Crisis de izquierda y de derecha

Teodoro Barajas Rodríguez

Me pregunto a dónde se dirige la izquierda, si optará por el caos con su consecuente confusión, o si podrá aglutinarse en un futuro cercano y colocar los cimientos de su propia institucionalidad tan desgajada.

Deseable sería acabar con el caudillaje y dar paso a las estructuras, al menos en el PRD, que es el instituto más exitoso que haya existido en toda la historia de la polémica izquierda mexicana, al menos desde la perspectiva electoral.

Nuevos partidos con el overol de la izquierda están en ciernes, Morena y otro que encabeza Rafael Aguilar Talamantes, de un pasado cuestionable por cierto.

El actual jefe de Gobierno de la capital del país, Marcelo Ebrard, ya levantó la mano y manifiesta su interés en dirigir el Sol Azteca o lo que le queda de esa organización que ahora vive un éxodo de los afines con Andrés Manuel López Obrador.

Es momento de repensar y rediseñar la izquierda en el país, los moldes actuales están sumamente erosionados por la ambición de algunos sempiternos líderes que manipulan, definen y convulsionan esa precaria institucionalidad que ha distinguido a la izquierda de manera proverbial.

El PRD se ha debilitado, sus últimos dirigentes han sido de una corriente desdibujada llamada Nueva Izquierda que fundó Jesús Ortega Martínez, la expresión más numerosa y en su momento distante de López Obrador.

Es un buen momento para definir otros rumbos, vincularse a movimientos sociales que son los que han sido motor para las luchas libradas desde el foro de las izquierdas. Caso contrario, la trama de bostezo de la partidocracia se convertirá en el gran coro de la derrota anunciada.

Aunque si bien es cierto que la izquierda atraviesa por una crisis, probablemente la de la derecha sea más compleja. Para empezar fue destronada de la Presidencia de la República, perdió casi todos sus bastiones, no inspira confianza y su doctrina está en el pasado con valerosos acentos de Manuel Gómez Morín.

Vicente Fox y Felipe Calderón son los presidentes de un efímero tiempo de la derecha en el poder, el bono democrático con el que llegó investido Fox se gastó inútilmente, el arribo del actual mandatario fue severamente cuestionado por las formas que también indican el fondo.

Todo ello contribuye a una crisis evidente de los partidos políticos en México; la desconfianza, el hartazgo y lo repetitivo de sus fórmulas ahuyentan a los electores o se vota en blanco, que es una manera legítima de manifestar desacuerdo.

Algo debe ocurrir para dignificar la actividad política, ya no lo digo desde una perspectiva aristotélica sino más bien práctica, usar el sentido común porque alentar polarización sólo contribuye para enredar más estas historias del México cotidiano.

Se requiere un México plural, partidos fuertes que aprendan a mirar más allá de sus narices, nuestro país no sólo se cuenta por elecciones, sino por sus pobres, por la lista creciente de muertos, la desigualdad social pero también por la esperanza que no está muerta.