Las consecuencias serían de pronóstico reservado

Bernardo González Solano

¡Ojalá que para el día en que esta revista aparezca, el último día del año 2012, Estados Unidos de América haya resuelto el llamado fiscal cliff —el abismo fiscal, producto, en gran medida, de la obstinación y la intolerancia de los políticos estadounidenses—, de otra suerte, las consecuencias serán de pronóstico reservado, no sólo dentro de la Unión Americana, sino en buena parte del mundo, incluyendo, obviamente, a México. El abismo fiscal se abriría bajo los pies de la administración estadounidense mañana lunes 1 de enero de 2013, en caso de que antes no hubieran alcanzado un acuerdo presupuestario entre la Casa Blanca y el Congreso, en el que se conciliarían la defensa del gasto social por los demócratas con la condena contra los impuestos de los republicanos. Para bien de muchos que este ojalá (que significa si Dios lo quisiera) se cumpla.

Mientras tanto, el Congreso de Estados Unidos comenzó el sábado 22 de diciembre el receso de Navidad con la frustración de no haber aprobado un plan para evitar el fiscal cliff, que conllevaría un aumento sistemático de impuestos a inicios del próximo año, si los dos partidos (Republicano y Demócrata) no consiguen el acuerdo antes de terminar el mes de diciembre. El republicano John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes, en su discurso de fin de semana antes del receso navideño, dijo que “la solución del presidente de elevar las tasas de impuestos seguirá dejando en números rojos” las arcas públicas, lo que afectaría a los empleos “en un momento en el que demasiados de nuestros ciudadanos tienen dificultades para encontrarlos”. El presidente Barack Obama, por su parte, plantea que se prorrogue la exención impositiva para la clase media, pero no para quienes ingresan a sus bolsillos más de 400 mil dólares anuales.

Las negociaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo sobre el presupuesto han desembocado en una grave crisis política que puede convertirse en otra peligrosa crisis económica si no se llega al tan socorrido acuerdo. Divididos los republicanos, impotentes los demócratas, la piedra caliente está en manos del presidente Obama, que podría elegir entre violar sus promesas electorales o aceptar los riesgos del abismo fiscal. La situación que presenta el último imperio después de haber reelegido al primer presidente afroamericano de su historia no es halagüeña: un Congreso inoperante y un presidente con las manos atadas por un sistema político que le obliga a gobernar con el Poder Legislativo. Muchos podrían considerarlo aberrante, pero el hecho es que la democracia que opera en las tierras del Tío Sam ha funcionado durante más de 150 años, después de la Guerra de Secesión. Claro, con alzas y bajas. No obstante, después del mandato del anterior presidente demócrata, Bill Clinton, el panorama económico de Estados Unidos ha cambiado radicalmente. Y Barack Hussein Obama no heredó precisamente el paraíso de manos del expresidente George W. Bush.

Así las cosas, el larguísimo diálogo de sordos que mantienen el mandatario mulato y los republicanos del Congreso sobre la reducción del insostenible déficit estadounidense amenaza con desembocar mañana en el citadísimo abismo fiscal. La expresión —que indudablemente ya pasó a la historia económica de todo el mundo— fue inventada por Ben Bernanke, el patrón de la Reserva Federal de Estados Unidos. Fiscal cliff se traduce por pared o precipicio fiscal. Estaos Unidos está, en efecto, al borde del abismo: si no hay cambios legales hasta el 31 de diciembre de 2012, el 2 de enero de 2013, 400 mil millones de dólares de reducción de gastos públicos y 200 mil millones de dólares en alzas de impuestos automáticamente se realizarán aun sin voto del Congreso; 600 mil millones de dólares en total, que sacudirían la economía del vecino del norte y la llevaría a la recesión en 2013. El impacto de este choque sería gradual. Pero esto representaría una conmoción del orden del 4% del Producto Interno Bruto (PIB), que volvería a sumir a Estados Unidos en otra recesión antes del próximo verano. Los 200 mil millones de dólares de alza de impuestos se harían sin que mediara el voto aprobatorio de los diputados, por la expiración de beneficios fiscales de los que se benefician los estadounidenses gracias a una ley aprobada por el presidente George W. Bush. Los menos afortunados verían su tasa marginal de impuestos federales pasar de 10% a 15% y los más acomodados de 35% a 39%.

La discusión presupuestal

El miedo al abismo fiscal hizo que se examinara profundamente, por los demócratas y por los republicanos, en la discusión presupuestal.Todo comenzó en el otoño de 2011: el techo de la deuda estadounidense podía estallar, era necesario absolutamente rehacerlo para evitar una suspensión de pagos de Estados Unidos. Si los republicanos (la mayoría en la Asamblea de Representantes) y demócratas (mayoría en el Senado) dieron, in extremis, la aprobación para levantar el techo de la deuda y evitar sumir la economía mundial en recesión, no llegaron a ponerse de acuerdo sobre la política presupuestal que habrían de utilizar para enderezar las cuentas públicas estadounidenses sin hundir la frágil recuperación económica de Estados Unidos. Decidieron entonces aprobar una ley que les permitiera llegar al 1 de enero de 2013 para “ponerse de acuerdo”. De no ser así, el fiscal cliff aparecería automáticamente.

En estas condiciones, ¿qué defienden los demócratas? Para Barack Obama y el bando demócrata es inconcebible que las clases medias sean golpeadas por el alza de impuestos. Solo los más ricos deberían ser gravados más y las reducciones de los gastos públicos únicamente deberían hacerse en un contexto de crecimiento muy bajo. Ni hablar, por parte de los demócratas, de tocar el presupuesto de salud, de retiro, ni de reducir la duración del seguro de desempleo.

Y, ¿qué defienden los republicanos? Para los adversarios de Barack Obama, el crecimiento del déficit es, por principio, el resultado de los gastos públicos excesivos. Lo esencial del problema fiscal a mediano y largo plazo procede del aumento automático de los gastos de salud y de retiro. Los republicanos quieren reformar estos programas. En cambio, proponen, en el curso de 2013, simplificar el sistema tributario, ensanchar la base de los impuestos, eliminar los nichos fiscales que benefician a los más ricos. A corto plazo, quieren que las tasas de impuestos del tiempo de George W. Bush se mantengan y que se ahorre en los gastos militares.

La inmediatez de la fecha —que no es fatal pese a que los propios demócratas y los republicanos se la impusieron como límite para llegar a un acuerdo, como dijimos líneas atrás—, y la parálisis parlamentaria proyectan una maléfica sombra sobre la aún primera economía del planeta, que se pone en evidencia por el nerviosismo que reflejan los mercados. Barack Obama, que pidió a los asambleístas un urgente ejercicio de responsabilidad, ya asume que un probable acuerdo bipartidistas de último momento tendría un alcance más corto que el previsto antes de la abortada votación republicana de la semana anterior a la Navidad en la Cámara de Representantes.

Una carta decisiva

Sin embargo, la Unión Americana arriesga mucho como para creer inevitable el abismo fiscal. En este Mar de los Sargazos, que va más allá del enfrentamiento ideológico entre los dos principales partidos de Estados Unidos —uno que considera pecado capital subir los impuestos y otro que defiende a capa y espada los programas sociales para los más pobres— también el mandatario mulato se juega una carta decisiva. Debilitar y dividir a los derechistas y tozudos republicanos es muy importante para un presidente reelecto cuya agenda para el siguiente cuatrienio está en buena medida aherrojada por sus adversarios políticos en temas cruciales, entre los que se cuenta la ansiada reforma migratoria que beneficie a millones y millones de ilegales mexicanos. Además, si Obama consigue presionar a los asambleístas republicanos lo suficiente como para romper su decisión contra el alza de los impuestos, podría tener la esperanza de lograrlo también en otros ámbitos menos doctrinales.

Mientras son peras o manzanas, el presidente Obama abordó el avión Force One, subió a su esposa y sus dos hijas para volar a Hawaii —su estado natal— para disfrutar las vacaciones navideñas, que la mayoría de sus gobernados creen que son bien merecidas. De acuerdo con un sondeo de Gallup, la aprobación al trabajo de Obama subió a 56%, la más alta desde octubre de 2009. Según la encuesta, la popularidad del mandatario repuntó por la labor que realizó tras la matanza en Newtown, Connecticut, el viernes 14 de diciembre. Su desempeño en la tragedia le valió seis puntos porcentuales.

Asimismo, algunos legisladores republicanos y de otra filiación denunciaron que el verdadero objetivo de Obama era que la mayor economía del mundo (Estados Unidos) se “dirigiera hacia el abismo fiscal”. Por ejemplo, Joe Lieberman, senador independiente por Connecticut, en el programa de CNN State of the Union, dijo: “Es la primera vez que siento que es más probable que se produzca el abismo a que no”… “Si permitimos que esto suceda, será el acto más colosal de irresponsabilidad parlamentaria en mucho tiempo, tal vez de la historia estadounidense”.

John Barraso, senador republicano por Wyoming, declaró en Fox News Sunday: “Creo que el presidente está dispuesto a llegar al abismo con fines políticos”. Otros republicanos dijeron que Barack Obama busca aprovechar esta oportunidad y culpar a ellos de rechazar un acuerdo, aunque el mandatario y su equipo ha negado esta versión.

Tiempo para reflexionar

Ante de viajar a Hawaii, el mandatario instó a todas las partes a ceder en las negociaciones porque “nadie consigue el 100% de lo que quiere” y a reflexionar durante los días de receso para reanudar las negociaciones a partir del 27 de diciembre antes de que el tiempo se termine.

En su mensaje de felicitación de Navidad y de fin de año, los Obama saludaron a los soldados y sus familias. El presidente resaltó: “Este año —llegar a tiempo con las personas que más amamos—, es especial para nuestras familias militares. La guerra en Irak ha terminado. La transición en Afganistán está en marcha. Después de una década de guerra, nuestros héroes vuelven a casa. Y en todo Estados Unidos, las familias militares se han reunido”… “Y este año, sé que muchos de ustedes están extendiendo esa bondad a las familias que todavía están recogiendo las piezas del huracán de arena y sus oraciones al pueblo de Newtown, Connecticut”.

En fin, los analistas adelantan que la batalla por el abismo fiscal no se resolverá antes de fin de año. El pronóstico es que se alcanzará alguna forma de acuerdo antes del 1 de enero y se postergarán las grandes reformas presupuestarias para después. ¡Ojalá! Fuentes de primera mano, de carácter familiar, nos hicieron saber que adelantaban el regreso a sus trabajos en Estados Unidos el 31 de diciembre porque estaban muy preocupados de la posibilidad del citado abismo fiscal que repercutiría, inmediatamente, en los empleos de menor importancia afectándolos directamente.

El presidente Obama, a su vez, termina el año con otra distinción. La revista Time lo seleccionó, por segunda ocasión —la primera fue hace cuatro años, en 2008, cuando fue elegido presidente de Estados Unidos—, como Person of the Year, 27 años después de que llegó a Chicago a bordo de una motocicleta, procedente de Nueva York, en busca de un trabajo que no sabía si lo desempeñaría cabalmente. Una distinción poco común. Muchos creemos que el primer presidente afroamericano de la Unión Americana se lo merece.

¡Feliz Navidad y Año Nuevo!