Enrique Peña Nieto en Estados Unidos
Mireille Roccatti
La próxima visita del presidente electo, Enrique Peña Nieto, a Washington, ciertamente constituye un primer acercamiento y ocasión de probar si existe o se genera “química” entre ambos mandatarios.
La naturaleza de la reunión habrá de permitir solamente comentar o delinear los temas que resultan prioritarios para ambos, dado que Barack Obama está más ocupado en los jaloneos internos para su nuevo gobierno o la nueva crisis de Medio Oriente, y Peña Nieto aún no asume el poder. Esto es, debe ser ocasión propicia para replantear la agenda de la relación bilateral con los Estados Unidos. Sin que ello implique comenzar a discutir los temas, quizá y sólo quizá ambos coincidan en programar una próxima reunión cumbre bilateral con los responsables de cada país.
La relación difícil y compleja con los Estados Unidos es la más complicada que tiene que enfrentar nuestra diplomacia, lo es más aún a partir de que se abandonaron los principios y valores que históricamente la caracterizaron, a cambio de un hipotético objetivo de inmediato plazo del foxiato en el tema migratorio de una enchilada completa. Hoy la agenda bilateral se percibe impuesta unilateralmente por nuestro vecino.
Resulta innegable que el tema principal de la agenda bilateral es la mal denominada “guerra” contra el narcotráfico que ha bañado de sangre nuestro territorio y los muertos alcanzan ya cerca de setenta mil y diez mil desaparecidos. Por ello hemos venido reiterando que la principal y más urgente tarea de nuestra diplomacia es desnarcotizar la agenda bilateral.
En este diálogo de otoño en el Potomac, como lo vislumbramos, nuestro presidente electo debe asimismo colocar en la mesa de negociación el tema económico. El contexto que debe tenerse presente es que los Estados Unidos es el mayor socio comercial de México y es también nuestro mayor acreedor, en su territorio viven y sobreviven 18 millones de mexicanos, la gran mayoría indocumentados. Nuestras economías son interdependientes. El proceso de integración económica que iniciamos sin tapujos desde el primer día del año 1994 es irreversible. Es por ello que para ambas naciones la relación bilateral es una cuestión de seguridad nacional. El abismo financiero que acecha a los Estados Unidos puede tener repercusiones tales en nuestro país, que sin tremendismos debemos prepararnos para enfrentar nuestro eventual precipicio fiscal.
El tema de los migrantes tendrá que estar presente y seguramente será central en los posteriores intercambios de impresiones entre los presidentes Obama y Peña Nieto, pero tenemos que confiar que nuestro presidente aborde con decisión y valentía el tema de nuestros migrantes.
La causa estructural de las migraciones hacia al norte es la falta de oportunidades laborales; la atonía de nuestra economía impide el crecimiento económico y por ende la generación de empleos. Se calcula que a partir del año 2000, anualmente medio millón de mexicanos han partido hacia el vecino país en busca de mejores horizontes de vida. Es por ello que requerimos urgentemente que aumente de manera sustancial la inversión directa de los Estados Unidos.
En la medida en que crezca nuestra economía se desalentará la migración y debe ser una prioridad reactivar el campo. Hoy, es triste reconocerlo, está despoblado y además indignan las condiciones de miseria en que se debate nuestros campesinos, y lo que es peor, cada vez requerimos importar mayores cantidades de granos y a mayores precios para garantizar la alimentación nuestra población.
Respecto al tema de la delincuencia organizada, en este pudiera haber dificultades al replantearlo, una vez que se reconoce por los Estados Unidos que la mayor demanda de drogas a nivel mundial corresponde a su población adicta y por otro lado debe revisarse la política prohibicionista en Latinoamérica en vista de la creciente permisibilidad en el uso de la marihuana en 18 estados de la Unión American.
La actuación de nuestro presidente electo seguramente será madura, responsable, mesurada e inteligente. La relación bilateral es necesario entenderla en la realidad histórica.