Carlos Guevara Meza
Daraya es un barrio de Damasco, la capital de Siria. Tomado por los rebeldes, que se hicieron fuertes ahí durante su ofensiva sobre la ciudad, tuvo que ser abandonado por el Ejército Libre Sirio (ELS) cuando se les terminaron las municiones, después de haber ofrecido una tenaz resistencia a los ataques del régimen. La retirada se realizó el viernes 24 de agosto. Ese mismo fin de semana, según la oposición siria que ha mostrado videos y fotos para documentar sus acusaciones (que no han sido corroboradas por ninguna organización u organismo independiente), los militares y milicianos leales al gobierno de Bashar el Assad entraron a sangre y fuego y realizaron una masacre en la que se asesinó a alrededor de 300 civiles (hombres, mujeres y niños). De ser cierto, sería lo peor que ha pasado en los 18 meses de conflicto en Siria.
De ser cierto… Más de una semana después seguían siendo muy pocas las declaraciones oficiales (incluso de la ONU). Los muertos están ahí, definitivamente, y confirmados. Pero los asesinos podrían no ser los que aparentan. El famoso corresponsal del diario británico The Independent, Robert Fisk, logró llegar a la zona, confirmó los muertos, pero recogió testimonios que desmienten la versión de la oposición. Según lo recabado por Fisk (y hay que decir que llegó escoltado por el ejército de El Assad), pudo haberse tratado de una situación que salió del control de ambos contendientes cuando intentaban negociar un intercambio de prisioneros. También obtuvo testimonios (no supervisados por los militares) de que al menos una parte de los muertos pudieron ser asesinados por la oposición incluso antes de que las tropas se presentaran. Ello explicaría el silencio, pues tanto el régimen y sus aliados, como la oposición y sus aliados, serían responsables del hecho.
Días después, el presidente El Assad declaró a la televisión siria que ganaría la guerra, aunque le tomará tiempo, y que no habrá intervención extranjera. Tal vez tenga razón. Al día siguiente tuvo lugar en Nueva York una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, realizada a solicitud de Turquía y otros vecinos de Siria, que se encuentran desesperados por el aumento en el número de refugiados. Turquía debió cerrar su frontera, mientras construye aceleradamente nuevos campos para acogerlos. Ya ha recibido 80 mil personas. Jordania, 46 mil; Líbano, 42 mil e Irak 16 mil. Solicitaron ayuda internacional y propusieron el establecimiento de zonas neutrales dentro de Siria donde los refugiados puedan permanecer a salvo, sin tener que cruzar la frontera. Se les escuchó amablemente, pero ni Rusia, ni China ni Estados Unidos asistieron a la reunión. Lo que da una idea de la importancia que le dan al asunto.
Así las cosas, podría no haber una intervención extranjera y El Assad podría ganar la guerra. Y es que el horno no está para bollos: la oposición siria en el extranjero, con la que venían dialogando las potencias occidentales, claramente no tiene ninguna presencia real ni es reconocida por los grupos combatientes, que por otro lado tampoco consiguen construir un mando unificado aunque sea para lo estrictamente militar, ya no digamos lo político. El ELS tiene pocas armas y pertrechos, y los excesos aparentes en que han incurrido, volviendo la guerra contra el régimen en una guerra civil religiosa, les restan legitimidad internacional y nacional.


