Poderosos intereses buscan su control
Educar no es como llenar un vaso,
es como encender un fuego.
Aristófanes
José Fonseca
Hay muchos diagnósticos sobre la educación pública, quizá demasiados, pero pocas recetas que resuelvan los problemas del sistema educativo nacional. Y muchas de las recetas son producto de prejuicios intelectuales e ideológicos, no sinceros esfuerzos por mejorarlo.
A finales del gobierno del general Lázaro Cárdenas, casi el 80 % de la población era analfabeta. El gobierno cardenista inició los esfuerzos de alfabetización, pero fue hasta los años cuarenta del siglo pasado que se puso en marcha la magnífica cruzada educativa.
Algo se hizo bien, pues para finales del siglo XX el número de mexicanos analfabetas era apenas de 10 % de la población.
Durante todos esos años se construyeron escuelas, se prepararon maestros y, sobre todo, hubo la voluntad política de hacer de la educación pública el factor fundamental de la movilidad social.
La mejor expresión de esa movilidad social es que hasta hace unos 20 años, en el sistema de educación pública se prepararon los liderazgos políticos, sociales y empresariales de la república.
Pero también hace unos 30 años el sistema educativo empezó a ser campo de experimentación de innumerables teorías pedagógicas. Y empezaron las sucesivas “reformas educativas”, cuando desde el poder político se dejó el campo libre a los partidarios de la ingeniería social.
Insistimos, hay muchos, demasiados diagnósticos sobre el sistema educativo nacional, pero también hay poderosos intereses que parecen haber entrado en una disputa por controlarlo.
Recientemente algunas organizaciones civiles han concentrado sus esfuerzos y sus críticas en el sindicato magisterial, al cual culpan de todos los males de la educación pública.
Eso es una falacia. Don Jaime Torres Bodet, durante sus gestiones — reconocidamente exitosas— en la Secretaría de Educación Pública, pudo poner en marcha vigorosos programas, aunque para ello hubo de lidiar también con el sindicato magisterial.
Es posible que el sindicato magisterial tenga alguna responsabilidad de los males educativos de la república, pero la responsabilidad principal la tienen los sucesivos gobiernos, incapaces de negociar inteligentemente con el gremio.
Es una falacia también que destruyendo el sindicato magisterial automáticamente se resolverán los problemas del sistema educativo. Torres Bodet y los mejores secretarios de Educación nunca pensaron destruirlo, sino cómo aprovechar el valioso recurso humano de cientos de miles de maestras y maestros.
Hace falta la voluntad política para poner en marcha otra cruzada educativa, una que refuerce los niveles medio y superior, sin descuidar fortalecer los niveles básicos.
No es tarea fácil, pero es el único camino para que la educación pública vuelva a tener el fundamental papel de motor de la movilidad social, pues la movilidad social es la mejor medicina contra la desigualdad y la pobreza.
jfonseca@cafepolitico.com
