Jaime Luis Albores Téllez

El penúltimo libro de Daniel Sada (1953-2011) se titula A la vista. A un año de su fallecimiento, ocasionado por complicaciones en los riñones, en el mes de noviembre, damos cuenta de un libro que deja ver que su escritura es una de las más ambiciosas hasta el día de hoy, en cuanto a su estructura y manejo de lenguaje, exigiendo a los lectores total atención a la palabra, a la línea, al párrafo. Al leer cada una de las obras de Daniel Sada se necesita silencio y tiempo, mucho tiempo sin distractores como una llamada a la puerta (aunque sea de una vecinita linda), o el sonar del teléfono (casa o celular), o una visita inesperada de algún familiar que simplemente quiere pasar el tiempo entre pláticas banales. Y el único momento que hay silencio y tiempo, para disfrutar del lenguaje sadiano y de la historia que cuenta, es por la noche, cuando la mayoría no quiere hacer otra cosa que dormir y descansar del día ajetreado por sus múltiples compromisos. La novela A la vista me lleva a creer que estamos ante una de sus mejores obras que escribió —pese a que su enfermedad se manifestaba cada vez más—, pues depura más el lenguaje y experimenta menos en la construcción de sus frases en cuanto a las formas métricas, sin dejar a un lado su obsesión por el lenguaje que siempre trabajó con conciencia, con exactitud. Sada lo revela con gran constancia, y para muestra traemos parte de un párrafo: “…parecía que repercutirían en un atiborre subliminal que haría estallar los temperamentos de los despachadores. Pero no ocurrió, por fortuna. Poco a poco se esfumó la masa tras de la cual quedaba el cansancio de acá. Un cansancio mudo, afrentoso mal que bien (incluso entrecejado… lo nuevo de este trío). No es impreciso afirmar que los jadeos de los tres semejaban un ritmo de percusiones alocadas”. En las historias que cuenta Daniel Sada, y ésta no es la excepción, no se puede dar nada por cierto: Ponciano y Sixto, personajes de la novela, creen haber cometido el crimen perfecto, y a través de suposiciones A la vista se convierte en una tragedia cómica donde los personajes sufren por inventar un mundo donde ellos se sienten culpables y huyen para ser otros con otras ilusiones que también serán falsas. En voz de Sada se despliega el siguiente ejemplo: “Pero razones ¿cuáles? Un presagio debería estar despojado de discernimiento, por lo mismo la intuición debería tender siempre a lo repentino. Algo que aparece y ¡zaz!, sin ningún lastre de elaboración analítica. De hecho, Irma Belén se tapó durante buen rato sus ojos, amén de cerrarlos, para dejar que la oscuridad lanzara taxativamente un número asociado con otros. Ah: llegaría como escarceo… y sí… cuatro dígitos ¡a las claras!… Una cifra casi postinera… muy movida llegó: 2968, la salvadora, y aprendérsela: dos… nueve… seis… ocho…”. En esta novela Daniel Sada confirmó su gran talento literario, reconocido y elogiado por destacados escritores como Roberto Bolaño, quien lo comparó con Lezama; Juan Villoro dijo que era un gran constructor de tramas; y en su momento Juan Rulfo, siendo su maestro, elogió su prosa poética.

Daniel Sada, A la vista. Anagrama (realizada por convenio con Colofón), México, 2011; 240 pp.