Inseguridad al rojo vivo
Félix Fuentes
El rojo púrpura de la sangre de ejecutados se expande por la república y el gobierno de Felipe Calderón oculta el número de muertos registrados en su sexenio. Será la peor herencia que el michoacano deje al próximo gobierno.
Como si se quisiera despedir al régimen panista con la resonancia de descargas de ametralladoras, granadas expansivas, “cuernos de chivo”, R-15 y el poderoso rifle de calibre .50, la delincuencia intensifica las masacres, incluso en entidades donde había calma relativa, como San Luis Potosí, Zacatecas y Guanajuato.
En menos de 48 horas de la semana pasada se registraron más de 100 muertos en diversos lugares. En Michoacán fue incendiada una decena de vehículos para bloquear calles. Apatzingán dio la impresión de vivir en llamas.
En Zacatecas fue abandonada una camioneta con doce cadáveres y autoridades de ese lugar informaron que las víctimas procedían de Coahuila. En Veracruz fue masacrada una familia de tres niñas, un menor de edad y tres adultos.
En la madrugada del lunes pasado fueron acribilladas ocho personas en un table dance de Monterrey, llamado Matehuala. Esto indica que Nuevo León no ha recuperado la calma, como dice el gobernador Rodrigo Medina y autoridades federales.
En ciudad Juárez fueron inhumados 24 cadáveres de individuos desconocidos. La misma historia: esa población sigue sumida en el terror impuesto por los cárteles de las drogas y no tiene para cuando recuperar la vida normal.
Los entierros de “desconocidos” continúan, como ha sucedido en Durango, Nuevo León y Coahuila, principalmente. No se olvidan los 52 inmigrantes fusilados en San Fernando, Tamaulipas, ni los 45 cuerpos decapitados sin pies ni manos y abandonados en Cadereyta, Nuevo León.
Estos horrores impiden la identificación de tanta inmolada. Por lo mismo se ha perdido la contabilidad de los muertos y el gobierno federal oculta la información respectiva. Si el régimen calderonista asegura que todos los seres abatidos se deben a las peleas entre los cárteles, ¿por qué oculta la información?
La cubre porque las autoridades del país, federales, estatales y municipales, ¡todas!, saben que miles y miles de personas inocentes, sin faltar niños y ancianos, han caído bajo las ráfagas de plomo.
Hace ocho días fue asesinado otro alcalde, el priista de Matehuala, Edgard Morales, cuando salía de un festejo. Es la maldición para los presidentes municipales, o se someten a los mandatos de los capos o son ultimados. Así es como se ha extendido el narcotráfico a los más altos niveles y ni los generales han escapado a la avalancha de la corrupción. Cinco de ellos están encarcelados.
Es el peor legado que va a dejar Felipe Calderón a la república y a su sucesor. Si Enrique Peña Nieto es quien lo sustituya, ni él ha de saber todavía cómo va a enfrentar tantas desdichas que padece la nación, y desbaratar la maldita “guerra” declarada por Calderón a la “delincuencia organizada”, como él la llama.
Deberá tomar en cuenta el siguiente primer mandatario que Calderón busca el control del PAN con el fin de refutar cuanto le reprochen por la inseguridad y otros graves asuntos que asuelan la nación, como pobreza extrema, desempleo y carestía alimentaria.
