Es hora de decidir sus prioridades

Es más fácil hacer leyes que gobernar.

                                                                           León Tolstoy

 José Fonseca

A menos de un mes de la toma de posesión, al presidente electo Enrique Peña Nieto le empiezan a sobrar opiniones, diagnósticos, propuestas y exigencias sobre cómo debe ser su gobierno, como si no hubiera oído o recibido suficientes durante la campaña electoral.

Hereda, en palabras de Pedro Joaquín Coldwell, un gobierno con claroscuros; con muchos, quizá demasiados, pendientes.

Ya llegó la hora de empezar a separar el trigo de la paja. La hora de decidir sobre sus prioridades y el orden de éstas.

Sabe, sin duda, lo sabio de aquella frase de Porfirio Díaz, quien sostenía que para ser presidente de México no bastaba con sentarse en la silla. Eso lo descubrió demasiado pronto el presidente Calderón.

Sabe, también, que los mejores planes pueden ser alterados por las circunstancias, ya no sólo nacionales, sino también por las veleidosas circunstancias internacionales.

Ha llegado la hora de escoger a sus colaboradores, a quienes exigirá eficiencia y eficacia, pero también hay que exigirles honorabilidad y lealtad.

De la honorabilidad de sus colaboradores dependerá no sólo el éxito, sino sobre todo el mentís a quienes suponen y buena parte de la imagen de su gobierno.

De la lealtad depende el cumplimiento eficiente de las responsabilidades asignadas.

Si desde ahora el presidente electo recibe presiones de sectores y grupos de poder, éstas aumentarán cuando haya tomado posesión. Ha sido gobernador, así que sabrá lidiar con ellas, aunque la diferencia es que ahora no son presiones locales o regionales, ahora serán nacionales, con toda la complejidad de intereses políticos, económicos y sociales que conviven en esta tan diversa república.

Seguramente sabe lo suficiente de gobernar como para conocer los resortes de poder conservados por la Presidencia de la República, resortes que funcionan a partir de la capacidad políÌtica del presidente. No funcionan en automático.

Como sea, nunca se insistirá suficiente sobre el texto constitucional que deposita en una sola persona el Poder Ejecutivo de la república. En ninguna parte del texto constitucional dice que ese poder se comparta, pero es imposible estar pendiente de todos los detalles menores de una administración pública enorme, como la nuestra.

Habrá que delegar, pero no sólo facultades, también exigirle responsabilidades a sus colaboradores.

Un viejo sabio dijo que cualquiera puede cometer errores, pero mal anda aquél que los comete repite una y otra vez. Es una máxima que siempre funciona.

                                                        jfonseca@cafepolitico.com