Venezuela
Carlos Jiménez Macías
¡Pues qué aburridas son las elecciones en Venezuela! —publica en un cartón el gran Magú—. Terminan cuando se acaban; el perdedor acepta rápidamente su derrota y los venezolanos se pierden las emociones de las broncas poselectorales. Y no es que hayan sido tan limpias como el agua de una clara fontana: Hugo Chávez. Qué lejos de ser una blanca paloma, tiene colmillos muy retorcidos en las lides políticas.
Utilizó todo el gasto público que pudo y los medios electrónicos para hacerse propaganda en cadena nacional. No es extraño que fuera reelecto por tercera vez como presidente de la república.
Perdió Henrique Capriles, un joven político quien había sido gobernador del estado de Miranda. Pura y simplemente fue vencido, asumió la derrota, intercambió, según parece, las cortesías de rigor en estos casos y se retira para idear con su partido nuevas estrategias.
Ante las expectativas y cientos de rumores que envolvían el derredor de este proceso, más del 75% de los venezolanos acudieron con gran entusiasmo a depositar su voto en las urnas, filas enormes de simpatizantes de ambos candidatos que expresaban su simpatía, y lo más sorprendente que todo se llevó a cabo con gran civilidad.
El triunfador Hugo Chávez, quien tuvo un total de 7 millones 444 mil 82 votos, contra los 6 millones 42 mil votos que tuvo Henrique Capriles, una diferencia de poco más de 1 millón de votos.
Capriles, a los 15 minutos de que el Consejo Nacional Electoral diera los resultados preliminares, salió sin titubeos ni suspicacia a reconocer el triunfo de su opositor, agradeciéndole a los millones de venezolanos que creyeron en su proyecto.
Venezuela tiene una de las democracias más cuestionadas en el mundo ante la opinión internacional, lo cual no impidió que millones de venezolanos salieran a votar y que el candidato perdedor aceptara los resultados sabiendo que pudo haber tenido cientos de excusas para no hacerlo.
Hoy el mundo tiene una nueva imagen de Venezuela y su sistema electoral. Todo trascurrió con limpieza y, ambos contendientes, sin abandonar cada uno sus posiciones, se dieron la mano. Allá no hubo recuentos voto por voto y casilla por casilla ni acusaciones de votos comprados. Eso sí, en el extranjero la nota era para el tufillo de fraude.
En contraste, cuando se habla de nuestro país, la prensa americana y sobre todo la europea se regodeó publicando que en México se celebraron elecciones en un ambiente de fraude y con resultados por demás dudosos. Por supuesto, no falta que en ciertos círculos de relevancia internacional, aparezca una sonrisilla burlona en los labios del interlocutor que termina preguntado sobre los sistemas de fraude, corrupción y engaños que parecen ser la tónica en la política mexicana.
Algo no estamos haciendo bien, sería oportuno hacer un ejercicio de autocrítica y corregir el rumbo…
cjimenezmacias@yahoo.com.mx