Entrevista a Emiliano Ruiz Parra/Escritor y periodista

Moisés Castillo

El padre Alejandro Solalinde es claro: la Iglesia no es fiel a Jesús sino al poder y al dinero. Esta verdad “incómoda” la comparte una minoría rebelde de la Iglesia católica mexicana que se ha gestado en el último medio siglo. Nombres como el de Sergio Méndez Arceo, Samuel Ruiz García, Javier Sicilia, Pedro Pantoja, Raúl Vera López, Carlos Rodríguez, José Barba, son fundamentales para conocer las batallas internas y externas que estos hombres de sotana han librado por las mejores causas de la vida pública nacional.

Y precisamente el libro Ovejas negras. Rebeldes de la Iglesia mexicana del siglo XXI (Océano, 2012), del periodista Emiliano Ruiz Parra cuenta la historia de estos sacerdotes que no sólo han desafiado a la jerarquía católica sino al propio Estado. En diferentes momentos de la historia reciente del país han visibilizado las problemáticas e injusticias que han sufrido obreros, campesinos, estudiantes, homosexuales. La defensa de los derechos humanos y de los migrantes ha sido su preocupación fundamental en el contexto de la guerra contra el narcotráfico. Una voz poderosa y solidaria sale de sus iglesias y hace eco en la llamada “sociedad civil”.

Son líderes naturales, guías morales que lo único que buscan es el bien común. En la presentación del libro, el director del albergue “Hermanos en el camino” fue claro: “Esta Iglesia no es propiedad del papa, ni de ningún cura, todos estamos bajo el mismo techo, y el único dueño es Cristo. Hoy necesitamos católicos críticos”.

Mientras personajes como el cardenal Norberto Rivera prefiere ofrecer misa a los empresarios más pudientes, el obispo de Saltillo Raúl Vera y el sacerdote jesuita Carlos Rodríguez celebran la ceremonia eclesiástica en plena calle recordando a los 65 trabajadores que murieron sepultados en la mina Pasta de Conchos el 19 de febrero de 2006.

Ovejas negras es un libro que combina a la perfección la investigación y el periodismo narrativo. En los cuatro capítulos en que se divide esta obra de no ficción se evidencia de inmediato que fue un trabajo de largo aliento. Retratos escritos que logran capturar y comprender luchas, logros, frustraciones, anhelos, de esta ala disidente de la Iglesia católica. Emiliano Ruiz Parra practica desde hace tiempo un periodismo inteligente y audaz. Y su reciente libro es una plena confirmación de sus dotes como periodista alejado del escritorio.

En el texto que leyó durante la presentación de su libro aseguró que jóvenes de su generación han perdido el anhelo de luchar por un sistema diferente y justo.

“Por eso es que el testimonio de Raúl Vera, Carlos Rodríguez, Alejandro Solalinde, Pedro Pantoja, José Barba, Manuel Marinero y Javier Sicilia es fundamental para mi generación. El más joven de ellos, Carlos Rodríguez, tiene 53 años, pero el resto están entre los 60 y los 70 años. Son hombres viejos con la energía y la capacidad soñadora de los jóvenes. Las ovejas negras nos enseñan radicalmente maneras distintas de transformar la realidad y, con ello, de hacer política… No usan corbatas ni hablan con los lugares comunes de los políticos. No hacen falsas alabanzas a la Constitución sino que parten de una lectura disruptiva del Evangelio.”

¿Cuáles fueron las motivaciones reales de escribir Ovejas negras?

Hablaría de dos motivaciones importantes: una intelectual y otra política. La intelectual es porque la Iglesia me parece un mundo muy peculiar que tiene sus propias reglas interiores, que tiene además muchos códigos de la Edad Media. A mí la Edad Media siempre me fascinó en un sentido académico-intelectual. Mi tesis de licenciatura es sobre este tema apasionante. Por otra parte, estamos en una época de desprestigio de la política y sobre todo para los jóvenes hay una desmoralización, hay un pensamiento de que no hay manera de hacer nada que valga la pena. Es por eso que movimientos como el Yo Soy 132 son interesantes porque justamente están recuperando una necesidad de hacer algo, pero rechazando muchas cosas de la política. Personajes como Sergio Méndez Arceo, Javier Sicilia, Raúl Vera están reivindicando el hecho de actuar políticamente para cambiar las cosas desde espacios no tradicionales, y eso también me motivó muchísimo.

¿Cómo fue el proceso de escoger a estos personajes públicos y otros no tanto como Carlos Rodríguez?

Tenía un criterio base de que fueran actores de la vida pública del país, porque hay muchos más en la Academia que tienen esas ideas pero que no salen al mundo exterior; y hay muchos que están con los pobres, pero no desafían a la Iglesia. Todos ellos tienen esas dos características: desafían al Estado y a la Iglesia. Esa fue la norma.

Rebeldes de la Iglesia y del Estado

¿Estos rebeldes de la Iglesia tienen una interpretación particular del Evangelio? Porque muchos o la gran mayoría tienen una influencia de la Teología de la Liberación…

Tienen esta interpretación de la Comunidad de Jesús que, por un lado, es moderna porque la hacen a partir de las herramientas de las ciencias sociales y de la historiografía. Y lo que concluyen es que la Comunidad de Jesús es una comunidad de excluidos-incluidos. Entonces caben los extranjeros, las mujeres, los recaudadores de impuestos, los pobres, y todos tienen una situación de igualdad. Sí hay una fuente de la Teología de la Liberación importante, pero no es la única. Hay revisiones de la Teología de la Liberación interesantes. Por ejemplo, Raúl Vera reivindica la Teología Latinoamericana a la que le suma la reivindicación étnica. La Teología de la Liberación reivindica al pobre, pero Samuel Ruiz y Raúl Vera dijeron “el factor étnico es muy importante”. El tema del medio ambiente y de los homosexuales está muy presente.

Su rebeldía contra el Estado y la Iglesia los une, pero ¿cuáles son los contrastes fundamentales entre estos personajes?

Son muy diferentes. Más allá de ciertas coincidencias no hay mayor cosa que unifique a las ovejas negras. Creo que el más dulce es Alejandro Solalinde, tiene un carisma especial y natural. El más estratégico es Raúl Vera, que también es un gran contador de chistes, pero es un hombre que está en todos los temas y que puede hablar con obreros, mineros, prostitutas, homosexuales. El más político es Pedro Pantoja, es un organizador natural; es un hombre muy preparado para la política, que lleva 50 años en el ambiente. Carlos Rodríguez es un intelectual obrero, una combinación que los jesuitas pueden dar. José Barba es el erudito de las ovejas negras, platicar con él es platicar con una biblioteca, pero además es un testimonio de valentía porque él se enfrentó al Vaticano, al Estado mexicano, a los empresarios más ricos del país para defender la verdad. Y Javier Sicilia quizás es el más enigmático, con una enorme dulzura. Es un hombre intenso, es un hombre de contradicciones, un hombre volcado a la reivindicación de las víctimas. No conocí a Sergio Méndez Arceo, pero sus amigos dicen que fue un estupendo intelectual, un hombre que sabía que estaba abriendo camino. Samuel Ruiz fue un hombre brillante, tímido, pero que hizo de la Diócesis de San Cristóbal la base de organizaciones políticas y sociales que lo han trascendido. Todos ellos son personas de las que se aprende mucho, y a diferencia de los políticos tradicionales, es gente que dice lo que piensa. Cuando uno se sienta a platicar con un legislador o gobernador, es gente que dice cosas que uno espera que digan. Y los padres siempre sorprenden con su espontaneidad.

 

Afirmas que contar historias también es ejercer el poder…

Creo que contar historias significa dotar de identidad a un individuo y a una comunidad. Y la identidad es lo que va a definir a ese individuo a actuar tanto en lo privado como en lo público. Para Felipe Calderón ha sido muy importante contar la historia de una guerra contra los malos, en donde los malos se matan entre sí. Cuando uno cuenta historias que desafían esa narrativa están contrarrestando el poder mismo. Creo que ése es el poder del periodismo, más allá de que sea comprometido o no. El hecho de contar una historia que desafíe otras historias o que construya historias comunitarias es un ejercicio de poder. La pretensión de mi libro es que sea una colección de aventuras, que un lector lo disfrute, lo goce; si además es edificante o tiene alguna interpretación del momento político, qué bueno. Pero lo que quiero es que el lector se divierta y para eso es el periodismo narrativo: una historia de la vida pública que se pueda contar con las herramientas de la literatura, se pueda contar bien y se goce.

Norberto Rivera está con empresarios y políticos

¿La pérdida exponencial de feligreses en la Iglesia católica se debe a este alejamiento de los curas?  Arturo Lona, obispo emérito de Tehuantepec, afirma que a Norberto Rivera no le interesan los pobres…

En el caso de Norberto Rivera, como muchos otros integrantes de la jerarquía católica, tiene una fascinación fuerte por el dinero y el poder. ¿Dónde está Norberto? Está con los empresarios y con los políticos. Norberto es la cabeza de la diócesis más poblada del mundo y no hay registro, por lo menos periodístico, amplio, de las visitas pastorales de Norberto a Iztapalapa, Iztacalco, Milpa Alta, las colonias más conflictivas y pobres de la ciudad de México. Pero sí sabemos que es muy amigo de los Vázquez Raña, que tiene cercanía con los empresarios, lo cual está muy bien. No es censurable porque él sabe lo que está haciendo como pastor, igual que Onésimo Cepeda. No digo que eso esté mal, lo que sí es que es una elección y una opción. Elio Masferrer lo llama la opción preferencial por los ricos. Cuando menos en América Latina las jerarquías eclesiásticas tomaron la decisión estratégica de aliarse con el Estado. En el cono sur durante la dictadura eso se vio muy claro. En México con gobierno del PRI o del PAN la Iglesia ha estado cerca del gobierno. Los obispos que han sido disidentes son una pequeña minoría. Sí hay decisión estratégica de estar con el poder y de creer que desde el poder se pueden conseguir cosas. Por ejemplo, hay esta agenda de la libertad religiosa donde se quiere entrar a la educación pública porque se piensa que entrando en las escuelas van a poder retomar un impulso que han ido perdiendo, no sólo por el tema de ricos o pobres sino por las ofertas religiosas que han sido muy atractivas para capas amplias del país como los evangélicos, mormones, testigos de Jehová, incluso mucha gente ha dejado de creer. Esto era un fenómeno europeo, pero ahora también es un fenómeno latinoamericano. El culto a la Santa Muerte o cultos no mediados por administraciones como el de San Judas Tadeo. Lo que sí es cierto es que hay un distanciamiento de esa jerarquía. Creo que se debe mucho a que Juan Pablo II optó por un episcopado muy obediente y para ser obediente los padres no pueden pensar por si mismos. Tenemos muchos obispos que no piensan, Roma piensa por ellos. Siguen la línea de Roma, que es una línea pro estatal.

Todos las “ovejas negras” son padres mayores de edad, ¿existen sacerdotes jóvenes que impulsen esta línea solidaria a favor de los desprotegidos y que desafíen las estructuras establecidas?

Esa misma pregunta se la he hecho a todos ellos y todos contestan con cierta reserva, cierta tristeza porque todavía no se ve una generación grande de jóvenes. Sí los hay, como el padre fray Tomás González, que es un fraile franciscano que atiende el albergue en Tenosique para migrantes centroamericanos. Puedo decir algunos más, pero no hay una generación que sustituya a ésta. El testimonio que están dejando estos sacerdotes va a empujar a los jóvenes a que tomen una actitud más activa en la política.