Viejos y nuevos problemas siguen ahí

Con qué me van a medir, si no tienen la medida.

       Filósofo de Güemez

 

José Fonseca

 

A 76 días de la toma de posesión del nuevo presidente de México, con el pesar de algunos sectores radicales que intentan mantener vigente un fantasmal conflicto poselectoral, la mayoría de los mexicanos viven su personal normalidad, las instituciones mantienen su funcionamiento y, hay que decirlo, los viejos y nuevos problemas siguen ahí.

Al gobierno de Enrique Peña Nieto le esperan los desafíos de los viejos y los nuevos problemas.  Muchos pendientes para poner en marcha la economía para que mediante la generación de empleos se reduzcan la pobreza y la desigualdad, pues ya se probó que no bastan los programas asistencialistas, aunque eso no signifique que éstos desaparezcan.

Está el gran pendiente de mejorar la educación. Para ello el nuevo gobierno habrá de revisar todos los diagnósticos hechos hasta ahora, muchos, quizá demasiados. Pero sobre todo habrá de fijarse objetivos a corto, mediano y largo plazo. Decidir si continúa la ruta de avasallar el sindicato magisterial o si lo aprovecha como aliado.

Pero el gran pendiente es cómo reducir los índices de violencia, cómo combatir a las bandas del crimen organizado que aún secuestran, extorsionan y asesinan.

Entre las tareas del equipo de transición del presidente electo estará cómo corregir la descoordinación entre las dependencias federales encargadas de la seguridad. Y, sobre todo, alejar la tentación de darle sesgo político a la guerra contra el crimen organizado.

Y, claro, está el gran pendiente de las reformas. Cuáles, cuándo y cómo hacerlas.

Son necesarias para romper con la inercia del estancamiento social y económico.

A pesar de todo lo anterior, el nuevo gobierno encontrará un entramado institucional construido a lo largo de tantas décadas que ha resistido crisis políticas, económicas y sociales; debe fortalecerse, pero también debe fortalecerse el tejido social, hay que repararlo, porque está lastimado.

Eso significa dejar atrás el pernicioso relativismo de que nada es bueno ni malo, pues ha sido importante factor para el deterioro del tejido social y para el surgimiento de fenómenos de delincuencia, de vandalismo, de falta de respeto a la ley y hasta de falta de respeto entre nosotros.

Debe recuperar la sociedad los valores cívicos y —¿por qué no?— valores morales que todos compartamos, porque la modernidad es inútil sin un bagaje común de valores.

Eso sólo se logra mediante un liderazgo enérgico. ¿Dará el gobierno de Enrique Peña Nieto a la república el liderazgo que le hace falta?

 

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