Alexander Serikov

Las esperanzas de que cambie el sistema político en Bielorrusia, ex república de la desintegrada Unión Soviética, se frustraron. Los resultados de las elecciones parlamentarias realizadas en este país el domingo 23 de septiembre, confirmaron que el presidente Alexander Lukashenko, llamado en el Occidente “último dictador de Europa Oriental”, había obtenido un parlamento totalmente leal ya que ni un solo candidato de la oposición política obtuvo un escaño en el órgano legislativo bielorruso.

El triunfo de las fuerzas políticas fieles a Lukashenko se explica parcialmente por el boicot que anunciaron el 15 de septiembre los partidos más influyentes de la oposición –Partido Unido  Civil  y Frente Popular Bielorruso– que hasta esta fecha tomaron parte en la campaña electoral. El líder de este último partido Anatoly Lebedko explicó el boicot de la siguiente manera: la campaña electoral así como las elecciones parlamentarias actuales son las peores de todas las realizadas en Bielorrusia. Sus colegas del Partido Unido Civil dijeron, a su vez, que boicotearon las elecciones porque la administración del país no cumplió con las exigencias de este partido: liberar a los presos políticos e incluir en las comisiónes electorales el número máximo de militantes del mencionado partido.

La asistencia a las elecciones este año fue del 74.3 por ciento. Comentando el número elevado de personas que vinieron a las mesas electorales, el presidente bielorruso Alexander Lukashenko dijo que esto demuestra la confianza de sus ciudadanos en las autoridades. Y subrayó que si esta vez alguien expresa su desconfianza en las elecciones, él no sabría con base en qué leyes se tendrían que llevar a cabo. Contestando a una periodista polaca que le comentó que los observadores habían notado varias irregularidades durante las elecciones, Lukashenko aconsejó a los observadores y a todos los que realizan las elecciones en sus países, aprender el ejemplo de Bielorrusia de llevar a cabo elecciones honestas, con principios, con dignidad, velando por los intereses del pueblo.

Los 350 observadores de los países integrantes de la UEI –Unión de Estados Independientes que reúne algunas ex repúblicas de la desaparecida URSS– dijeron, como siempre, que las elecciones bielorrusas fueron abiertas, democráticas y realizadas en conformidad con las leyes. Mientras que los observadores de la OSCE –Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa– se negaron a reconocer las elecciones pasadas como libres y democráticas subrayando que en estas elecciones desde el principio no había competitividad. Al mismo tiempo, en Minsk, capital de Bielorrusia, fueron detenidas varias decenas de activistas del proyecto juvenil Observación de elecciones: teoría y práctica, realizado por el centro juvenil Belarús Watch, Universidad humanitaria europea y Casa bielorrusa de derechos humanos en exilio con su sede en Vilnius, capital de la ex república soviética de Lituania. Los activistas señalaron varias irregularidades en las elecciones.