Carlos Guevara Meza
El pasado 15 de diciembre se realizó en Egipto la primera parte del referéndum para aprobar la nueva Constitución. Los resultados oficiales otorgan el triunfo al “Sí” con el 56.5 por ciento de los votos, y el 43.5 por ciento al “No”. Esto le da cierto respiro a la oposición, aunque no constituye para nada un triunfo, y aprieta un poco, pero no demasiado, al presidente Mohamed Morsi y su partido la Hermandad Musulmana, que esperaban una victoria del 70 por ciento, lo que hubiera dejado a la oposición prácticamente en la lona.
El referéndum tuvo que realizarse en dos fechas, aunque estaba prevista una sola, debido a que parte de los jueces (que debían hacerse cargo del proceso) se negaron a participar en protesta contra el gobierno de Morsi, con el que han estado enfrentados desde hace meses. El “Sí” ganó en 8 de las 10 provincias. El “No” triunfó claramente en la más importante: la capital. No es de esperar que la oposición logre más que esto en la segunda fase, pues su mayor popularidad la tiene sobre todo en las zonas urbanas más grandes y lo que resta es en su mayoría el Egipto rural.
La jornada electoral se llevó a cabo sin incidentes violentos, algo a valorar después de los enormes disturbios de las semanas previas, pero la oposición ha hecho múltiples acusaciones (no confirmadas por la prensa internacional) de irregularidades como la compra y la inducción del voto (incluso mediante amenazas) y de fraude directo en las casillas, llegando a pedir la anulación y repetición del proceso. No parece que las peticiones vayan a prosperar.
La oposición buscaba detener la aprobación del nuevo texto constitucional, con la idea de que la Hermandad Musulmana consensuara con ellos el borrador, a pesar de estar en minoría tanto en la Asamblea Legislativa como en la Constituyente, y aunque se había venido haciendo hasta que se levantaron de la mesa. Incluso se llegó a discutir llamar a boicotear el referéndum.
A última hora decidieron participar y, por lo que se ve hasta ahora, lograron un buen resultado que no logra detener el proceso, pero sin duda llevará al presidente Morsi a establecer mecanismos de reforma a los artículos más controvertidos, ya sea a través de la Asamblea o de los tribunales.
Es posible, sin embargo, que la oposición, fortalecida por esta votación, busque impugnar el texto completo. Hay que recordar que dos veces se negó a sentarse a la mesa con Morsi, primero ante un llamado del mismo presidente y luego ante uno del Ejército (el que terminó encabezando el derrocamiento del dictador Mubarak).
Por su parte, el presidente y su partido avanzan al tener una base que elimine buena parte de los vacíos jurídicos que se generaron con la caída del régimen anterior, además de poder basar sus futuras decisiones en un ordenamiento que se presentará como teniendo el apoyo de las mayorías.
Sin embargo, como se ven las cosas, no parece que la inestabilidad política vaya a terminar pronto. La oposición, compuesta por un amplio espectro que va desde jóvenes modernizadores hasta remanentes de la dictadura, consciente de su carácter minoritario, no va a cejar en sus intentos por descalificar a Morsi y su partido tanto como sea posible.