Desaparición de “elefantes blancos”

Yazmín Alessandrini

Los diagnósticos que le han entregado al presidente electo de México, Enrique Peña Nieto, sobre el estado que guarda el país en sus muy disímbolas aristas, ya comenzaron a dar resultados tangibles, y a unos días de que el mexiquense tome posesión como presidente de la república para los próximos seis años, todo indica que el monstruoso y poco efectivo aparato gubernamental que los panistas alimentaron durante la llamada “docena trágica” no seguirá operando (mejor dicho, inoperando) como tal. Es hora de sacar la escoba y empezar a limpiar la casa.

A Peña Nieto y a sus colaboradores no les costó mucho trabajo descifrar el alarmante rompecabezas que les será heredado por Vicente Fox y Felipe Calderón a partir del 1 de diciembre. De entre las muchas pandemias que en este momento sangran nuestra lastimada nación están: la inseguridad, la corrupción y la inanición en la que vive el agro mexicano.

Con semejante panorama, nuestro futuro primer mandatario dispuso, el miércoles pasado, de una seria reunión con los diputados y senadores de su partido (el PRI) involucrados en los temas que abordó para informarles que en su calidad de presidente electo y a unos días de arrancar de manera oficial su gestión, ya era hora de presentar sus primeras iniciativas, las cuales entregó en mano tanto a Emilio Gamboa como a Manlio Beltrones, coordinadores de ambas cámaras. Y ésas, que ya eran un secreto a voces, irán encaminadas en allanar la desaparición de las secretarías de (in)Seguridad Pública y de la (dis)Función Pública, patéticos elefantes blancos que poco aportaron a mejorar la vida de los mexicanos y sí se convirtieron en una verdadera migraña para todos por su maléfica proclividad de caer en corrupción. No es necesario jugarle al mago o convertirse en una especie de Terminator de Los Pinos. Peña Nieto sabe qué es lo que le está restando votos a nuestro país en el concierto internacional para ser una nación más competitiva en todos los aspectos y no piensa desperdiciar un solo minuto de su mandato para dar los golpes de timón que sean necesarios para encarrilar a México en un mejor derrotero. Punto.

Muy buena la propuesta de que de 18 pasen a ser sólo 16 las Secretarías de Estado. También es muy plausible que desde Gobernación se disponga del control de la seguridad pública y de los penales federales, porque así dejaremos de ver esas aberrantes colusiones entre funcionarios y delincuentes que han redundado en miles y miles de cadáveres y fugas masivas que ni en películas podíamos imaginarnos.

Cierto, es la hora en que todavía muchos se siguen comiendo las uñas porque nuestro presidente electo todavía no define a los hombres de su gabinete. Pero para estas delicadas misiones sobra gente de probada capacidad y mano lo suficientemente dura como para que este proyecto peñista cuaje. Ahí están hombres y nombres como Jesús Murillo Karam, Alfonso Navarrete Prida, Manlio Fabio Beltrones, Miguel Osorio Chong y otros más, personajes que no permiten chantajes de ningún tipo y que están listos para ponerse al servicio de Enrique Peña para enderezar el barco.

Asimismo, el plan de transformar la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA) en la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano también se antoja urgente, porque el 78 % de la concentración demográfica se focaliza en las zonas urbanas y esto se ha traducido en pobreza, desigualdad y resquebrajamiento del tejido social.

La idea está más que clara, Enrique Peña Nieto está decidido a ponerle su sello personal al regreso del Revolucionario Institucional a Los Pinos, y como un buen Espartaco, debe inspirar a sus huestes el suficiente liderazgo para llevarlos a la batalla y que éstos confíen en la victoria.

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