“No hay estados azules o rojos, sino Estados Unidos de América”

 Bernardo González Solano

El presidente número 44 de Estados Unidos de América, Barack Hussein Obama (4 de agosto de 1961), ganó la reelección en los disputados comicios del martes 6 de noviembre, lo que le permitirá seguir viviendo en la Casa Blanca, Washington, D. C., los próximos cuatro años. El primer mandatario afroamericano (mulato) de la Unión Americana repitió la hazaña de 2008, volvió a hacer historia pese a que su primer mandato estuvo repleto de graves problemas económicos, un altísimo desempleo ——como el de Franklin Delano Roosevelt en 1936—, fuerte oposición republicana en el Congreso e incumplimiento de sus iniciales promesas electorales como “el hombre que podía cambiar el mundo”.

Ahora, los estadounidenses y el mundo entero saben que Barack Obama no es Superman, sino simplemente un político luchador que en la noche de su último triunfo intentó recuperar parte de la magia que existió hace cuatro años y volvió a hablar de “esperanza” para todos. Aunque, inmediatamente se enfrentará al “abismo fiscal”, una mezcla de alzas de impuestos y recortes de gastos que retirarán alrededor de 600 mil millones de dólares a la economía estadounidense si el Congreso no toma medidas. Sin embargo, en su discurso triunfal, Obama dijo: “Lo mejor está por llegar”. No  se sabe si fue ironía.

No obstante, Estados Unidos ha iniciado el camino de la recuperación, por eso la mayoría de los ciudadanos del vecino del norte volvieron a creer en él, le dieron una segunda y última oportunidad, y, por lo mismo, más del 70 % de la comunidad hispana (en la que se incluyen los millones de emigrantes mexicanos, legales e ilegales) depositó su voto a favor del esposo de Michelle, voto que el mandatario reelecto tendrá que agradecer —moral y políticamente— en una inaplazable reforma migratoria para tranquilidad de nuestros compatriotas en los dominios del Tío Sam, pese a los Arpaio que pretenden continuar con la macana en la mano.

En tanto, los números son irrefutables: Barack Obama recibió 332 votos electorales, en contra de los 206 de Mitt Romney. En la votación individual, Obama recibió el 50 %: 57 millones 508 mil 804 votos; Romney el 48 %: 55 millones 687 mil 401. Si Pitágoras no fue un charlatán, ya se sabe… Aunque con reticencias, Romney no quiso rebatir el triunfo del presidente demócrata, pero el resultado electoral puso en evidencia que Estados Unidos es un país muy polarizado políticamente —la derecha y la ultraderecha lucharon hasta el final aunque su propia tozudez propició la derrota de los republicanos— y con enormes desafíos tanto internacionales como domésticos para poder continuar su influyente papel como la aún primera potencia mundial. Como sea, Barack Obama ya pertenece a la historia de Estados Unidos y del mundo.

El día de los comicios, la jornada empezó al primer minuto del martes 6. Los diez votantes de Dixville Notch, Nuevo Hampshire, acudieron a las urnas como tradicionalmente acostumbran el día de las elecciones presidenciales. En todo el país, son los primeros en depositar su papeleta, aunque muchos estadounidenses lo hagan antes por vía postal o electrónica. El resultado fue rápido: empate a cinco votos cada candidato, el republicano y el demócrata. Muchos pensaron que así se desarrollaría el resto del proceso. El final ya lo sabemos: fue muy distinto. La diferencia fue de 126 votos electorales, a favor del presidente número 44. Los negros pronósticos no se cumplieron. Una vez más, la democracia de Estados Unidos —en práctica desde el siglo XVIII— demostró que sabe rehacerse en los momentos difíciles. Ni faramallas, ni confusión, ni aplazamiento de resultados: en un tiempo récord —a las 23.11 horas del martes 6, once minutos más tarde de lo que sucedió en noviembre de 2008—, los estadounidenses enviaron un mensaje claro a sus dirigentes políticos. Quieren ser gobernados por el centro —nada de extremismos ideológicos—, y que su sistema político electoral aún continúa funcionando

No sólo Barack Obama fue reelegido triunfalmente, contrario a sus colegas occidentales víctimas de la crisis (como Nicolás Sarkozy en Francia, José Luis Rodríguez Zapatero en España, Silvio Berlusconi en Italia, Tony Blair en Gran Bretaña…), desbarató la maldición de las cifras del desempleo (que se han reducido un poquito) y sobrevivió al rompimiento del dinero en la campaña, e inesperadamente los demócratas consolidaron su posición en el Senado. La Cámara de Representantes continuará dirigida por los republicanos aunque los jefes del Tea Party —la ultraderecha republicana—, como Allen West en la Florida, fueron derrotados en la lucha electoral en la que invirtieron millones de dólares de bando y bando. El Partido Republicano se convirtió en el partido mayoritario de los hombres de raza blanca, el grupo que más retrocede en la evolución demográfica de Estados Unidos. En desbandada, sin jefe ni estrategia para un contraataque, el ejército republicano retira a sus cadáveres. Obama, con su triunfo, desencadena un Waterloo en el Partido Republicano.  Los expertos aseguran que ésta fue la campaña más cara de la historia de Estados Unidos: más de 6 mil millones de dólares, incluyendo la presidencial, la de los congresistas, de los 13 gobernadores y otros cargos, así como la realización de varios referéndum importantes.

En estos comicios, los electores legalizaron el matrimonio homosexual y el consumo de mariguana en varios estados, lo que significará un nuevo rumbo en el combate a las drogas tanto en los dominios del Tío Sam como en México. El próximo presidente mexicano Enrique Peña Nieto podrá plantear nuevas directrices en este terreno con Barack Obama desde su primer encuentro el 27 de noviembre, durante su gira por Estados Unidos y Canadá. En este rubro, ambos mandatarios pueden cambiar el enfoque contra el narcotráfico en ambos lados de the  border. Lo anterior representa un mensaje más liberal que los votantes gringos envían a sus autoridades, dos años después de que el Tea Party obtuvo curules en el Congreso.

La nueva —más bien repetición— configuración política de Estados Unidos no resuelve el problema de la división de los poderes entre la Casa Blanca y las dos Cámaras del Congreso. Pero la amplitud de la victoria de Obama no podría dejar de resonar como una desaprobación completa del Partido Republicano: de su rechazo radical del Estado a sus posturas sobre los problemas sociales pasando por una estrategia electoral que le lleve a enajenar fracciones estratégicas del electorado como los “latinos”.

Para Obama ésta es una victoria tan importante como la primera (en 2008), aunque no conlleve el mismo alcance histórico y simbólico: ser el primer afroamericano en llegar a la Casa Blanca no fue moco de pavo. En esta ocasión —para él probablemente la más significativa— es la victoria de una política. En su discurso triunfal, apareció valeroso, lejos de las fintas electorales de los dos últimos años. Retomó el tono de la primera campaña, la de 2008, diferente y negativa a la que acaba de terminar. Mencionó ahora asuntos explosivos como la reforma electoral o el cambio climático. “Hemos visto el poder destructivo de un planeta en recalentamiento”, subrayó en referencia al huracán Sandy que afectó a millones de habitantes de Nueva York y Washington y buena parte de la costa Este. Por cierto, su comportamiento frente a esta catástrofe natural le redituó buenos dividendos para el día de los comicios. Fue un presidente que actuó como el buen pastor de sus rebaños. Pronto recogió las ganancias de su actuar.

Asimismo, la victoria del martes 6 fue una manifiesta revancha del candidato demócrata sobre el Partido Republicano que le infligió repetidas afrentas, del representante que lo trató de “mentiroso” en plena sesión solemne del Congreso, y los personajes que no cesaron de mantener viva la falsa discusión sobre su acta de nacimiento.

Del Yes, We Can, de la campaña anterior, Obama pasó al Forward (Seguir adelante) en la que terminó el martes 6. Y, desde su residencia en Chicago, una vez que conoció los datos que le aseguraban la reelección, Barack Obama envió el siguiente tweet: This happened because of you. Thank you (Todo esto es gracias a ustedes). Según varias páginas web, con 20 millones de tweets se convirtió en el evento más retuiteado de la historia electoral de Estados Unidos. Así se comprueba que el medio para alcanzar el triunfo electoral en tiempos de Franklin Delano Roosevelt fue la radiodifusión; en la época de John Fitzgerald Kennedy, la televisión; y, ahora, la internet. Cada quien su momento. Los republicanos, aun con un candidato carismático como Mitt Romney —incluso ser mormón le daba cierto atractivo para los estadounidenses que tienden tanto a la vena religiosa, aunque muchos aseguran que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, popularmente llamada la Iglesia mormona, no es una religión—, no supieron aprovechar los medios electrónicos que usa la juventud de Estados Unidos y de todo el mundo.

Con un escueto Four more years (Cuatro años más), Obama hizo su primera declaración pública en la red de microblogging. “Estamos todos juntos en esto. Así es como se hizo en campaña y eso es lo que somos. Gracias”, dijo Obama en otro tweet. El “cuatro años más” recibió 226 mil respuestas en menos de 20 minutos. Y “te quiero”, con el anexo de una fotografía en la que Barack aparece abrazando efusivamente a su hermosa mujer, Michelle, recibió 2.1 millones el mismo día.

La principal razón del triunfo de Obama radica en una amplia movilización del voto demócrata, incluyendo, por supuesto el de la comunidad hispana, la “latina”. Incluso similar a la que logró en 2008. Las encuestas que anunciaban un resultado ajustado obligaron a un gran esfuerzo de la militancia demócrata para combatir el abstencionismo en sus filas. El primer presidente afroamericano sumó nuevamente la coalición de fuerzas que le llevaron a la presidencia hace cuatro años. Asimismo, las encuestas a pie de urna indicaron que atrajo arriba del 70 % del voto latino, incluso superior al que cosechó en 2008. Para ello se vio ayudado por el mensaje antiinmigrante de los republicanos, que hizo que Mitt Romney recibiera únicamente el 29 % del apoyo de tan importante grupo social, el porcentaje más bajo desde 1996. De ahora en adelante, el voto latino tendrá que ser muy cuidado por ambos partidos, ya es la primera minoría en Estados Unidos, más importante que la comunidad negra. Tampoco el voto juvenil ni el de los negros fue especialmente disuadido de apoyar a Romney.

Al citar la “esperanza”, Barack Obama fue mas optimista: “Creo que podemos ver ese futuro juntos  —dijo a los miles de sus seguidores en Chicago—; no hay estados azules o rojos [por el color que identifica a ambos partidos], sino Estados Unidos de América, la nación más grande de la Tierra”… “Somos una familia, nos caemos y levantamos juntos, como una sola nación, un solo pueblo”. No podía haber hecho mejor llamamiento a la unidad tras un resultado en el que el voto popular se había dividido en dos, aunque es una incuestionable victoria.

Obama dedicó sus palabras a comprometerse en su segundo mandato a intentar construir un consenso entre demócratas y republicanos sobre los graves y urgentes asuntos que tiene pendiente el país y que no salen adelante por el bloqueo que vive la política estadounidense en el Congreso. Así, se declaró “más determinado y con más ánimo que nunca” a permanecer en la Casa Blanca y dedicar todo su esfuerzo a “superar la enconada división partidista”.

Logre lo que logre, Barack Obama ya pertenece a la historia.