Entrevista a José Elías Romero Apis/Jurista

 Irma Ortiz

El jefe de Gobierno electo capitalino Miguel Angel Mancera anunció en días pasados que existen las condiciones propicias para llevar a cabo la reforma política del Distrito Federal, donde habrá de replantearse el pacto federal de la que llamó Ciudad Capital y que se comprometió a impulsar hasta lograr que se concrete.

Por ello conviene remontarse en la historia. Es en 1921 cuando el Congreso decreta la formación del Distrito Federal, lo declara residencia de los poderes de la federación y lo designa como capital de la República, pero en 1928, Alvaro Obregón, en su lucha por volver a la presidencia de México y al tener la oposición de la mayoría de los ayuntamientos de la ciudad, suprime los municipios tanto en el Distrito como en los territorios federados.

Han pasado 70 años y luego de cuatro reformas políticas realizadas a partir de 1987, se logra que el Distrito Federal ejerza su derecho a elegir a sus autoridades, a poder establecer sus impuestos, leyes locales y gobernar la ciudad capital —avances que en su mayoría se lograron a partir de contar con gobiernos de izquierda.

En la lucha para que la ciudad adquiera definitivamente los derechos que tiene como entidad fundadora del pacto federal, otorgados por el artículo 43 constitucional, Mancera convocó a desarrollar un modelo que sirva no sólo para la ciudad de México sino para la nación.

Siempre! entrevistó a José Elías Romero Apis, reconocido jurista, ex subprocurador de la PGR y del Distrito Federal y ex legislador, nos da su visión sobre el tema.

¿En qué consiste una reforma política?

Una reforma política se da cuando se cambian las bases fundamentales de convivencia entre los órganos de gobierno o de éstos con los ciudadanos; cuando cambian reglas esenciales del juego de cohabitación entre gobernantes y gobernados y las reglas básicas entre los poderes públicos. Cuando se da una reforma de otro orden, aunque tenga que ver con la materia política, puede ser no necesariamente una reforma política considerada en sí misma, tan sólo una reforma del orden administrativo o del orden electoral.

¿Qué tanto beneficia una reforma política al Distrito Federal? ¿Cuáles son las diferencias de lo que vivimos hoy a lo que sería la ciudad con una reforma en la materia?

Las diferencias esenciales son, en estricto rigor, que no las sentirían los ciudadanos de manera inmediata. ¿Qué diferencia existe entre un territorio federal como el Distrito Federal, la capital de la república y un estado federado, como son las 31 entidades, entre ellos los vecinos, como el Estado de México?

La diferencia es que los estados federados en primer lugar tienen un régimen de autonomía en su vida pública, determinan todos sus órganos de gobierno, que, por cierto, casi los decide el Distrito Federal, que elige a su gobernador que es el jefe de gobierno. También escoge su Congreso, que es la Asamblea Legislativa y de manera conjunta designa a los miembros de su poder judicial.

Los capitalinos eligen algo parecido a los presidentes municipales: los jefes delegacionales. Las diferencias son: uno, que el estado federado participa en la reforma constitucional de la república, mientras que el Distrito Federal no participa en ella. Dos: que los estados federados tienen como base de organización el municipio y éste está gobernado por un órgano colegiado, no unipersonal: el ayuntamiento, formado por un presidente municipal, síndicos y regidores que lo integran en forma de órgano colegiado y que contienden en planilla durante las elecciones; mientras que el órgano de gobierno delegacional es unipersonal, es un jefe de gobierno que no tiene ayuntamiento para gobernar esa demarcación.

La vida ciudadana cambiaría poco

Otras diferencias tienen que ver con las posibilidades de participación paritaria en el concierto de la vida nacional, pero son diferencias menores. Diría que la vida de los ciudadanos muy poco cambia sensiblemente en relación con un territorio federal o con un estado federado.

Veamos, por ejemplo, la conurbación metropolitana donde está el Distrito Federal, donde está una gran parte del Estado de México: ¿quiénes son más felices?, ¿le deben esa felicidad a su régimen político? Muchos ciudadanos dirían, oiga usted, el Distrito Federal y el Estado de México, si salgo a la calle, tienen los mismos agujeros, peligra uno con los mismos rateros y nos estorban los mismos puesteros. ¿En qué cambia la vida de un habitante con que tenga autonomía de estado o no la tenga como territorio?

El zócalo de la ciudad de Toluca está limpio y el de la ciudad de México está desaseado: ¿por su régimen político?, ¿por su estructura constitucional, o porque uno lo limpian y otro no?, ¿por qué en uno hay plantones y en otro no?  Es decir, ¿la reforma va a hacer que esta ciudad sea más feliz, o simplemente va a transformar una serie de reglas entre órganos de gobierno que no necesariamente son sensibles para el ciudadano?

Podríamos poner un ejemplo: una operación de las vértebras; huesos que no vemos y que incluso no sentimos, ni nos acordamos de su existencia. Para la mayoría de los seres humanos son más importantes las uñas que las vértebras y el cuidado de nuestras uñas es más viable que el de estos huesos.

Sin embargo, una enfermedad de vértebras pudiera llevarnos a un deterioro brutal de nuestra vida individual, pudiera ser que requiriéramos una operación, antes de ningún síntoma, antes de ningún dolor, y nos dijera el médico: ya quedó usted perfecto para el resto de su vida, nunca más le van a molestar, como le iban a afectar si no se operaba.

Así son muchas cosas de la vida institucional, no sentimos la soberanía, ni el tener una Constitución. No sabemos en qué nos beneficia tener un catálogo tan amplio de garantías en esa Constitución; lo sabríamos si viviéramos en los países que no la tienen. Sabríamos lo que es la soberanía y sentiríamos lo que es la falta de garantías si viviéramos en Puerto Rico, sabríamos o sentiríamos lo que es la falta de garantías constitucionales si viviéramos en Siria.

No lo sentimos porque vivimos en México, porque nacimos bajo este régimen, porque es un país soberano desde hace 200 años, porque es una nación apegada al constitucionalismo desde hace más de cien años, en fin, porque tenemos una serie de circunstancias como las vértebras, que las tenemos desde que nacimos y nunca nos damos cuenta de ellas. Lo único que nos molesta es, a veces, que las uñas sean tan largas.

Se ganaría cierta independencia

Sin embargo, contar con una reforma política le permitiría al Distrito Federal manejar sus finanzas, su endeudamiento, no depender de otros poderes y poder nombrar a su secretario de seguridad pública…

Hace muchos años en México, como en muchos países federales, existían territorios federales. No todos eran estados sino que había territorios, los últimos que tuvimos y que se convirtieron en estados hace 40 años fueron Baja California Sur y Quintana Roo.

Esos eran estrictamente territorios, menores de edad, porque al gobernador no lo elegían sino que lo designaba directamente el residente de la república, no tenían Congreso local y sus leyes se las hacían el Congreso de la Unión, como también entonces las leyes del Distrito Federal las hacía el Congreso de la Unión.

No tenían una organización municipal como la que tienen los estados puesto que no lo eran, ya que eran simplemente territorios con una demarcación y un gobierno ejercido directamente por el Poder Ejecutivo federal; es más, no tenían procurador de Justicia ni Baja California Sur ni Quintana Roo. Su procurador era el mismo del Distrito Federal, la Procuraduría se llamaba de Justicia del Distrito y territorios federales.

Ahora bien, el Distrito Federal, gracias a nuestra imaginación, gracias a nuestra versatilidad política —que hace 40 años era también un territorio de la misma naturaleza que los dos estados mencionados y otros territorios que hubo antes—, se fue convirtiendo en algo mucho más parecido a un estado.

Hoy, repito, sus funcionarios principales son electos, ese gobernador no es nombrado por el presidente sino electo por la ciudadanía. Tiene un Congreso, no lo legisla el Congreso de la Unión; designa al Poder Judicial, no lo hace el presidente. Los únicos funcionarios que requieren cierta ratificación presidencial son el secretario de Seguridad Pública y el Procurador de Justicia del Distrito Federal.

Esto se debe a cierta disposición de orden más histórico, en virtud del cual, en la sede de los poderes federales, o donde anda el presidente de la república, toda la autoridad armada queda sometida permanente o transitoriamente al presidente de la república; si éste hoy va a Acapulco, la fuerza policial municipal de Acapulco queda bajo las órdenes del jefe del Ejecutivo, y la policía de seguridad del estado de Guerrero lo mismo.

Sin embargo, es la única cuestión del orden administrativo que no tiene pleno el gobernador del Distrito Federal. La otra es, repito, del orden jurídico legislativo que, para hacer una reforma constitucional, participan el Congreso de la Unión y las legislaturas de los 31 estados. No la del Distrito Federal.

Ahora se pretendiera que además participara la del Distrito Federal; ¿qué cambiaría esto en la vida nacional?, que en lugar de requerirse 16 votos de los estados para una reforma constitucional, ahora se requerirían 17, porque se requiere la mitad más uno.

No sé si a los capitalinos les interese mucho que su Asamblea Legislativa participe o no en reformas constitucionales, sin embargo soy de los que considero que se debe hacer la reforma política y elevar esta ciudad capital a lo muy poquito que le falta para ser un estado pleno, y dos, que pudiera ella misma emitir su Constitución política, que no la emite ahora el Distrito Federal.

“La Constitución” del Distrito Federal es el estatuto de gobierno del Distrito Federal, el cual tiene una situación de legislación compartida entre la capital de la república y el Congreso de la Unión. El régimen del Distrito Federal está previsto por la Constitución de la República en el artículo 122, y no previsto por lo que desearían o decidieran hacer los capitalinos de manera autónoma.

Y la parte económica… ¿manejar su deuda, sus finanzas?

Exactamente, el poder manejar sus finanzas. A cambio o en contra, quizá dejaría de recibir algunos privilegios como los que recibe ahora la ciudad capital, y que sería tratado como un estado más de la república, en materia de educación, que prácticamente no tiene gasto educativo, su gasto lo ejerce la federación; en materia de salud sucede algo similar.

Simplemente en materia de agua, no sé cuántos años el Distrito Federal no paga el agua que consume. No sé de qué tamaño sea su deuda, porque en el Estado de México, por ejemplo, por aguas del sistema Cutzamala, su deuda de agua acumulada puede ser en este momento del orden de entre 80 y 100 mil millones de pesos.

¿Municipios o delegaciones?

Otra de las grandes problemáticas es el manejo jurídico, político, que se le daría a las delegaciones. ¿Se convertirían ahora en municipios?

En los términos constitucionales, si la ciudad de México se elevara a nivel de estado, su organización regional básica tendría que ser de municipio. Las delegaciones tendrían que convertirse en ayuntamientos, bien pudieran ser las 16 demarcaciones, convertirse en 16 municipios o podrían convertirse en 30, 40 o en 12, según lo decidiera la legislatura capitalina. De manera autónoma decidiría cuántos municipios tendría la ciudad de México.

Estos municipios serían gobernados por un ayuntamiento, no por un jefe delegacional. Un ayuntamiento es un órgano colegiado, no unipersonal, integrado por un presidente municipal, varios síndicos y regidores que forman el gobierno interno, como sucede en todos los estados. Tendría todas las atribuciones que la Constitución de la República le confiere de manera directa a los municipios. El manejo de su seguridad pública, de su agua, de muchos servicios que llamamos municipales y que hoy en día están centralizados en el gobierno capitalino y no forman parte de las atribuciones delegacionales.

Usted forma parte de la Academia Nacional de Abogados que trabaja en una reforma política capitalina. ¿cuáles son los elementos primordiales de su propuesta?    

La reforma que hemos trabajado en la que ha participado tanto la Academia Nacional de Abogados como incluso el bufete de ejercicio profesional que presido se basa en dos instrumentos fundamentales; en primer lugar, las reformas necesarias a la Constitución de la República para efecto de convertir la ciudad de México en un estado federado, es decir, en un 32 estado federado, con todos los derechos y prerrogativas que tienen las entidades con el nombre que los propios capitalinos quisieran ponerle a este estado: Ciudad Capital, Ciudad de México, estado de Anáhuac, Tenochtitlán, o si quisieran ponerle el nombre de algún prócer, pero elevarlo al rango de estado.

El segundo documento básico es la Constitución política de ese estado, Constitución de la que hoy carece el Distrito Federal y que contendría sus bases de organización, sus principales órganos de gobierno: el Ejecutivo, el

legislativo y el Judicial; sus órganos territoriales municipales, más los órganos de autonomía que pudieran incluirse; las comisiones de Derechos Humanos y ciertos órganos complementarios de la actividad del estado, independiente de los tres poderes básicos.

Es el trabajo que hemos realizado y que está a disposición de las autoridades federales en lo que concierne básicamente al Legislativo y a disposición de las autoridades capitalinas en lo que quisieran utilizarlo. Es un trabajo en el que ha participado un grupo grande pero selecto de abogados y de politólogos y que tiene un alta calidad.

Qué perspectiva le ve a las discusiones…, ya se está convocando a foros de discusión…

Creo que las discusiones van a tener un buen fin y va a ser rápido. Considero que se va a trabajar con celeridad, lo que nunca se había hecho en este tema y se colaborará de manera positiva a favor de las iniciativas. Vamos a ver pronto convertido el Distrito Federal en un estado pleno, que le falta, repito, muy poquito para serlo.

Si pudiéramos hablarlo en términos cuantitativos y tener un medidor de soberanía política, diría que anda en un 98 %, le falta un dos por ciento. No es mucho lo que falta y tampoco será mucha la oposición para que esto avance. Veo con muy buenos ojos el dos por ciento que debe avanzar, y que la ciudad de México se convierta en un estado tan soberano como el resto de los estados federales, y si con esto los capitalinos pueden ser tan felices como lo somos los mexiquenses, en buena hora.

Al no faltarle mucho, pudiera parecer muy grande el entusiasmo de los que están a favor y muy injustificada la oposición de los que están en contra de la reforma. Los que están a favor, no es para tanta fiesta, le falta poco al Distrito Federal para ser un estado, y los que están en contra, no es para tanto.