La Revolución más allá de la historia oficial

Teodoro Barajas Rodríguez

Somos un país con una cantidad industrial de mitos, durante décadas se estiló un esquema maniqueo para contarnos la denominada historia oficial, los extremos se reflejaban, sólo había dos bandos: los buenos y los malos. Sin cortapisas. Los patriotas y los traidores, de manera tal que las medias verdades se plantearon como dogmas inexpugnables, profesiones de fe para exaltar o aborrecer a quienes de una manera u otra han figurado en el trayecto histórico de nuestro México.

Estamos en las fechas cercanas a la celebración del inicio de la Revolución Mexicana, aquel cataclismo que se convirtió en la bola y cobrara un alto número de víctimas. Porfirio Díaz envejeció en la Presidencia de la República, la democracia demoró y el tiempo se vino encima hasta que renunció, pero los caudillos ulteriores mantuvieron las pugnas por el poder durante muchos años.

El Ateneo de México fue una conciencia moral en medio de las balas, ejecuciones y la gran intranquilidad que prevalecía en aquellos tiempos convulsionados.

Emiliano Zapata es, desde la perspectiva de muchos, quien dota a la Revolución de un contenido social importante en materia agraria que habría de encontrar eco años después en el sexenio del general Lázaro Cárdenas del Río con el reparto de la tierra.

La historia la escriben los vencedores para seguir el guión que dictan sus propios intereses y la verdad no siempre aparece ni resplandece.

En todo caso, las gestas revolucionarias no son propiedad de un partido político, fueron capítulos dramáticos que son referentes porque perviven en la memoria colectiva aunque seamos un país que regularmente padece amnesia.

Originariamente la Revolución irrumpe por la demanda democrática en franca oposición a las consecutivas reelecciones de Porfirio Díaz, otrora héroe nacional, Francisco I. Madero asume la presidencia aunque su tibieza e inexperiencia no reportó cambios de fondo.

Lo paradójico es que Alvaro Obregón años después se reelegía, con lo que hacía evocar al propio Porfirio Díaz y su compadre Manuel González que abría camino para el retorno del caudillo. Obregón fue asesinado y se dio paso al maximato de Plutarco Elías Calles, jefe que fundó el Partido Nacional Revolucionario, ahora Partido Revolucionario Institucional.

Son muchos enfoques los que se pueden tener en torno a la Revolución Mexicana, la pobreza no se extinguió y mantiene un descomunal reflejo en nuestros días.

Somos un país de dogmas e historias incompletas, algunas demandas de 1910 tienen vigencia porque el campo mexicano sigue pobre, expoliado y la tan multicitada justicia social no se vuelve praxis y muchos sedicentes herederos de la Revolución cobraron los réditos de aquella lucha aunque nunca hayan usado el arado ni sepan de pobrezas ni hayan disparado un tiro en aquellos trances.

La Revolución Mexicana tuvo sus razones, la motivación fue clara en aquellos tiempos, ahora hace falta un cambio no motivado por las armas por más que estemos inmersos en una trágica guerra sin ton ni son, sino por un gran acuerdo político porque es vital reformar el Estado, pero no de manera  cosmética sino de raíz, tal vez sea utópico pero peor es no intentarlo.