Gerardo Yong

La Biblia es el libro rector del cristianismo. Ha sido el registro histórico de los hechos del mundo a través de la visión religiosa, pero también una fuente de conocimiento humano que aporta una realidad práctica con efectos de superación personal muy eficientes.  Al igual que el Corán, pilar de la religión islámica; el shinto gobusho, para el sintoísmo o el Torah judío (este último basado en los cinco primeros libros bíblicos conocidos como Pentateuco), es un texto que busca fortalecer al individuo en casos de apuro, de necesidad, de recogimiento, de comprensión y, que también aporta, modelos de sobrevivencia.

Basta leer algunos pasajes para identificar métodos, procedimientos, recomendaciones e incluso estrategias para mantener la firmeza de carácter y la autoconfianza en medio de la adversidad; una brújula espiritual para superar las tormentas personales.

En el evangelio de Mateo, se puede apreciar algo que Jesús afirma al respecto: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino la espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa”. Contrariamente a la imagen de separatismo que pareciera decir, esta metáfora se refiere a definir la personalidad propia mediante la plena confianza en Dios, como la única orientación en la vida; justo como el faro que alumbra en medio de la tempestad.

En Lucas podemos ver que también se puntualiza: “Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una”. Con ello, se recomendaba usar el talento y desarrollarlo a tal forma que permita la realización personal, asimismo, buscar nuevos medios para enriquecer las habilidades y contar con una mayor capacidad de sobrevivencia en la sociedad. Esto mismo se sustenta con aquel discurso de Pablo en Tesalonicenses: “En efecto, cuando todavía estábamos entre vosotros, os dimos esta norma: el que no trabaje que no coma”, de donde se puede interpretar que el esfuerzo y la dedicación son la medida que llevan hacia el éxito.

Como éstas, pasajes en forma de historias y anécdotas muestran cómo puede moldearse el carácter y templarse el espíritu para poseer la fortaleza necesaria a fin de enfrentar los obstáculos en la vida. Desde el liderazgo de Moisés, la visión estratégica de Josué, la paciencia de Job hasta la fuerza de Sansón, la perseverancia de Gedeón, la valentía de David y la sabiduría del Rey Salomón, de todas ellos se pueden deducir actitudes que permiten desarrollar las potencialidades humanas hacia una realización plena. Son textos que pueden promover una tendencia perfeccionista del ser teniendo como base la inspiración divina.  Estas estrategias también se revelan con gran claridad para proteger el nacimiento de Jesús. Según las Escrituras, los sacerdotes de Judea sabían qué eso pasarían debido a una profecía que les indicaba: “Tú Belén, en la tierra de Judá, de ninguna manera eres la más pequeña  entre los gobernadores de Judá; porque de ti saldrá un gobernante que pastoreará a mi pueblo Israel”. Herodes, temiendo el surgimiento de un rival que le pudiera disputar su trono, hizo creer a los Reyes Magos, quienes iban en busca del Redentor, que estaba dispuesto a adorarlo si le notificaban dónde encontrarlo. En realidad, esta argucia buscaba más bien que los Sabios revelaran el paradero de Jesús, pero su perspicacia les hizo evitarlo y regresar por otro lado hacia sus lugares de origen, impidiendo así la localización del recién nacido. Enojado por esta acción, Herodes ordenó matar a todos los niños menores de dos años en Belén para asegurarse de eliminarlo. Sin embargo, un ángel recomendó a José y María que emigraran hacia Egipto para evitar esta masacre.

La Iglesia conmemora este acontecimiento como la festividad de los Santos Inocentes que los católicos festejan el 28 de diciembre y los ortodoxos el 29.  Según la liturgia griega señala que el número de niños sacrificados fue de 14 mil, mientras que la iglesia ortodoxa siria, afirma que pudieron haber sido 64 mil y autores medievales establecieron la cifra en más de 144 mil. La Iglesia venera a estos niños como mártires, ya que su sacrificio permitió que Jesús pudiera vivir para estar entre los hombres y cumplir su destino de salvación al entregarse él mismo en sacrificio por la humanidad.

Es por ello también que Jesús siempre estuvo agradecido con la niñez, a tal grado que la exaltaba como un ejemplo a seguir para lograr la entrada al Cielo.

“Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron.  Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí” (Mateo).

La redacción de Siempre! desea a sus lectores una Feliz Navidad 2012.