahora continúa la polémica y francamente no creo que amaine, la izquierda requiere un revulsivo pero no anclado en los lugares comunes mientras que el Partido Revolucionario Institucional debe argumentar para qué usará el poder y desmarcarse de las viejas prácticas antidemocráticas.
El Partido Acción Nacional, a diferencia de sus homólogos citados, está en una evidente decadencia que se expresa en su declive electoral, un liderazgo desdibujado y en el pleito anunciado entre sus fracciones claramente distinguibles, por un lado el grupo afín al presidente Felipe Calderón, en la otra esquina el de los ultras de la derecha entre los que destacan los integrantes del Yunque con sus organizaciones de fachada.
Así que la tipología de los actores políticos son diferentes, lo que les identifica es la búsqueda del poder bajo estilos y formas diversas.
Insisto, México es una gran polifonía, todas las voces se expresan, lo cual es natural bajo un firmamento de la normalidad democrática.
