A pretexto de la “primavera árabe”
Frida Modak
Hasta ahora y a pretexto de la “primavera árabe”, hemos presenciado guerras como la de Libia, que ha empeorado la situación de los derechos humanos en ese país, según denuncia el Observatorio Libio para los Derechos Humanos.
También hemos visto que la protesta multitudinaria de los egipcios, que provocó la caída del régimen dictatorial de Hosni Mubarak y que forzó la convocatoria a elecciones, tampoco ha democratizado ese país.
Antes de entregar el gobierno al presidente electo, los militares egipcios dictaron una disposición que los convierte en Poder Legislativo y los pronósticos políticos le dan corta vida en el cargo al nuevo presidente.
En resumen, salvo Túnez, en los restantes países en que se proclamó el triunfo de esa primavera, no ha florecido la democracia. Lo que han surgido son nuevas guerras como la que hoy presenciamos en Siria.
La diferencia entre este caso y el libio radica en que ahora a Occidente le está resultando más difícil contar el mismo cuento, sobre todo a dos países clave en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como son Rusia y China.
En el caso de Libia, y pese a que son dos naciones que tienen la obligación de estar bien informadas, sus gobiernos al parecer no previeron lo que venía y se dejaron sorprender por algunos montajes publicitarios.
Hoy se sabe que el supuesto bombardeo del gobierno de Gadafi a quienes participaban en una protesta fue un montaje de la televisión del emirato de Qatar, según se ha denunciado en la prensa de la región, que ha informado también que el emir mandó tropas a Libia.
De ahí que esta vez Rusia y China hayan sostenido una posición diferente en el Consejo de Seguridad, impidiendo la repetición del modelo libio, el cual no ha democratizado ni un ápice ese país.
Y tanto allí como en el caso sirio, lo que se persigue es el control del petróleo de la región. Siria, que produce alrededor de 370 mil barriles de petróleo diarios, de los que exporta 150 mil, debe importar de Irán o Rusia lo que le falta para el consumo interno.
El Kurdistán
En la actualidad, no conocemos ningún territorio que se denomine Kurdistán, porque las tierras que lo formaron están repartidas en distintos países, lo que no obsta para que el pueblo kurdo siga siendo conocido como tal.
Los kurdos son definidos en diversos estudios como un pueblo indoeuropeo que por el siglo X a. C. llegó a la península de Anatolia que hoy ocupa Turquía y que limita con el Mar Negro.
En la Edad Media el Kurdistán fue dividido en dos Estados, el persa y el otomano, como consecuencia del desarrollo de ambos. En la parte otomana los kurdos mantuvieron su autonomía, hasta que en el siglo XIX se produjeron rebeliones de corte independentista.
Ya en el siglo XX, después de varias rebeliones y terminada la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Sèvres le reconoció a los nacionales de los extinguidos imperios el derecho de autodeterminación.
Pero luego de una rebelión, el Kurdistán fue dividido entre Turquía, Persia, Irak, Siria y la Unión Soviética, en virtud del Tratado de Lausanne de 1923.
Después de la Segunda Guerra Mundial, se establecieron las fronteras de los Estados en los que está dividido el Kurdistán ahora y que son Turquía, Irak, Irán y Siria, más un enclave que se encuentra en Armenia.
A pesar de todo lo que hemos señalado, los kurdos siguen considerándose un pueblo y como tal aspiran a su reunificación. Se les considera la minoría étnica más grande de esa región que no constituye un Estado.
Y esta historia incide en la situación actual porque los kurdos, aunque no sean reconocidos como pueblo y estén dispersos en esos países, continúan tratando de recuperar su autonomía.
Eso se está reflejando también en el desarrollo de la llamada guerra de Siria que se originaría en la demanda de un gobierno democrático, pero que en realidad tiene otro objetivo.
El “oro” kurdo
La mayoría de las informaciones que provienen de Siria señalan que lo que allí ocurre es una lucha por la democracia, hay informaciones que señalan otras razones, pero ésas no alcanzan mayor difusión.
Por el contrario, se justifican las violaciones a los derechos humanos y los fusilamientos que se hacen sin permitir que la prensa internacional se informe ni siquiera de oídas.
Tony Cartalucci, colaborador de Global Research, que dirige Michel Chossudowsky, es el autor de uno de los reveladores
artículos que tratan el tema, al referirse a lo que califica de “Masacres en Aleppo por el «Ejército de Liberación Sirio», armado por Occidente”.
Mientras la prensa europeo estadunidense sostiene que ese ejército es respaldado por los sirios, Cartalucci afirma que “Para la gente de Aleppo, su única esperanza es que las fuerzas de seguridad sirias restauren el orden”.
Señala que el supuesto ejército de liberación “mantiene una campaña sistemática de detención, tortura, y asesinatos en masa contra los enemigos de la revolución”.Pero esas ejecuciones sumarias no se hacen a la vista de la prensa.
Cabe recordar que también se sostuvo por los medios occidentales que había una campaña contra los que profesan la fe católica. Sobre ese tema se le pasó una información a cierta prensa, en la que los católicos de Aleppo señalaban que se sentían más seguros con el gobierno de Al Asad que con los llamados rebeldes.
Hay críticas serias a medios informativos que gozan de gran prestigio, por ocultar información. Y una información que se oculta es la que tiene que ver con la riqueza que guarda el Kurdistán.
Michael Rubin, miembro del American Enterprise Institute, que fuera director de la Oficina del Secretario de Defensa para Irán e Irak entre 2002 y 2004, afirma que el Kurdistán puede ser el nuevo Dubai, cuyas reservas de petróleo se agotan, en tanto para el Kurdistán, “el futuro puede parecer brillante” si se combate la corrupción.


