Susana Hernández Espíndola

La única proyección en Hollywood y la reciente difusión de un fragmento en YouTube de la película “La inocencia de los musulmanes”, del estadounidense-israelí Sam Bacile —que detonó el reciente ataque con cohetes a la sede diplomática de Estados Unidos en Libia y que le costara la vida al embajador norteamericano y a tres empleados más—, forma parte de la ancestral retahíla de injurias de Occidente, específicamente de los Estados Unidos, al mundo islámico.

La cinta, de aproximadamente dos horas, narra —en tono irreverente— la vida del profeta Mahoma, quien, según los productores, adopta actitudes mundanas, e incluso mantiene relaciones sexuales. La película aborda también la discriminación que sufren los cristianos coptos en Egipto.

 

 

La indignación y reacción de los musulmanes contra Estados Unidos no se hizo esperar. El pasado 11 de septiembre, Christopher Stevens, embajador estadounidense en Libia y tres miembros del personal de la representación murieron durante un ataque de hombres armados que irrumpieron en el consulado de Estados Unidos en Bengasi.

La ira provocada por la burla a Mahoma ha exaltado ya a otros pueblos islámicos. Cientos de musulmanes exigen la muerte del productor de la película y han mantenido sus protestas frente a las embajadas estadounidenses en las capitales de Yemen, Egipto, Irán, Sudán y en la ciudad palestina de Gaza.

Sam Bacile, de 54 años, declaró a The Wall Street Journal que su intención al realizar el filme fue mandar “un mensaje político, no religioso”, pues considera el Islam como “un cáncer”. Sin embargo, la verdadera identidad de Bacile —de quien actualmente se desconoce su paradero— ha sido cuestionada, pues funcionarios del gobierno israelí han afirmado que no existe ningún ciudadano de su país con ese nombre; por lo que se duda que sea de origen judío.

Las reacciones a la película “La inocencia de los musulmanes” traen a la memoria las ofensas que, en su momento, desataron la cólera del mundo árabe. Aquí un breve recuento.

 

Quema del Corán en un aniversario del 11-S

 

En 2010, Terry Jones —no el integrante del grupo humorista Monty Python, sino el pastor estadounidense que ha participado esta semana en la difusión de “La inocencia de los musulmanes”—, pretendió conmemorar el noveno aniversario del 11-S con la quema de ejemplares del Corán en su iglesia de Gainesville, Florida. Y aunque ese día no se realizaron los planes del clérigo, estos se concretaron meses después, lo que provocó una oleada de disturbios en Afganistán, en los que murieron al menos una docena de personas, entre ellos funcionarios de las Naciones Unidas.

Recientemente Jones, quien se autoproclamó como candidato independiente a la Presidencia de los Estados Unidos, “ahorcó” a un muñeco de Barack Obama en el patio de su iglesia.

 

Amenazas a los creadores de “South Park”

 

En abril de 2010, los creadores de la serie de televisión estadounidense de animación “South Park”, Matt Stone y Trey Parker, fueron amenazados de muerte por “Revolution Muslim”, un grupo musulmán antisemita radical de Nueva York. El motivo: haber disfrazado al profeta Mahoma de oso en un capítulo de la serie.

Al día siguiente de las amenazas, “South Park” emitió el episodio, aunque con algunos cambios: a la figura de Mahoma, disfrazado de oso, se le pintó de negro y se le colgaron rótulos de «censurado». Al quitarse el disfraz, en lugar del profeta aparecía Santa Claus.

 

 

Caricaturas de Mahoma en el Jyllands-Posten

 

En 2005, la publicación de doce caricaturas satíricas, en las que se representaba al profeta Mahoma en el diario Jyllands-Posten, en Dinamarca, desencadenó el asalto a las embajadas danesas en el mundo islámico.

Como apoyo al diario danés y a la libertad de expresión, las viñetas —que presentaban a Mahoma con un turbante  convertido en bomba— fueron reproducidas en importantes medios de Occidente, como el periódico noruego Magazinet, el francés France Soir y el alemán Die Welt.

 

El documental “Fitna” y la incitación al odio

 

En 2008, ante las amenazas de muerte recibidas, los encargados del servidor LiveLeak retiraron el documental “Fitna”, del holandés Geert Wilders, porque mostraba noticias de atentados musulmanes junto a manifestaciones y capítulos del Corán. El filme, cuyo nombre en árabe significa división y guerra civil en el seno del Islam, pero que también se interpreta como “depurar” o “refinar” (en alusión al libro sagrado) alertaba sobre los presuntos peligros del islamismo militante.

El polémico ultraderechista Wilders, conocido por su rabiosa xenofobia, fue acusado de incitar al odio y discriminación contra los musulmanes por declarar públicamente, en distintas ocasiones, que el Islam es “una ideología peligrosa para los valores occidentales”. Después de tres años, fue absuelto de los cargos.

 

Theo van Gogh y la cinta “Sumisión”

 

El 2 de noviembre de 2004, Mohammed Bouyeri, un marroquí, de 26 años, asesinó al cineasta, productor de televisión, columnista y actor holandés Theo van Gogh —bisnieto de Theo, hermano del famoso pintor holandés Vincent van Gogh—. Tras dispararle en más de 20 ocasiones, el joven apuñaló a Van Gogh, le cortó el cuello y en su pecho clavó una carta, de cinco páginas, firmada en nombre de Alá, que incluía amenazas a los no creyentes en Mahoma.

Sobre la cabeza del cineasta holandés pendían varias amenazas de muerte, a raíz de su película “Submission”, una cinta que pretendía retratar la sumisión de la mujer en el mundo islámico, basada en el guión de la parlamentaria Ayaan Hirsi Alique, quien posteriormente también fue amenazada. En el filme hay escenas de mujeres maltratadas, en cuya piel se observan inscritos versos del Corán.

Conocido por sus polémicas declaraciones en contra de la homosexualidad o la multiculturalidad danesa, Theo era muy popular en Holanda. Su asesinato y la manera en que se realizó, conmocionó de manera significativa a los Países Bajos, a tal punto que al hecho algunos lo llamaron el “11 de septiembre” holandés.

 

Oriana Fallaci, la “Dama de Hierro”

 

Desde la publicación de sus libros La rabia y el orgullo —tras los atentados del 11-S en Estados Unidos—, y La fuerza de la razón, en 2004, la reconocida periodista italiana Oriana Fallaci, ex partisana sobreviviente de los nazis durante la ocupación de su país, y de los propios ataques terroristas con aviones en Nueva York, estuvo en la mira de adeptos musulmanes radicales a causa de sus duras críticas hacia el Islam.

La escritora, quien el 2 de octubre de 1968 resultó herida de bala durante la masacre de la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, en la Ciudad de México, cuando cubría las manifestaciones estudiantiles, fue acosada porque descalificó a la religión musulmana y a sus fieles, contra los que llamó a la resistencia.

La llamada ”Dama de Hierro”· del periodismo italiano, Premio Luca de Tena, quien siempre mantuvo sus críticas a Occidente por ser demasiado “débil” ante el fundamentalismo islámico, falleció en 2006 en su natal Florencia, víctima de cáncer.

 

Los versos satánicos, de Salman Rushdie

 

En septiembre de 1988, Salman Rushdie, un escritor indio nacionalizado británico, autor de Hijos de la medianoche, considerada como una de las grandes obras de la literatura universal, y quien además critica lo mismo el fundamentalismo islámico que el fanatismo cristiano, publicó Los versos satánicos. Esta novela aborda la figura del profeta Mahoma, pero le da en ciertos momentos un tratamiento humorístico y humano, y alude a dos versículos eliminados del Corán que habrían sido inspirados por el diablo.

La publicación de tales interpolaciones, trajo consigo desde la quema y prohibición del libro hasta disturbios en los asentamientos musulmanes de Estados Unidos e Inglaterra, y una larga cadena de asesinatos de editores y traductores de la obra a distintos idiomas.

Un año después de su publicación, el ayatolá Jomeini, ridiculizado en el libro, proclamó una fatwa o edicto religioso en el que condenó a muerte a Rushdie, por el supuesto contenido blasfemo del libro.

La fatwa hacia Salman Rushdie sigue vigente y la recompensa por su cabeza asciende a cerca de los 3 millones de dólares.

Desde entonces, la vida privada de Rushdie se ha visto restringida con enfadosas medidas de seguridad, por parte de los servicios de seguridad británicos.