Carlos Guevara Meza

¿Qué significa el retiro de la misión de mediación de la ONU de Siria? Tras la renuncia del enviado especial Kofi Annan, el Consejo de Seguridad determinó el fin de la misión y el retiro de los observadores civiles y militares que llegaron apenas en abril pasado. El plan de Annan para un alto al fuego fue un completo fracaso, tanto por el lado del régimen como por el de los rebeldes, es cierto; y también lo es que los observadores ya prácticamente no podían hacer su trabajo, tanto por los obstáculos puestos por el régimen como por los rebeldes quienes, a pesar de que la misión documentó y denunció los excesos del gobierno en la represión de la rebelión, lanzaron continuos ataques mediáticos y tal vez también físicos contra los enviados.

Por otro lado, voceros de Estados Unidos y Francia han comenzado a hablar de nuevas medidas para presionar al gobierno de Bashar el Assad (como utilizar una cobertura legal distinta al mandato de la ONU para lanzar una intervención armada sobre Siria –la OTAN o un pacto con la Liga Árabe–, o ahogar aún más las finanzas del régimen que debe estar gastando millonadas para sostener la guerra), y varios periódicos europeos comenzaron a circular la noticia de que los servicios secretos de Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos habían comenzado a proporcionar inteligencia a los rebeldes. También se presume que Arabia Saudita y Qatar de plano están violando el embargo de armas y están aprovisionando a los rebeldes con armas e incluso combatientes, que fortalecen las posiciones fundamentalistas sunitas dentro de sus fuerzas.

¿Es entonces el preludio de una intervención? Rusia y China mantienen su posición de encontrar una salida negociada bajo el supuesto de que los rebeldes no representan a toda la sociedad y que el régimen ha sobrevivido hasta ahora debido a que cuenta no sólo con los recursos económicos y militares para hacerle frente, sino también con el apoyo de un sector muy importante de la población siria. Que la rebelión, si bien ha crecido, no está en condiciones de hacerse del poder.

En ese contexto, la mejor salida sería la imposición de un alto al fuego mediante el recurso de cortar los recursos a los contendientes (Rusia y China por el lado de El Assad, Occidente y las monarquías fundamentalistas sunitas por el lado de los rebeldes), de manera que éstos se vieran forzados a sentarse a negociar. En apariencia para Occidente, aun cuando llegara a la misma conclusión, no es el momento: dejar de apoyar a los rebeldes ahora sería dejarlos en manos de un gobierno que ha mostrado muy poca disposición a dialogar y mucha para reprimir de manera brutal e indiscriminada. Y Rusia y China no parece que estén presionando mucho a El Assad para limitar la represión (si lo hicieron, no han tenido éxito).

El secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, por su lado no quita el dedo del renglón y ya comenzó a sonar el nombre del diplomático argelino Lajdar Brahimi como reemplazo de Annan, para encargarse del anuncio pero bajo otra definición de su objetivo, lo que podría dar un nuevo aire a otras opciones.

Por lo pronto, habría que intentar responder otra pregunta: ¿Occidente está tan interesado en debilitar a Irán (del que El Assad es el principal aliado) que está dispuesto a ceder el país a un nuevo régimen que tendería más al fundamentalismo sunita, el de Al Qaeda, en un contexto donde las revoluciones árabes están derivando hacia ese lado?