Estados Unidos, dijo en la ONU, hará lo que deba hacer

Bernardo González Solano

Gane o pierda las elecciones dentro de treinta días, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pasará a la historia de su país y del mundo. Sin embargo, aunque él mismo lo sabe, y trata de no ser mandatario de un solo periodo, a menos de un mes de la cita en las urnas, debe actuar como lo que es hasta la toma de posesión de su sucesor o de su renovación como inquilino de la Casa Blanca, tanto en asuntos internos como en el contexto internacional.

Al suceder a George W. Bush, Obama  recibió una pesada herencia que no ha sido fácil manejar, de hecho, muy pocos, habrían podido hacerlo. Ha presidido la pérdida de influencia y el claro declive del país; muchos opinan que lo hizo con dignidad y eficacia; sus enemigos, los ortodoxos republicanos y la ultraderecha, aseguran lo contrario.

Pese a todo y a su débil pragmatismo, dio juego a la diplomacia y al multilateralismo. Su “medrosa” política exterior y de seguridad nacional, especialmente después de la muerte del enemigo número uno de Estados Unidos: Osama Bin Laden, tradicionalmente un flanco débil para los demócratas, sería inatacable por el republicano Mitt Romney, con ideas absurdas en este campo, y que acaba de desbarrar al pretender utilizar electoralmente la tragedia del consulado estadounidense en Bengazi, Libia  —donde islamistas o salafistas asesinaron al embajador estadounidense en Libia—, al querer poner en tela de juicio la capacidad de Obama como comandante en jefe de las fuerzas armadas de su país. El abanderado mormón se equivocó, todo mundo secundó la postura de Obama.

Los actuales no son ya los tiempos cuando el Tío Sam era, en todas las circunstancias, el “gendarme mundial”. Aunque los perennes antiestadounidenses —que de todo culpan al último imperio, desde una gripe hasta del deshielo polar— continúan asegurando que los “imperialistas” son la sal de la Tierra, el hecho es que Estados Unidos, aunque quiera, no es más el Big Stick sugerido por el republicano presidente Theodore Roosevelt, en una carta que el mandatario escribió en 1901: “…speak softly and carry a big stick, you will go far…” (…habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos…).

La sorpresa

Los tiempos cambian. Hace doce meses, durante la tradicional Asamblea General de la ONU, Obama se entrevistó con 13 jefes de Estado y de Gobierno. Ahora, en 2012, la agenda de Obama no incluyó ningún encuentro de este tipo. Unicamente platicó con la famosa Premio Nobel de la Paz de Birmania, Aung San Suu Kyi, recién elegida diputada en su país, que no representa a las autoridades locales. Su condición de luchadora política que acaba de salir de prisión, le da lustre mundial.

Sin embargo, Obama no se reunió ni con el primer ministro de Israel, Benjamim Netanyahu, ni con el nuevo presidente de Egipto, Mohamed Morsi. Ninguno figuraba en la agenda de la Casa Blanca. Negativas que tuvieron resonancia diplomática.

De ninguna manera significa esto que Obama perdiera, de súbito, el interés por la diplomacia, ni bilateral ni multilateral. La razón es menos complicada. La cercanía de los comicios presidenciales del 6 de noviembre próximo, tiene paralizada la política exterior de la Casa Blanca. Esta circunstancia tiene repercusiones en muchos ámbitos, incluyendo la propia Asamblea General de la ONU, que empezó el martes 25 de septiembre pasado. Dígase lo que se diga, el ambiente en la Asamblea fue menos efervescente que cuando Estados Unidos no está en un proceso electoral presidencial. El próximo año, la Asamblea General se desarrollará en otro ambiente, cuando ya se conozca el nombre del mandatario de la “mayor potencia mundial”.

De tal suerte, aunque la práctica de la diplomacia mundial mucho se ha transformado en los últimos veinte años, y ningún gobierno, ni siquiera el de Estados Unidos, es tan omnímodo como para dirigir la brújula del mundo, cualquier intervención de la comunidad internacional en las graves crisis de la actualidad requiere, antes que nada, conocer el nombre de los dirigentes del gobierno norteamericano, para lo que sólo faltan algunos días.

Desde hace muchos meses, el problema más evidente en el contexto internacional es el que se refiere al probable desarrollo de armas atómicas en Irán. A la reunión de la Asamblea General acudió este año, como en otras ocasiones, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad. Como es sabido, el gobierno israelí considera que el programa nuclear de Irán ya cruzó la línea roja en la que la fabricación de una bomba atómica es inminente. Por consecuencia, el primer ministro Netanyahu es partidario, como consecuencia, de una acción militar inmediata en contra de Irán, razón por la cual el dirigente judío ha presionado al mandatario estadounidense en la campaña electoral.

Cuando menos se esperaba, Obama dio la sorpresa con un discurso en el que emplazó a la comunidad internacional a escoger entre el bien y el mal, la tolerancia o el fanatismo, el entendimiento o la violencia, la democracia o la dictadura.

El primer presidente afroamericano citó al gobierno de Irán como ejemplo de quienes promueven la destrucción y el odio, y advirtió que “Estados Unidos hará lo que tenga que hacer” para impedir que llegue a tener armas nucleares.

Afirmó que Irán “ha perdido, una y otra vez, la oportunidad de demostrar que su programa nuclear es pacífico y de cumplir con sus obligaciones con la ONU”. Al mismo tiempo, Obama advirtió que su país “quiere resolver este problema por medio de la diplomacia y creemos que todavía hay tiempo y espacio para hacerlo, pero el tiempo no es ilimitado”. El mulato atrajo la atención de los asistentes a la Asamblea.

Agregó Obama: “Respetamos el derecho de las naciones a acceder a la energía nuclear para usos pacíficos”… [pero]… Irán restringe los derechos de su pueblo mientras sigue alimentando a un dictador en Damasco y exportando el terrorismo a otros lugares”… [así]… un Irán con armas nucleares no es un desafío que podamos ignorar”.

“Supondría una amenaza —recalcó Obama—  para Israel, para la seguridad de las naciones del Golfo y para la estabilidad de la economía mundial. Podría desatar una carrera de armas en la región y liquidar el Tratado de No Proliferación… Por eso es por lo que Estados Unidos hará lo que tenga que hacer para evitar que Irán tenga armas nucleares”.

El recuerdo del embajador Stevens

Ni duda cabe que la inusitada firmeza oratoria de Obama en Naciones Unidas obedeció al propósito de tranquilizar a Israel, cuyo gobierno (y buena arte de la sociedad israelí) asevera que la amenaza de un Irán atómico está a la puerta, y a satisfacer a la propia opinión pública estadounidense que, a poco más de 40 días de los comicios, mide la capacidad de los candidatos presidenciales de defender su país y sus aliados.

Esta decisión de Obama forma parte de su concepción del lugar de Estados Unidos en el planeta, algo que Obama desarrolló con brillantez, en el que muchos analistas consideraron su mejor discurso en la ONU. Por ello recordó al desafortunado embajador Christopher Stevens, asesinado el 11 de septiembre (fecha fatídica y sagrada ahora para los estadounidenses), en Bengasi. Obama afirmó que el diplomático sacrificado ayudó a liberar a Libia y en el momento de su muerte ayudaba a consolidar la independencia de este país, por lo que representaba, mejor que nadie, “los valores que Estados Unidos ofrece al mundo”.

En fin, en su discurso incluyó la exigencia de renuncia al presidente de Siria, Bachar el Asad —donde la guerra civil ya ha causado más de 25 mil muertos—, así como el apoyo a “un Estado judío de Israel seguro y una independiente y próspera Palestina”.

Posteriormente, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en el mismo foro, manifestó que no podía permitirse al programa nuclear iraní franquear la línea roja, al tiempo que explicó que Irán estaría en posibilidad de construir una bomba en el verano de 2013. Pero por el momento puso fin a las especulaciones sobre la posibilidad de un ataque sorpresa en los próximos meses contra Irán. Y, Ron Ben Yishai, especialista en asuntos de defensa de Israel, publicó en un artículo en el periódico Yedioth Ahronoth, en el que aclaró: “Puede deducirse que los peligros que Israel lance un golpe preventivo contra Irán en un futuro próximo se han reducido, y están próximos a cero; ciertamente no antes de las elecciones estadounidenses de noviembre y probablemente tampoco durante el invierno”.

De acuerdo con Netanyahu, el umbral crítico se alcanzará cuando Irán pueda producir los 260 kilogramos enriquecido al 20%. La segunda fase sería cuando se enriquezca el 70%. A partir de ahí, varios meses podrían ser suficientes para transformar esta materia fisible en 30 kilogramos de uranio enriquecido al 93%, necesarios para fabricar una bomba atómica.

¡Ojalá nadie escriba sobre ese momento!