Eso es la democracia, cosa de mayorías

La democracia es la necesidad de inclinarse

de cuando en cuando ante la opinión de los demás.

                   Winston Churchill

 

José Fonseca

 En medio de forcejeos y un cierto desorden, la Cámara de Diputados aprobó las reformas a la Ley Federal del Trabajo presentadas por el presidente Felipe Calderón como iniciativa preferente, lo que obligó a los diputados a aprobarla en el mismo mes que se presentó.

Ahora las reformas deben ser aprobadas por el Senado. Difícilmente serán rechazadas, a pesar de las callejeras impulsadas por la izquierda.

Quizá, como dicen, las reformas son insuficientes, pero al menos por primera vez en 42 años se le ha dado cierta flexibilidad a una ley laboral con muchas, posiblemente demasiadas rigideces.

En materia de contratación y despidos se dan algunas facilidades, pero lo más importante es que en esa materia se da a todos, trabajadores y patrones, un marco de mayor certidumbre jurídica.

Tal certidumbre sería mayor si la iniciativa presidencial hubiera tocado a las Juntas de Conciliación y Arbitraje. No quiso hacerlo el presidente Calderón. No se atrevió a ir tan lejos en sus propuestas.

Sólo el tiempo dirá si la reformada Ley Federal del Trabajo consigue el objetivo de facilitar y, por tanto, generar más empleos.

Las críticas más fuertes a la votación mayoritaria de los diputados y sin duda a lo que será votación mayoritaria del Senado proviene de haber rechazado la imposición de lo que llaman “la transparencia sindical”.

Según los críticos, eso hace débil la reforma laboral.

En medio de una avalancha de declaraciones y posicionamientos se ignora una circunstancia: aceptar la propuesta calderonista de regir la vida interna de los sindicatos hace necesarias reformas constitucionales. Y las iniciativas preferentes no pueden utilizarse para reformas constitucionales, prescribió la reforma política tan aplaudida por tantos.

Entonces, ¿por qué las críticas y las quejas? Por obcecación política e ideológica.

En cuanto a cómo se desarrollan los trabajos de diputados y senadores no hay que escandalizarse mucho. Bien dice José Woldenberg: “la democracia no es el paraíso”. Y los trabajos legislativos son esencialmente ejercicios de política, durante los cuales hay que dialogar, escuchar el otro y negociar lo mejor posible las propias posiciones. Todo desde la perspectiva de que negociar siempre significa ceder en algo.

Así pues, las reformas a la Ley Federal del Trabajo pueden ser insuficientes para muchos, pero no olvidemos que en el Congreso están representados y confluyen todos los intereses que coexisten en México, tan distintos y tan contradictorios. Es tarea de los senadores y diputados conciliarlos, reconciliarlos, equilibrarlos.

Como la tarea de dialogar y negociar no puede prolongarse eternamente, llega el momento en que las iniciativas deben votarse. Y, como en toda democracia representativa se legisla por mayoría, pues eso es la democracia, cosa de mayorías.

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