Apertura con firmeza

Alfredo Ríos Camarena

Hay quienes piensan que Enrique Peña Nieto es un político bisoño, de corte provinciano y sin grandes alcances, con una formación limitada, a pesar de su experiencia como gobernador del estado más importante de este país; estos mismos auguran que está proyectando gobernar con el círculo cerrado de los políticos mexiquenses, a quienes conoce y con los que se ha relacionado en la actividad cotidiana; se ha hablado de que fue un candidato manipulado por los medios, y cuya única virtud era su presencia física y su aplomo. Sus adversarios políticos pretenden denigrarlo y desprestigiarlo, y han hecho del tropiezo que tuvo en la feria del libro en Guadalajara toda una tesis de negación de las capacidades del virtual ganador de la Presidencia de la República.

No obstante lo anterior, hay otra interpretación de su personalidad que se fundamenta con hechos concretos, y que nos hace suponer que la relevancia de Peña Nieto puede ser trascendente en los anales de la historia contemporánea; su precandidatura se fincó en una estrategia que le permitió reunificar el PRI y lanzar, frente a la opinión pública, un proyecto atractivo para el elector. Cuando se dieron los comicios en el Estado de México, tuvo la inteligencia de escoger al mejor posicionado, más allá de sus preferencias personales. En el partido entendió con claridad la necesidad de sustituir a Moreira y, también, la de no ratificar la alianza con la maestra Elba Esther Gordillo. Así mismo, que la definición del candidato priista no tuviera que darse en el difícil y desgastante camino de la elección interna; supo evadir la crítica feroz de sus adversarios y salir adelante en su proyecto.

Hoy estamos viendo nuevamente la capacidad política del joven candidato ganador; mientras se están desgastando todos los protagonistas en problemas internos o en el debate jurídico electoral, Peña Nieto ya alineó una nueva estrategia, que se observa con claridad en la comida que tuvo con los gobernadores de los estados, en donde, con toda oportunidad, presionó para que el presidente de la Conago fuera uno de sus principales e inteligentes operadores, el gobernador de Chihuahua, César Duarte Jáquez. Primero solicitó la solidaridad de todos los gobiernos de los estados al reconocimiento del resultado electoral, y después, en la última comida, definió la ruta legislativa, que de inmediato seguirá el PRI y que corresponde a tres ejes que ha planteado el propio Peña Nieto.

Un día después, habiendo sido electos los coordinadores del Senado y de la Cámara de Diputados del PRI, dos viejos conocidos y hábiles políticos, Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones, respectivamente, de inmediato se sumaron al proyecto de Peña Nieto en materia legislativa, expresando la intención de que una vez iniciado el próximo periodo de sesiones, habrán de tratarse los temas relativos a los siguientes puntos: 1. La creación de un aparato anticorrupción en todos los niveles de gobierno. 2. La apertura a mayor información, estableciendo una mayor vinculación y competencia al Instituto Federal de Acceso a la Información. 3. El establecimiento de una vigilancia de la contratación de los medios de comunicación.

Esos tres temas han sido resultado de las demandas que se dieron en la campaña electoral y, sin duda, serán aprobados por todas las fuerzas parlamentarias; es decir, Peña Nieto ya alineó sus fuerzas con los 21 gobernadores priistas y las mayorías en las Cámaras de Senadores y Diputados, para avanzar rápidamente hacia resultados concretos; en tanto el resto de los partidos está sumido en temas de controversias poselectorales, jurídicas y no jurídicas.

Todo esto es más que suficiente para hacernos pensar que el manejo de la política en los próximos años seguirá una ruta de apertura, pero también de firmeza; lo que tendrá que reflejarse necesariamente en un gabinete plural, de amplio espectro priista, y no de un pequeño grupo de amigos y paisanos.