Camilo José Cela Conde

Madrid.-Todos los años aparecen centenares de especies nuevas en el reino animal, y no digamos ya nada si añadimos a las plantas, los hongos, las arqueas y las bacterias. Son tantas las especies que permanecen aún desconocidas que por mucho trabajo que hagan los taxonomistas en ese terreno quedará una cantidad ingente en la sombra.

El International Institute for Species Exploration de la Arizona State University (Estados Unidos) proclama todos los años la lista de las diez especies más destacables entre todas las que son presentadas como candidatas al galardón —cerca de 200, con unos 36 mamíferos en promedio. Pero la condición humana pesa hasta en la ciencia y, así, cuando aparece una nueva especie de mono la noticia salta de las revistas técnicas a los periódicos de interés general. Hace un par de años circuló la imagen entre fantástica e inquietante del mono sin nariz Rhinopithecus strykeri de Birmania, un animal que, al decir de los indígenas, debe esconder la cara entre las piernas cuando llueve para no ahogarse porque respira a través de dos agujeros en la cara.

Le ha tocado el turno ahora a un mono de África, un hallazgo en verdad sorprendente porque creemos conocer bien a nuestros parientes los simios del continente africano. Como recuerdan los autores del descubrimiento, en los últimos 28 años sólo había aparecido otra especie de primate así. John Hart, del Yale Peabody Museum of Natural History (New Haven, Estados Unidos), al frente de un equipo en el que figuran nueve colaboradores más, ha publicado en la revista PLOS ONE la identificación de la nueva especie Cercopithecus lomamiensis, de cuyos primeros ejemplares, conocidos como “lesulas”, se tuvo noticia en junio de 2007 al explorar un área remota de la cuenca Lomami (República del Congo). La comparación entre siete ejemplares de esos animales con los de su grupo más cercano, Cercopithecus hamlyni, ha permitido poner de manifiesto las características tanto fenotípicas como conductuales y genéticas de ese mono hasta ahora desconocido.

Tal vez indique bien las formas de actuar de los científicos de hoy el que los autores manifiesten que no mataron ningún animal para llevar a cabo sus estudios. Los ejemplares analizados tanto de Cercopithecus lomamiensis como de Cercopithecus hamlyni, habían sido abatidos o capturados por cazadores locales de los que se obtuvo permiso para la obtención de las muestras. Por añadidura, al final de su artículo Hart y colaboradores insistieron en la necesidad de preservar la riqueza biológica del área de 17 mil kilómetros cuadrados que es el hábitat de los lesulas, conocida en términos técnicos como región TL2.

La región TL2 contiene once especies de primates antropoides (monos y simios), cuatro de ellas endémicas. Lástima que la restante especie de antropoide que habita allí, la humana, amenace a las otras. Además de identificar las nuevas especies, no estaría de más que hiciésemos algo por conservarlas.