Hugo Chávez (58 años) o Henrique Capriles (40 años)

Bernardo González Solano

Justo en siete días —el 7 de octubre—, terminará la cuenta regresiva de los venezolanos para cumplir los comicios presidenciales.

El próximo domingo, la ciudadanía de la República Bolivariana de Venezuela elegirá al mandatario que conducirá el país durante el periodo sexenal de 2013-2019. Los principales candidatos son Hugo Rafael Chávez Frías, de 58 años de edad, actual presidente (en el poder desde el 2 de febrero de 1999) que busca la reelección, y el candidato de la oposición (la Mesa de la Unidad Democrática), Henrique Capriles Radonski, de 40 años, descendiente de judíos rusos y de judíos sefaraditas. Su madre pertenece a una familia superviviente del Holocausto. Aunque las encuestadoras oficialistas aseguran el triunfo del líder de la Revolución Bolivariana, hay otras que indican una posible victoria del abanderado de la oposición.

 

Encuestas

En las últimas semanas, la campaña electoral se radicalizó por parte de los seguidores de Chávez, pues sorpresivamente los últimos sondeos de Hernández Arcón y Predicmática recogieron números favorables al líder de la oposición, Capriles: 48.6% a éste, y a Chávez, 44.2%, el primero, y la segunda, 47.7% a Capriles, y 43.9% a Hugo Chávez. Lo cierto es que la campaña venezolana se convirtió en una guerra de encuestas que nadie puede asegurar qué tan limpias puedan ser.

Ante este panorama, Chávez pidió (“amenazó”, dicen los adversarios) a los ricos venezolanos su apoyo para el día de las elecciones. Chávez dijo: “Las familias ricas tienen casas lujosas, buenos coches, probablemente un apartamento en la playa, propiedades. Les gusta viajar al extranjero en vacaciones. ¿Les conviene una guerra civil? En absoluto. Sólo conviene a la extrema derecha fascista encarnada por el perdedor. Es del interés de los ricos que aman la paz, ganar, y les invito a votar por Chávez, el próximo 7 de octubre. Chávez garantiza la paz, la estabilidad y el crecimiento económico”.

Esta declaración chavista culminó una semana de incertidumbre. Supuestamente se había hackeado la cuenta de Twitter de Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, desde la que se propaló la versión de que se preparaba un golpe de Estado en contra del presidente Chávez y que, además, había que asesinar al candidato de la oposición, Capriles.

Chávez ha recurrido a muchas estratagemas para convencer a los electores. Desde el manejo convenenciero del cáncer —las idas y venidas a Cuba, donde se le ha atendido médicamente—, el férreo control de los medios de comunicación y su sibilina verborrea en contra del candidato de la derecha, hasta la realización de un populista y urgente programa de construcción de casas, que sus ministros entregan a toda prisa.

 

El Peña Nieto de Venezuela

Asimismo, frente a un adversario 18 años más joven, soltero, bien parecido y con mucha simpatía con las mujeres —como un Enrique Peña Nieto en México—, los asesores del originario de Sabaneta han tratado de rejuvenecer al enfermo candidato (su cara y su cuerpo lucen hinchados, pese a las declaraciones que aseguran que el cáncer que lo afectaba ya desapareció), ya no viste uniforme militar, ni “canta” canciones rancheras mexicanas ni las rimas llaneras venezolanas que tanto le gustan, sino que modernizó su atuendo y “entona” temas raperos y de pop con un bajo eléctrico que no sabe tocar. Pura simulación.

En Caracas aparecieron grafitis multicolores con dibujos de Chávez como si fuera un rapero tatuado o un jugador de basquetbol. Al grado que se le  presentó como joven jugador que caracolea una poderosa motocicleta.

Como sea, todos los sondeos de opinión afirman que la inseguridad pública está a la cabeza de las preocupaciones de los venezolanos. Obviamente, la oposición lo sabe y la ha convertido en uno de los temas centrales de su campaña para la elección presidencial.

 

El lastre de la inseguridad pública

“Las únicas cosas que aumentan en Venezuela son los precios y los homicidios”, afirma Capriles, quien logró unificar la oposición para lograr la candidatura que desafía al gobernante bolivariano que ha logrado fama mundial por sus excentricidades, aunque sus admiradores digan lo contrario.

La inseguridad pública cuenta. En 2011, aproximadamente 19 mil homicidios fueron registrados por el Observatorio Venezolano de la Violencia, una organización no gubernamental, es decir una tasa de 67 homicidios por cada 100 mil habitantes. Según los poderes públicos, que no publican estadísticas anuales, la tasa de homicidios sería más bien de 50 por cada 100 mil habitantes.

Pero en el curso de la presente campaña también se ha puesto de relieve que gran parte de la prensa de Venezuela la ha debilitado Chávez. Carlos Lauría coordinador senior del Programa de las Américas del Comité para la Protección de los Periodistas, en un ensayo periodístico sobre el tema afirmó que “…decenas de medios audiovisuales han sido cerrados y la censura es cada vez más evidente, como revela un reciente informe del Comité para la Protección de los Periodistas. En el caso de Radio Caracas Televisión, el ente regulador no siguió un proceso transparente e imparcial en su decisión de no renovar la licencia en mayo de de 2007. Existió una decisión predeterminada y motivada políticamente para sacar fuera al principal canal crítico”.

“Tras el golpe fallido de 2002 —agrega Lauría—, Chávez llegó a la conclusión de que para desafiar el predominio de los medios privados necesitaba un aparato de medios oficiales más desarrollado para influir en la opinión pública. Y no ha escatimado recursos para ello. En la actualidad, el gobierno cuenta con una vasta red de medios del Estado, incluyendo radios, televisoras, medios impresos y digitales, desde donde no sólo se transmite propaganda sino que lanzan campañas de descrédito contra periodistas y medios críticos”.

Abunda Carlos Lauría: “A medida que se limita el disenso, los periodistas venezolanos se han volcado en las redes sociales. Y también han sido víctimas del asedio oficial…” Nadie ignora qué sucedería con los medios de comunicación si ganara uno u otro. Los bandos están bien definidos. Así, el psicólogo social venezolano Andrés Sucre, en una entrevista concedida a Notimex, al respecto de la advertencia de Chávez de que un eventual triunfo del opositor Capriles llevaría al país a una guerra civil, declaró que esto es simplemente una “fanfarronada… Es la combinación de la vieja estrategia de la zanahoria y el garrote, por un lado ofrece villas y castillos a los electores y por el otro deja entrever que sin él todo sería el caos”. Sucede que Chávez perdió la calle y la gente comienza ahora a reclamarle su pésima gestión.

El asunto es que millones de venezolanos se preguntan si un “muchacho” podrá vencer a Chávez. Capriles lo cree y hace hasta lo imposible por lograrlo. Falta poco para conocer la realidad. La fecha fatal se cumplirá el domingo 7 de octubre. En las urnas se verán las  caras.

El Flaquito, como el propio Capriles se llama, es joven (40 años de edad), bien parecido, convencido, convincente. La mayoría de las encuestas lo dan como perdedor, aunque los indecisos son bastantes, el 15%. Otras encuestadoras le conceden puntos de ventaja, quizás son las que no controla el gobierno.

 

Una lucha de dos católicos

“Nada está definido hasta el día de la elección”, recalca Capriles, mientras cruza una y otra vez el país. “El presidente Chávez aparece en la televisión, yo ando en la calle”, aclara el candidato de la oposición.

Por donde hace campaña, Capriles es recibido como estrella de rock. Sus partidarios son mayoría en la clase media y alta, menos numerosos en las clases populares: en Venezuela, la fractura política coincide casi con la fractura social. Las mujeres le ofrecen ramos de flores y estatuillas de la patrona venezolana, la virgen de Coromoto.

Capriles es católico, como lo es Chávez, aunque sin sus extravagancias religiosas. Tienen raíces culturales y familiares diferentes. Es devoto también de la Virgen del Valle, patrona de Venezuela oriental “y muy supersticioso”, según dicen algunos de sus allegados.

También es la esperanza de una generación, pues los venezolanos saben, desde que tienen la edad para votar, que Chávez ha estado en el poder. El Flaquito cuenta 40 años de edad y una sólida carrera. Diputado —a los 26 años—, alcalde, después gobernador, Capriles puede jactarse de jamás haber perdido una elección.

En las primarias de la oposición, el 12 de febrero pasado, alzó la mano y ganó, para variar. Más de tres millones de electores (de un total de 18 millones) participaron en el escrutinio organizado por la Mesa de la Unidad Democrática. Veintitrés partidos, entre los que están los tradicionales, Copei (demócrata cristiano) y Acción Democrática, forman parte de esta coalición que va de la derecha a los decepcionados del chavismo, hasta Primero Justicia, el partido de Capriles.

Capriles ha utilizado en su campaña un lenguaje de unidad y de conciliación: “El país está fatigado de la polarización entre chavistas y antichavistas. Todos somos venezolanos, es lo que importa”.

Poco hay que vivir para saber quién seguirá gobernando Venezuela o quién empezará a gobernarla. En siete días más.