Déjà vu
Teodoro Barajas Rodríguez
La resaca de las elecciones del primero de julio se ha prolongado, con ello otros efectos causan efecto y la gran mayoría observamos acontecimientos que reflejan una cierta dosis de crispación porque el número de imputaciones crece tanto como la intolerancia y descalificaciones paridas por el fanatismo así como la intolerancia.
Es obvio que todo lo que acontece alrededor del tema electoral en las instancias jurisdiccionales y en las calles y plazas es reiterar un déjà vú. Parece que ya lo habíamos visto, el eterno accionar reducido al todo o nada que regularmente no fructifica.
Las visiones totalitarias no caben en la democracia porque su naturaleza es impositiva, francamente no creo en esos esquemas. Escucho a quienes radicalmente apoyan a Andrés Manuel López Obrador afirmar que los que votaron por otras opciones son masoquistas o corruptos, incluso vende patrias.
No estamos para más polarización, ya la crispación ha generado un gran ruido que concluye por ser efímero. Me pregunto por qué la izquierda o izquierdas no capitalizan la nueva correlación de fuerzas, cuentan con bastiones importantes, la votación obtenida no es despreciable, enviaron a un distante tercer lugar al PAN.
Lo que se ha hecho contra la cadena Soriana es un exceso que simboliza el rechazo vil a la civilidad como a la legalidad, es insostenible.
Sigo en la idea de que México requiere de una izquierda vigorosa, propositiva, que diseñe otro modelo de participación, esto implica contenido e imaginación muy diferente a lo que se tiene.
Enrique Peña Nieto es el candidato ganador en medio de una democracia aún frágil porque así la han diseñado los propios partidos políticos desde el Congreso, porque la altura de miras no ha distinguido a nuestra clase política tan maridada con el fracaso reiterado.
Todo ello refleja un cuadro no óptimo en la forma de hacer política, el clamor por las candidaturas independientes parece que ya se escuchó, ahora a trabajar los procedimientos porque la participación social ya no debe ser secuestrada por los tradicionales y avaros actores.
Las principales fuerzas electorales de México se han dedicado a trabajar a manera de franquicias sin características propiamente ideológicas, es la búsqueda incansable por cargos públicos, alimentar una costosa burocracia que se mece en la incongruencia y la mediocridad.
Es deseable que las máximas autoridades judiciales en materia electoral tengan un papel lustroso y no sea una reiteración del nada claro accionar de los magistrados que en el año 2006 hicieron un papel tan cuestionable al imputar una serie de acciones al presidente Vicente Fox para que no ocurriera nada. Así de increíble ocurrió.
En donde hace mucho el panorama luce verdaderamente sombrío es en el PAN, el resultado electoral reprobó en sí mismo a la actual administración federal que encabeza el presidente Felipe Calderón, las pugnas intestinas son evidentes. La derecha retrocedió y las lecturas son diversas, aunque no escucho ni leo autocríticas, la mística panista parece haberse fugado o tal vez estará de vacaciones.
