Ricardo Venegas

Cisco Jiménez (Cuernavaca, Morelos, 1969) se ha centrado en el ángulo no académico de la creación y ha sabido vincular elementos del arte popular con formas regionales del mundo moderno, actualmente expone su obra en diversas latitudes del mundo. Sobre Cisco, George Stolz ha escrito en el Art News Magazine de Nueva York: “Cisco Jiménez crea un arte que es simultáneamente enfurecido, juvenil, poderoso y extrañamente delicado…”. Realizamos esta entrevista a propósito de la reciente aparición del libro Las palabras en la obra plástica de Cisco Jiménez (Eternos Malabares/Conaculta), de Elizabeth Delgado. —¿Qué respuesta recibes del discurso que has elaborado? Comenzaste con algo muy barroco y eso derivó en un discurso muy efectivo que hace uso de las palabras en tu obra. —Justo en 1989 hice mi primera exposición individual en el pasillo del Centro Cultural Universitario en Cuernavaca. Entonces, de repente me di cuenta que ya habían pasado veinte años. Y bueno, puede ser algo con un gran peso simbólico y al mismo tiempo puede ser un año más y ya, pero sí sirve como un pretexto para revisar hacia atrás. Como para ver qué es lo que ha pasado y sobre todo, por llamarle así, ver ese acervo que se ha creado, aunque la obra se ha perdido, se ha vendido, se ha dispersado, pero es ya un camino que se ha recorrido. Para mí este año es de revisión, tratar de sacar conclusiones de esos años y estoy realizando un par, dos o tres exposiciones cronológicas, con la obra que se pueda reunir y que esté a la mano, tiene que ver mucho con cuestionarme cosas o replantear la carrera, porque al mismo tiempo las circunstancias plantean que todo está en crisis, en bancarrota, no son la economía, sino los valores mismos y en el arte es donde primeramente se refleja, porque es un área muy sensible. Muchas carreras de artistas se van a ver tremendamente afectadas; los que puedan entender los fenómenos podrán encontrar una nueva ola, una nueva manera de replantear su discurso, su arte, es sumamente interesante. —¿Cómo crees que pueda darse ese replanteamiento? —Llevamos ya dos sexenios de derecha, de gobiernos de derecha y especialmente ahorita de extrema derecha, la gente no lo quiere ver, pero eso está presionando y apretando muchas situaciones de los artistas, de los centros culturales, de la misma economía cultural, del desarrollo cultural, y seguramente va a llegar un punto de quiebre. Y va a ser crítico porque ya hay coletazos. La Universidad de Morelos está muy dispuesta a hacer cosas interesantes en cuanto a cultura, pero tiene el mínimo de presupuesto, ese tipo de circunstancias, pueden suscitar reacciones interesantes y las va a haber porque ya hay muchos jóvenes que no encuentran espacios y no tienen mercado, no tienen empleo y de alguna manera tienen más conciencia porque ya fueron preparados en los niveles académicos de licenciatura. —Has sido uno de los creadores que muy jóvenes comenzaron a desarrollar una obra en Morelos. ¿Con qué estrategias tendría que trabajar un artista joven para trascender fuera de su estado? —La vida y el desarrollo de cada artista es un mundo distinto, se desarrolla con circunstancias muy propias, muy personales, muy específicas, incluso puede influir el propio perfil como ser humano, como persona. Ahorita hay unas herramientas increíbles para promover la obra, para darse a conocer en el mundo. Yo hacía carpetas de papel amate y les ponía adornitos con tinta roja y pegaba las fotos, mal impresas y chuecas. Y ahora sólo las mandas a imprimir, haces impresiones digitales y ya te queda un catálogo de primera. Hay una diferencia brutal que puede ser muy bien aprovechada. Quizá la tragedia a la par de esto es que hay una sobrepoblación artística como nunca se había dado en la historia. Había un censo de que en Estados Unidos cada año egresaban como de ocho a diez mil doctores en arte. Es decir, gente capacitada en arte que llegaba hasta un doctorado en arte. Sea artista o crítico de arte, historiador de arte, pero cada año era de ocho a diez mil. Esto en Estados Unidos. En México pueden ser cientos por año. —Proporcional… —Son circunstancias muy paradójicas, pero más extremistas o más extremas. Y eso también puede ser algo interesante, porque antes exponer en el extranjero era casi imposible o era una gran hazaña y ahora es ordinario que te inviten a un festival, o que haya algún contacto o una colectiva, o que el gobierno organiza. Incluso, ahora invitan con más énfasis a artistas jóvenes, es más común que artistas jóvenes tengan una beca o un viaje. Y antes no, antes era el círculo de consagrados. Hay el mismo tipo de retos y de oportunidades para todos. —¿No ha variado la oportunidad? —No, porque de alguna manera el arte siempre va a ser piramidal. No hay espacio para todos, no hay compradores para todos, no hay galerías para todos. Va a haber esta pirámide y sólo es para que la vayan escalando los mejores o los más audaces o los más mañosos. Se dan todos los casos. —El erotismo que desarrollas tiene una carga de ironía. Muchas veces hay una cuestión social, también reivindicas una postura y una visión sobre la realidad en el arte. —Cuando empecé había realmente un compromiso social y político muy dogmático porque a la par yo era caricaturista político. Cada obra que hacía, fuera en los periódicos o en el arte, tenía esa carga fortísima. Con el tiempo te das cuenta de que la caricatura política tiene todo el sentido porque está enfocado a eso y al público. Y en el arte más bien llega a ser un ámbito muy desafortunado manejar temas sociales y políticos. A menos que lo manejes usando la metáfora, es decir, algo que pueda conectar a gentes de distintos lugares, de otros idiomas o culturas, pero buscando la manera de encontrar el pensamiento común.