El expresidente de Francia Nicolás Sarkozy publicó el 4 de septiembre de 2007 una carta dirigida a los maestros y padres de familia con motivo del comienzo de clases. La tituló Carta a los educadores. La llamó así porque, para el autor, las escuelas no son las únicas obligadas a educar.

El mandatario galo publicó el documento cuando el sistema educativo de su país atravesaba por una severa crisis y la sociedad francesa había dejado de creer en la eficacia, honorabilidad y preparación del magisterio. El texto de Sarkozy tuvo como objetivo no sólo hacer un diagnóstico sino provocar una toma de conciencia generalizada para que cada habitante —y no sólo el gobierno— formara parte de la solución.

Mediante un lenguaje sencillo y humano —cosa rara en él—,  Sarkozy va desgranando cada uno de los problemas que han generado el rezago de la educación en Francia: niños que ya no obedecen a sus padres, jóvenes que agraden a la autoridad; una comunidad intolerante, fanática y discriminadora, violenta e improductiva; maestros con mentalidad de burócratas; técnicas pedagógicas y contenidos que no responden a la revolución informativa del siglo xxi; escuelas en mal estado físico, aulas insuficientes, planes de estudio anacrónicos, más todo lo que se quiera agregar.

Después de hacer eldiagnóstico,Sarkozyenuncia los principios y objetivos que deben inspirar la educación del siglo xxi. Esa experiencia, sin duda política, pero sobre todo humana, social, colectiva, obliga a preguntarse si a la reforma educativa de Enrique Peña Nieto no le hace falta, precisamente, una Carta a los educadores.

¿Quiénes son los educadores? Todos, en algún momento y por diversas razones, lo somos.

El rector de la UNAM, José Narro, señaló recientemente que la calidad educativa necesita de la colaboración de todas las partes. Y es cierto, las escuelas y los maestros no son los únicos obligados a enseñar. El éxito de la reforma al artículo 3o de la Constitución tampoco dependerá, únicamente, de que el Congreso la apruebe. Se requiere más bien de una “cruzada nacional” que involucre y corresponsabilice a cada mexicano.

Los grandes consorcios de los medios de comunicación debieron haber firmado también el pacto por una educación de calidad. Se ve difícil avanzar en la civilidad de la población, en la prevención del delito y en el combate a la impunidad si los contenidos en televisión, radio e Internet no son revisados.

Es indispensable sacar la reforma educativa del ámbito especializado de los legisladores y técnicos para ponerla al alcance de cada ama de casa. Cuando los padres de familia comiencen a exigir mejor calidad educativa para sus hijos y los jóvenes empiecen a sentirse avergonzados por sólo saber utilizar 300 palabras del vocabulario para expresarse, se habrá sembrado el cambio.

“Si tantos adolescentes no logran expresar lo que sienten, si tantos jóvenes en nuestro país ya no consiguen expresar sus emociones, sus sentimientos, encontrar las palabras para expresar amor o dolor, si muchos de ellos sólo consiguen expresarse a través de la agresividad, de la brutalidad, de la violencia, se debe a que no les hemos acercado la literatura…” explica Sarkozy.

Carta a los educadores fue escrita para decir por qué Francia, y una Europa culturalmente diversa, necesitan de un ciudadano educado en el respeto y la tolerancia. Se trató de un diálogo íntimo entre el presidente de la república y el hombre común de la calle, para, desde la calle, generar el cambio social.

Y en México, ¿qué tipo de ciudadano necesitamos? Nadie ha dicho nada al respecto y es hora de que la reforma educativa involucre a cada mexicano en la construcción de un objetivo fundamental.