Alexander Serikov
Durante los últimos diez años el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, ha reunido anualmente a los periodistas de distintos medios de información para darles a conocer algunos detalles sobre lo nuevo que hay en la vida de su país y en su vida personal. Esta vez la entrevista dada a mediados de octubre duró más de cuatro horas en las cuales además de las respuestas a las preguntas sobre la economía de su país habló sobre ciertas referencias a su vecino cercano, Rusia, y al presidente ruso Vladimir Putin y la reacción al apodo “último dictador de Europa” que le dieron en el Occidente.
Los sistemas políticos de Bielorrusia y Rusia son idénticos. Pero, enfatizó Lukashenko, en Bielorrusia todo es más honesto, abierto y riguroso. Cabe recordar, que el presidente bielorruso se mantiene en el poder ya durante el cuarto periodo de su mandato y para justificar su larga permanencia en calidad de primer mandatario dijo que en Bielorrusia: “no hemos hecho ninguna combinación sino hemos cambiado la Constitución”. Fue, obviamente, una alusión a que Putin y Medvédev en Rusia se intercambiaban sus puestos para permanecer más tiempo uno como presidente y el otro como primer ministro.
Lukashenko se pronunció contra el pluripartidismo indicando que en su país hay solamente dos partidos: Partido Comunista y Frente Popular Bielorruso. De todos los derechos humanos Lukashenko reconoce solamente tres: derecho a la vida, derecho al trabajo y derecho a tener un digno salario. Y hablando de las elecciones dijo lo siguiente a los periodistas occidentales: “En sus países las elecciones son dinero y show, mientras que en Bielorrusia es una fiesta.”
En cuanto a la política económica de su país Lukashenko dijo que la economía de mercado le pone alerta y confesó que tenía la idea de que la economía de mercado había sido “puesta furtivamente a Bielorrusia para desbaratar todo”. Sin embargo, los principios fundamentales de la economía bielorrusa son, según él, los siguientes: la privatización y la propiedad privada que son aplaudidas aunque con la condición de que ellas se realicen honesta y justamente.
Sobre sí mismo Alexander Lukashenko dijo que es una persona no muy rica pero orgullosa. Se niega a usar el carro de super lujo alemán Maybach de unos 77 mil dólares de costo que le había sido regalado por Rusia. Dijo que el pueblo bielorruso no entendería tal lujo. Confesó que no se considera parecido a Lenin ni a Stalin ya que le faltaría mucho para alcanzar la altura de ellos. Agregó que ellos tenían frente a sí tareas mucho más grandes que las que tiene él y que la gente sin escrúpulos los está demonizando.
Reaccionó al título del “último dictador de Europa” de la siguiente manera: la presión de Occidente es el precio de la amistad entre Bielorrusia y Rusia y la consecuencia de que Bielorrusia no tiene su propio gas y petróleo. Y preguntó: ¿Acaso ejercen presión sobre Arabia Saudita? Después dijo: No tenemos reservas de hidrocarburos, entonces ¿por qué dicen que somos dictadura?