Andrés Manuel gana batalla mediática
Mireille Roccatti
La separación ocurrida el pasado domingo, entre el movimiento social construido durante los últimos seis años por Andrés Manuel López Obrador al que denominó Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), y los partidos que en alianza lo postularon como candidato a la Presidencia el pasado proceso electoral, es sólo la crónica de una ruptura anunciada. Como en la parábola bíblica, las izquierdas se multiplican.
Esta nueva división dentro de las izquierdas forma parte de una actitud crónica que históricamente han sufrido en todo el mundo y desde luego en México. El sectarismo y fracturismo vienen en su ADN; desde siempre las organizaciones de izquierda, comunistas o de todos los matices socialistas, terminan por escindirse y convertirse en pequeñísimas sectas de iniciados, dispuestos a dividirse ante la menor controversia. El PRD, fundado como corolario de la elección del 88, se integró por comunistas —que cedieron su registro—, socialistas, trotskistas, luchadores sociales respetabilisimos encabezados por Heberto Castillo y por expriistas de línea cardenista, señaladamente el hijo del general Lázaro Cárdenas.
La ruptura, que eso es, aunque sea calificada como una ruptura no violenta, tendrá repercusiones tanto en el equilibrio de fuerzas entre las denominadas izquierdas, como en la política nacional, en el interior del nuevo Congreso y en los catorce procesos electorales locales que habrán de realizarse el año próximo. En principio la interrogante primera será cuántos militantes del PRD, PT y MC seguirán a López Obrador en su éxodo.
La primera lectura permite entrever que los Chuchos, tribu predominante en el PRD, se quedarán con el cascarón del partido, con las prerrogativas y la influencia de algunas gubernaturas y, por otra parte, el grueso de la militancia seguirá a Andrés Manuel.
Por lo pronto, los nuevos legisladores de las izquierdas —cuando el lector recorra estas líneas— habrán cobrado su primera quincena, lo cual no es en absoluto censurable, más aún cuando desarrollan tareas para las que fueron legal y legítimamente electos. La interrogante es si existirá congruencia entre ellos, si se suman a la postura irreductible de su líder de no reconocer al presidente electo.
Algunos analistas creen que la trasmutación de Morena en un nuevo partido político sólo beneficia al PAN y al PRI. Al respecto, estimo que está por verse; porque independientemente de cómo se comporten las militancias de los tres partidos, en especial la del PRD, lo más factible es que nuevamente los veamos participar conjuntamente en los próximos procesos electorales en alianzas coyunturales.
Un escenario prospectivo que no puede desdeñarse es que Andrés Manuel, logre nuclear en torno a Morena a la mayoría de las fuerzas de izquierda, porque no puede olvidarse que es el único líder en el último cuarto de siglo con carisma electoral, que puede allegarles votos y ganar elecciones. Se equivocan quienes suponen que López Obrador está acabado por su nueva posición intransigente y se apresuran a enterrarlo políticamente.
La batalla mediática la ha vuelto a ganar Andrés Manuel al anticiparse en su separación e incidirá en el rumbo de navegación del nuevo gobierno.