Todos los cambios, aun los más ansiados,
llevan consigo cierta melancolía.
Anatole France
Se cierra un ciclo y se cierra otro
José Fonseca
Por segunda vez, este espacio ha atestiguado un cambio de guardia en la Presidencia de la República. La segunda alternancia democrática.
La toma de posesión del presidente Enrique Peña Nieto, más allá de las telarañas ideológicas, le devuelve a la república el sentido de institucionalidad que las frivolidades, el rencor y la mezquindad intentaron sofocar.
Algunos creen que los rituales institucionales, los rituales cívicos, constituyen una expresión puramente priista.
Nada más falso. Los rituales cívicos son los símbolos que le dan continuidad a la república, a la Constitución y a la historia de la nación.
Fue refrescante que la ceremonia de la toma de posesión se haya efectuado de acuerdo al ceremonial prescrito por la Constitución, después de las expresiones de violento histrionismo de hace seis años. Eso le da a la mayoría de los mexicanos la tranquilidad de que la vida nacional transcurre, a pesar de las diferencias entre los políticos, y la seguridad de que esas diferencias no deben ser obstáculo para la gobernabilidad.
Hubo actos de violencia en las calles de la ciudad de México. Violencia limitada a grupúsculos con vocación nihilista, quienes no creen en la democracia ni en las elecciones como cauce para la resolución de los conflictos de la nación.
Grupos tales y sus hipócritas patrocinadores tienen que aprender aquello que dijo algún mandatario salvadoreño cuando su país estaba envuelto en una guerra civil: los pueblos deben aprender que los conflictos políticos se resuelven con votos, no con la violencia.
Esa es la gran lección de los aislados e intencionalmente espectaculares incidentes de violencia en la capital de la república. La violencia es inútil, pues significa optar por la destrucción, en lugar de la construcción.
Quizá lo dicho por una ciudadana expresó mejor el pasado sábado en las calles de la ciudad de México el sentir de la mayoría de los mexicanos: “ya, qué pelean, ya ganó Peña Nieto, vamos a vivir en paz”.
Ese es el anhelo de la mayoría. Prueba de ello es que, mientras hacia el poniente del Zócalo ocurrían hechos violentos, hacia el oriente, atrás de Palacio Nacional, las calles estaban invadidas por centenares de vendedores ambulantes y todos los comercios abiertos para las ventas del fin de semana. Y miles de potenciales compradores los recorrían. La vida seguía.
Con la toma de posesión del presidente Peña Nieto se cierra un ciclo para la nación y se abre otro, la siempre esperanzadora renovación que significa un nuevo gobierno de la república.
Llegó la hora de escribir en prosa.
jfonseca@cafepolitico.com
