“¡Al profeta no se le toca. No más insultos!”
Frida Modak
Los acontecimientos que se han desarrollado en los países musulmanes africanos han originado muchas preguntas y han sido objeto de toda clase de especulaciones acerca de cuál es su verdadero origen y qué se busca.
Se afirma que es consecuencia de una película que un individuo hizo y en la que se ofende al profeta Mahoma, lo que desató las iras de los musulmanes. Que fue la película, sí; por qué la hicieron y divulgaron es lo que no se dice.
Producto de estos hechos fueron los ocurridos en un consulado estadunidense en Libia, en el que resultó muerto el embajador de Estados Unidos en ese país y se buscan culpables en toda la región.
Para unos, los más sospechosos son los hermanos musulmanes, que ahora son gobierno en Egipto. Pero también aparecieron las banderas de Al Qaeda en varios lugares y supuestos miembros de la organización reivindicaron los hechos como propios.
Algunos responsabilizan a otros sectores musulmanes, como los salafistas, que son un sector sunita que postula el retorno a los orígenes del Islam, lo que no deja de llamar la atención puesto que los gobiernos sunitas más prósperos y aliados de Washington están en esa región.
La reaparición de Al Qaeda implicaría que la proclamada muerte de Bin Laden no la desintegró como en un comienzo se proclamara, pero al mismo tiempo nos informábamos que el supuesto combate entre Bin Laden y los infantes de marina no había tenido lugar.
Así lo afirma uno de los infantes de marina que participó en el operativo, se retiró de la institución militar y escribió un libro en el que cuenta que sin mediar combate alguno a Bin Laden lo mataron de un tiro en cuanto lo vieron.
En medio de todas estas especulaciones, hay una que parece más contundente y que plantea que estos acontecimientos se deben a que Estados Unidos no habría logrado su objetivo principal, que no era la democratización de los países en los que apareció la llamada primavera árabe.
Y más aún, lo que se esperaba que fuera un acontecimiento supuestamente liberador, tampoco ocurrió porque los intereses de Washington eran y son otros. En ese contexto hay un movimiento de opinión que sugiere que en los hechos actuales está involucrado Estados Unidos.
Consolidar posiciones
Libia es un país de tribus, por lo tanto difícil de gobernar. Depuesto el gobierno de Gadafi por la acción de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, el país aún no tiene lo que pudiera considerarse un gobierno estable y eso quedó de manifiesto en esta oportunidad.
El actual primer ministro, nombrado hace poco, dijo que había iniciado negociaciones para formar un gobierno “de consenso nacional”, calificó lo ocurrido en el consulado estadunidense de ataque “cobarde, criminal y terrorista”.
Agregó que se trataba de un hecho aislado que “no afecta a la relación del país con los socios europeos y americanos”. Negó que Al Qaeda estuviera en Libia, aunque admitió que “hay algunos jóvenes a los que ha influido la ideología extremista de Al Qaeda”. Se registraron cuatro detenciones.
Curiosamente, los manifestantes, a los que se ha calificado con distintos epítetos, fueron los que encontraron con vida al embajador de Estados Unidos en una pieza del consulado y en el video que la televisora CNN mostró de ese momento se oye una voz que en español dice: “¿Y su gente, dónde está?”
No se ha dicho si “su gente” lo había dado por muerto antes de que ello ocurriera. A partir de este episodio, las manifestaciones de protesta surgieron en distintos países de esa región.
Llamó la atención que también surgiera en Túnez, que para Estados Unidos era el mayor logro de esta primavera. Los manifestantes también llegaron a su sede diplomática al grito de “¡Al profeta no se le toca. No más insultos!”
La reacción de Washington ante estos hechos fue la que cabía esperar. El gobierno de Barack Obama ordenó que personal militar y aviones no tripulados fueran enviados a Libia para buscar a los que aparecieran como responsables de lo ocurrido en la embajada.
También quisieron enviar infantes de marina a proteger sus embajadas en otros países de esa región, pero se encontraron con la negativa de sus gobiernos, y entonces ordenaron la salida del personal diplomático en Túnez y Sudán.
El gobierno de Sudán informó que la Secretaría de Estado de Estados Unidos solicitó la entrada de una unidad de marines, lo que el ministro de Relaciones no autorizó, por estimar que la policía sudanesa es suficiente para proteger todas las representaciones diplomáticas.
Obviamente Washington no esperaba nada de esto. Su comprensión e información de lo que sucede en otros países sólo se basa en sus intereses estratégicos o económicos y la realidad le preocupa sólo cuando encuentra resistencia.
Obama dijo que su país respeta todas las creencias y rechaza la denigración de toda religión, rindió homenaje a los funcionarios de su país que murieron en Bengasi y agregó que mientras él fuera Comandante en Jefe no tolerará que se dañe “a nuestros compañeros estadunidenses”.
Por su parte, la secretaria de Estado Hillary Clinton, en su discurso en la base militar de Saint Andrews, dijo en alusión a los libios una frase poco atinada: “No cambiaron la tiranía de un dictador por la tiranía de una turba”.
La otra cara de la medalla
Los hechos indican claramente que la interpretación de los sucesos actuales y pasados es muy diferente entre los países árabe-africanos y Estados Unidos y la OTAN. Para los primeros la primavera árabe implica cambios con respeto a sus creencias y recursos naturales, para la otra parte es el control de esas riquezas.
La atención está centrada ahora en Egipto, porque su presidente pertenece a los Hermanos Musulmanes, los cuales para Occidente son un peligro y a los que consideran quedeben mantener bajo vigilancia, lo que bien puede estar contribuyendo a un estallido social.
A Washington y sus aliados lo que les interesa son dos cosas: acceder a las riquezas existentes en Africa y dominar esa región y su petróleo, así como asentarse en esos territorios como un paso hacia otras riquezas, las de Rusia y China.
La tarea no es fácil y los estadunidenses se encuentran con serios problemas de degradación entre sus efectivos militares.
La Agencia Associated Press acaba de publicar un informe de un estudio del Departamento de Defensa, que señala que el consumo de alcohol y drogas entre los militares “se ha convertido en una crisis de salud pública” y que los métodos del Pentágono para combatirlos son anticuados.
También se investiga si hay “negligencia médica”, a raíz de los casos en que soldados estadunidenses disparan y matan a decenas de afganos, sin que se sepa “si se trata de un incidente aislado o se trata de una práctica común”, según explicó un legislador republicano.
Se acaba de establecer también, que un soldado responsable de la masacre de 16 civiles afganos está también acusado de fraude, por lo que debe un millón y medio de dólares, de lo que nadie se enteró cuando ingresó en el ejército.
Parecería que estamos ante la ya conocida declinación de los imperios.


