Indigestados de “democracia”
De nada sirve correr;
lo que importa es partir a tiempo.
Jean de la Fontaine
José Fonseca
La premisa de la Fontaine parece regir los trabajos del presidente electo Enrique Peña Nieto y su equipo de transición.
A 40 días de la transición ya se dejan sentir las presiones de aquéllos a quienes apura impulsar sus propias agendas, aunque a veces las disimulan bajo el ropaje del “interés público” y las “sentidas demandas de la sociedad”.
Hasta ahora a menos de seis semanas de la toma de posesión, Peña Nieto y su equipo han resistido la tentación de empezar a difundir los detalles de lo que será el programa de gobierno sexenal.
Primero, porque sin duda todavía está en proceso de construcción. Están en la etapa de selección de prioridades.
Pero conforme se acerque el uno de diciembre habrán de mantener la disciplina, porque a veces las indiscreciones cortan lo que podrían ser exitosas carreras.
Muchos de los críticos del presidente electo le acusan de seguir con declaraciones que para algunos no son suficientemente claras ni específicas.
Sería insensato adelantar vísperas, porque aún está en funciones el presidente Calderón y, aunque parece relajado y dispuesto a una transición del poder civilizada y ordenada, nada garantiza que una indiscreción la sienta como una crítica agresiva y decida probar que él es el presidente de la república hasta el último día de su gobierno.
Existe además otro factor esencial. Lo que diga y anuncie el presidente electo el día de la toma de posesión definirá en muchos aspectos cómo impacta en el ánimo nacional.
Pocas veces estaba tan desmoralizada la opinión pública como cuando tomó posesión José López Portillo. Lo que ocurrió en su sexenio es otra historia, pero el uno de diciembre de 1976 López Portillo inyectó entusiasmo a la sociedad.
Hoy, cuando la sociedad está tan emponzoñada por la indigestión que a tantos les provocó la democracia, cuando la violencia aún se cierne como ominosa sombra sobre muchas comunidades, cuando la inteligentzia ha convertido en deporte la denostación de los políticos y ante un panorama económico difícil, a pesar de la estabilidad macroeconómica, el presidente electo tendrá que pulsar simultáneamente las cuerdas de la fría lógica tecnocrática y administrativa, y las de la emoción nacional.
Bien podría empezarse a infundir algo que tiene Brasil y nosotros no. A pesar de una reconocida corrupción y de una persistente violencia, los brasileños no sólo se sienten orgullosos de serlo, sino que confían en un esplendoroso futuro para ellos y su país.
A los mexicanos nos hace falta eso: volver a sentirnos orgullosos de serlo y que se nos muestra una ruta por la cual caminar no sólo a la resolución de viejos y nuevos problemas, sino también hacia un mejor futuro.
jfonseca@cafepolitico.com
