Daños colaterales
Teodoro Barajas Rodríguez
El sexenio del presidente Felipe Calderón ya está próximo a su conclusión. Hace rato le llegó el ocaso como final de una historia cruenta, virulenta e insospechada al inicio de su gestión.
Una cantidad industrial de plomo se disparó en este sexenio que registró odiseas, episodios sangrientos acompañados de una brutal desesperanza porque la inseguridad que se marida con la impunidad no disminuyó.
En esta parte final de la administración, segunda consecutiva del PAN, la ineptitud se distingue claramente en una confusa guerra contra un temible poder fáctico como lo es el narcotráfico. Sin duda este sexenio que vive sus postrimerías será recordado por los miles de muertos, por el incremento de trabajo en los cementerios, fuga de reos y una cantidad impresionante de expedientes no resueltos.
El desempleo crece, aunque eso no lo digan las cifras oficiales, la visión desde el poder difiere de la que tiene la gente de a pie que sufre el alza de precios, la que no acude al spa, los que enfrentan cotidianamente el peso de esta descomunal crisis que despoja.
Los yerros calderonistas fueron reprobados el primero de julio, y de qué manera, su partido fue vapuleado, perdió bastiones importantes, esa gran mayoría de votantes no podían estar equivocados. Se reprobó la impericia, la improvisación gubernamental en una gestión en la que tuvieron acomodo los amigos del presidente que no son el sinónimo de los mejores perfiles.
Doce años de haber vivido a la derecha en el poder fue suficiente para optar por un cambio, resultaba insostenible seguir igual; aspirar a más miseria, más muertes y desasosiego sería tanto como optar por un masoquismo fuera de lugar. El resultado del primero de julio resulta lógico aunque la política carezca de tal elemento.
La próxima administración recibe un concentrado denso de pendientes, tareas inconclusas y otras que simplemente no se hicieron para heredar más conflictos.
El próximo gobierno federal no debe incurrir en excesos de confianza, ni la sociedad, o una gran parte de ella, debe extender un cheque en blanco. Deseo que no se reproduzcan los viejos moldes priistas tan distantes de la democracia y próximos a la opacidad.
Ya el futuro inmediato reportará lo que haga u omita el gobierno entrante, lo cierto es que la actual administración entrega un país sumamente erosionado, no es invento, las notas periodísticas que así lo consignan son interminables como estrellas.
En tanto, la buena noticia es que ya concluye esta administración que será recordada por una serie de equívocos que se traducen claramente en plomo, muerte y sangre.
Todo lo ocurrido en los últimos seis años nos debe servir como experiencia, referente y reflexión; los asuntos del Estado ocupan no sólo voluntad sino talento, precisión y política; sin tales premisas lo que se presagia es el naufragio.
